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Transfuguismo, corrupción y narcotráfico en O Grove 2
Mongo el tránfuga 2
udonge

Resumo:
Corrupción política, transfuguismo y narcotráfico en O Grove y Galicia...

Mongo el tránsfuga 2


Aquella fría mañana invernal, gris y nebulosa, bajo un cielo de plomo y, una tenaz nevada rojiza y una insoportable maldición bíblica, de tinte amenazante, con un cierto aire de tristeza flotando en su despacho, Mongo acarició la cabeza de su cerdo predilecto, el jefe de la piara, Gorvachof, un verrón bastardo, al que había bautizado con el mismo nombre de guerra, que el mandamás del ambicioso Partido Colorado. Pensó entonces, con nostalgia, en aquella mágica noche de Navidad, Nov Ruz -fiesta del solsticio de invierno para los parsis-, sentados él y Simón, al lado de la bella y misteriosa Anahita, junto a los tres ancianos persas, ataviados con cinturones zunnar, que vestían en Persia los no islámicos, para diferenciarse de los creyentes ismaelitas, criaturas mágicas de un lejano mundo milenarista, que ensimismados adoraban a Atur Farnbog, al que entonaban cánticos y más cánticos, himnos sagrados en lengua hermética, que ellos habían sabido salvaguardar, milagrosamente, después que la marea islámica que asola su país, destruyese sus dajmas funerarias, sus versados libros hieráticos y sus templos zoroásricos, condenándolos a muerte, por gentiles e idólatras del fuego, ya que para sunitas e ismaelistas, no existe en éste y cualquier otro mundo, real o imaginario, otro dios verdadero que no sea Alá. La mayoría de los seguidores de Zaratustra, huyeron de Persia en el siglo X, por tierra y por mar, estableciéndose en la diáspora, primero en el estado indio de Gujarat, donde se les llamó parsis, la gente de Pars, en sánscrito y, cuando los ingleses colonizaron India, se trasladaron a la ciudad comercial de Bombay; ahí residen todavía, la mayoría de ellos, conservando con absoluta pureza ritual, el impresionante legado histórico que les había transmitido su profeta Zaratustra. Pero nuestros tres ancianos personajes, residían en Persia, no en la India, practicando en la extrema clandestinidad, los ancestrales rituales indoeuropeos del Fuego y su rica escatología dualista, arrancados del texto compilador Bundahishm -Libro de la Creación Primordial-, viviendo escondidos del intolerante Islam chiíta, en recónditas aldeas del noreste, lugar de muy difícil penetración para el fanatismo ismaelita, incapaz de someterlos, domesticarlos y doblegarlos a su credo monoteísta. Una estrellada noche de luna nueva, los tres ancianos al mismo tiempo, a pesar de vivir en aldeas diferentes, conocieron al sincronizar sus agudas mentes telepáticas, que había llegado nuevamente el momento supremo, de viajar hacia Poniente, hacia el Extramundi indoeuropeo, pues allí había nacido precisamente, el hombre que mencionaba su gran ciencia hermética, el Hijo del Fuego, pues así fue escrito por su profeta Zaratustra, en su visionaria Gatha, antes de desaparecer bajo las ondas sagradas del lago Kasaoya...
“Todo comienza y termina en el fuego... La vida humana, es un eterno y cíclico combate cósmico entre Fuego y Lluvia... Los deseos impuros engendran pestilencia; la mentira, desorden; la vanidad, usura de espíritu; la ambición, melancolía y negación de la vida. Antes de poder caminar sobre el Fuego y, no quemarse, hay que purificar la mente de falsos temores, ya que los humanos se asustan de su propio miedo a la muerte. Una vez, que su enturbiado espíritu está tranquilo, el hombre ya no la teme; al contrario, se convierte en una alegre y alada mensajera de la vida, girando en espiral alrededor del sueño universal..." Frases, sabias y antiguas, verdaderamente enigmáticas, en lengua phalevi, el antiguo idioma de los arios persas, mientras Anahita, hija única del mago Ramsés el Viejo, tañía dulcemente un pequeño tar de seis cuerdas, fabricado expresamente para ella, por su propio padre, con madera de moral. Su marcado aire oriental y, un inescrutable halo misterioso flotando en sus mirada almendrada, eran dos círculos concéntricos de azogue rojo en su insondable rostro persa, que se fundían en el aire, mientras el sonido que emanaba de sus pequeñas manos, flores de caléndula primaveral, se convertía en agudas notas musicales, capaces de albergar en su seno mitocóndrico, nostálgicos ecos de campamento aqueménide.
"Aquella lejana noche de Navidad para los creyentes cristianos, adeptos idólatras del hijo galileo de María, su padre el mago Ramsés el Viejo, después de estudiar atentamente las líneas de mi mano, me preguntó, inmutable, con sus vidriosos ojos clavados en el helado firmamento nocturno...”
Mongo, era un verdadero experto en el cuidado de piaras y, de todo tipo de marranos, ya fuesen blancos, negros, mestizos, mulatos, colorados... Recordó nostálgico, los pretéritos días, de un imposible y luminoso ayer. Vio una cochinera entre un tupido pinar; vio una mujer enlutada -su propia madre- limpiando la olorosa bosta; vio su gran futuro de Rey Bayamo, escrito en la palma de su mano, de tan sonado transfugista mequiño...
En el áspero espejo connubial, de la volátil memoria humana, de un tiempo falsamente circular, donde ya siempre era martes y febrero, bajo la nieve roja del alba, pensó en aquel verano mágico; un largo, muy largo, húmedo y lluvioso estío, que cambió drásticamente el rumbo de su destino. Ejerciendo de caldereta y marmitón, sin futuro alguno en Extramundi, en la baiúca polveira de sus padres, no satisfecho con ser simplemente “O Rei do Bacoriño”, ya desde muy joven, siempre había aspirado a mucho más... Allí, en la taberna cachimbada y cutre, mientras servía camarones fritos y vino ácido de la casa, a los últimos y residuales pupilos de temporada baja, escuchó esta certera frase lapidaria, en boca de un famoso abogado lucense, experto como muy pocos en Monforte de Lemos, en "ensebar a canela" y, cliente de toda la vida, que le masculló el carubè, entre camarón y camarón devorado, con maliciosa socarronería galaica: “Rapaz, en una buena mesa bien trabajada, delante de una centolla mequiña y, una botella de albariño cambadés, no hay cuneiro politiqueiro, que se me resista al soborno”. Con rapidez, gracias a sus sutiles consejos, de escarmentado raposo candongueiro, mientras le limpiaba los percebes y, entusiasmado, ante semejante descubrimiento de futuro, le llenaba las cuncas a canilla abierta, Mongo, todavía joven e inexperto en política municipal, pero no carente de ambición y, labrarse un gran futuro profesional en el arte de la política, aprendió la verdadera alquimia del alma humana: un profundo conocimiento en el arte de la corrupción, a corto plazo. En muy poco tiempo, se especializó en el manejo verbal y gastronómico, a semejanza de su serpenteante pupilo lucense, el locuaz y dicharachero malungo monfertino, don Pepino Blanco Perfecto. ¡Qué buena cosecha fue aquélla! El antiguo alcalde franquista, un ingenuo y canivado primo suyo, lo introdujo por la puerta trasera, en el negocio trufado de la política municipal, nombrándolo primer lugarteniente de la chamborgas y chumbiña Extramundi y, las babilónicas atarazanas dársenas portuarias, del abigarrado Portovello. ¡Qué joven era entonces! Felices, y dichosos días, en los que alternaba el cargo de mamporrero municipal, con la limpieza de la cochinera y, al mismo tiempo, el delicado cocido tabernario, del exquisito polvo fino de la ría, en la bolichera tasca familiar. Eran años, dulcemente franquistas, de amigismo, compadreo, parrillada de herejes, cuchipandas banderizas y, pactos políticos en la escalera del gallego, a la vieja usanza castrense, pero él, aspiraba a todo, a mucho y rápido, ya que su ambición secreta, era estar al otro lado de la barra, ser algo más, que un vulgar pulpeiro tabernario, como su honesto padre, castigado ferozmente durante décadas de reumatismo, en el desolado patíbulo de la honradez. El boliche familiar, “A Furoca do Perello”, fue el aula magna donde realmente Mongo, empezó a tomarle el pulso al mundo; a comprender realmente, la verdadera dimensión poliédrica de la realidad humana; a situarse estratégicamente, en un cuadrilátero de confrontación social; a aceptar, las cosas tal cómo son, no cómo le gustaría que fueran, entendiendo el curso natural de la vida, como un encarnizado combate sin tregua, donde el fuerte siempre gana y el débil siempre pierde, utilizando todas las artimañas y resortes a su alcance, cuando se persigue un claro objetivo, una meta final: ¡el vellocino de oro del encumbramiento!; la caja rebosante del rentista; la poltrona macilenta del macuteno, sin reparar jamás, en los medios a utilizar en la mameluca refriega política, para ver cumplido un vasto y anhelado sueño facendeiro. Cuando su manducante primo carnal, se marchó alegremente de vacaciones, a recorrer las cayerías y barras del ardiente Caribe bucanero, a bordo de la nave abandonada por su patrón mayor, al día siguiente de su partida, ya se consumó la gran traición municipal; la gran marcha triunfal, del joven y ambicioso Mongo, hacia el concubinato y la alianza perfecta, con el mefistofélico poder municipal. Apoyado sin escrúpulo alguno, por poderosas y centrífugas fuerzas hostiles, al quisquilloso regidor enamorado del Caribe, aquella ilustre camarilla facinerosa en la sombra, dio un brusco golpe de bolina y, después de ganar el barlovento, lo nombraron nuevo alcalde, en medio de la trifulca y la barahúnda, pero como el viento domesticado de bolina, soplaba a su favor, cuando regresó el pánfilo turista vocacional, con el dulce sabor de la brisa caribeña y el ron palmeño en la comisura de los labios, la golosilla poltrona municipal, ya estaba firmemente tomada, por el intrigante y corrupto Mongo.
Desde el primer día de su feliz concubinato, Mongo, comenzó a mandar, a lo bestia; nada como la borrachera mental, que produce la sensación de verdadero poder, cuando uno es joven y juega con fuego cruzado. ¡Qué orgasmo! ¡Qué maravilla!, ya que allí sentado en el catafalco del Rey Bayamo, estaba el verdadero ombligo del mundo, no, en el bonito cuento de Navidad, que les había contado en su niñez Ramsés el Viejo. Firmó decretos suicidas; compró voluntades débiles, a precio de calderilla; se dejó sobornar, un millón de veces; en tan sólo dos meses de mandarinato, ya tenía un mercedes nuevo del trinque, en vez de la descangallada furgoneta de toda, con la cual él y su reumático padre salsero, habían transportado marranos al matadero. Sentado con arrogancia, sobre la sedosa brasa cotidiana, de la suculenta barbacoa municipal, pronto abrió los ojos al exterior, ensanchando su campo de maniobra. Desde su principesca poltrona bananera, en un principio, sus dineros navegaron hacia el discreto mundo del contrabando de tabaco rubio americano de batea, transformándose en muy poco tiempo, en una relojera caja registradora de hacer dinero fácil, sin riesgo alguno, mientras continuaba en su mesiánica labor profética, de sobornar y corromper, a todos los que se sentaban a compartir sus suculentas y legendarias mariscadas políticas, indistintamente se tildasen de Pepino Blanco Perfecto, Pepón Nubenegra o Freddy Mascato, frente a una centolla meca y una botella de albariño cambadés. El buen vino catalizador del Salnés, fue siempre para él, la bendita sangre corrupta, que manaba de la tierra ácida y, gracias a todas aquellas opulentas sobremesas bien urdidas, sus ruegos eran órdenes, ya que montó, con sede en la propia alcaldía, su bolichera banda forajida, en la que dio cabida a toda una jauría de perros hambrientos con fiebre bubónica, de chuchos amaestrados, en la rentable labor brigante del estraperlo, pues el entonces joven Mongo, para todos ellos, era un semidiós a navegar de bolina; una fuerza volcánica de la naturaleza; un pragmático idealista cuneiro mequiño...
Abugallados proyectos arquitectónicos, tan fantásticos como inútiles, surgieron como zorollos de su fantasiosa cabeza de halcón marsellés. Fue su gran época dorada; el mejor momento de su meteórica carrera política, pero una nefasta jornada primaveral, llegó la joven democracia y, con ella, las indeseables y molestas elecciones municipales, pero Mongo, tallado por los rudos dioses del estraperlo, en madera de guayacán, al igual que sus avezados maestros los cuneiros lucenses, con viento de bolina a su favor, mudó el color de su chaqueta, volviéndose por arte de magia, demócrata, sin mácula alguna en su turbulento pasado, demócrata de toda la vida, ingresando primero en el PA, pero a los pocos meses, los abandonó, dado que a bordo de aquella nave de los locos a la deriva, carecía de futuro, chaqueteando con el aniñadoiro de la prístina DUC, pues él, había nacido para estar siempre en el carro de los vencedores. Una aterciopelada noche de otoño, cundió el pánico en Extramundi, Babelia y Portovello, al escucharse en la sede del DUC, el rugido de los cangaceiros mecos y el trueque de los afilados canivetes, a la incierta hora serótina de los patriarcales camisa nueva franquistas, autorizados por su delator, membrillo y perista caporale político, pero su fiel e incombustible Patacón y, demás perrenchos a jornal, barloventearon a su favor, apoderándose de la dirección del partido, echando a coutelada limpia, al caudaloso río del Olvido, a sus primeros fundadores, entre los que habría que destacar, a su pringado bucanero mentor, un testaferro escachado mexanacama, con gorrovello de avogado das silveiras, pescozudo e pesebreiro; un tal Toupeira, hijo aventajado y bastardo, de la cainita raza maldita, de los zangamoinas Láme-la. Pero tras semejante envenenado humo lardoso, más aparatoso que verdadero, firmaron rápidamente, la "Paz de la nécora", en la retaguardia del calimbado boliche familiar, frente a una centolla meca y una botella de albariño cambadés, deixando o velloucán do malandro Toupeira, a cambio de alquimiadas migallas y, un torvo silencio interesado, que el porquerizo de Mongo, figurase el primero en la lista de su partido DUC, en las próximas elecciones municipales. La foto mediática, del ambicioso y taimado estraperlista de Extramundi, inundó los peiraos de Portovello, las charcas palúdicas de Babelia, las islas misteriosas del estaño, las corruncheiras del despecho, los nidos de las currucas, los recónditos cañaverales donde los zambitos rencorosos tasajeaban a los blancos, el gran delta y el pequeño delta, los xaveiros del cuco madrugador, haciéndose pasar Mongo, por el hombre de confianza del gazopo contareiro, en la ciénaga fronteriza con los campos amarillentos de la ferroviaria Miranda, dejando que las avionetas brigadeiras y peleonas, subvencionadas polo "Rei da collonada frita", con el abundante dinero negro del contrabando, surcaran los cielos angelicales de la gran ciénaga babilónica, chorreando rifas gratuitas, mientras su poliédrica foto mesiánica saludaba a sus gibizados votantes, cuchipeando con ellos al anochecer en su boliche familiar, en los invernales días de garoa fina en Bahía Negra y, planeadoras atracadas en el peirao de Rons; semanal guateque gastronómico e ideológico, con su camarilla de aventajados pingueiriños. Durante aquel mítico "Ano do Porco", los taxistas badavos de su cuadrilla bacana, repartieron malévolas e interesadas garrafas de falsaria ginebra portuguesa, cajas de Coes, oruxo a granel, a pitorro abierto, a canilla beberrica, arroces y lentejas, sardiñadas y mexilonadas gatunas, en los arrabales marginales de Old Town y Queen´s Waves, mientras su magnética voz cinematográfica, era un gosmento vendaval escupiendo insultos y pipeirías, a través de las ondas electromagnéticas, que comunican Extramundi con La Vía Láctea -según Ramsés el Viejo. Desde la ventana de su mandarinato, el picarento y xardesco marañón del río del Olvido, invitó a sus votantes a toneladas de ribeiro, a fuegos artificiales, a corridas de vaquillas... El vino ácido y peleón de su rebotica familiar, derramado por los bocatorta y los bocapodre de su grileiro electorado gaudeiro, atascó las alcantarillas, inundó las aceras, pudrió las raíces de los manglés colorados, que crecían en los esteros y las marismas salobres, de los júcaros negros de Picotorto, de los resistentes guayacanes, de las esbeltas y melindrosas siguarayas, cuyas hojas utilizaban las grisetas matanceras del puerto, para curarse las venéreas y los malos amores; sobre la encharcada ciénaga de Babelia y Extramundi, flotó durante semanas y semanas, una pestilente nube etílica guedelleira, que fue disuelta rápidamente, cuando por el este soviético, llegaron los hábiles y cartudos aviadores polacos de Cracovia, con sus secretas pócimas medievales, dejando caer sobre las espesas y lardosas nubes gripadas, resina pulverizada de Ceibón Lanero, que al instante se transformaba en gelatinosa lluvia amarilla, altamente tóxica y contaminada. Sus acérrimos adversarios oficialistas, en la puja a ultranza y canivete en mano, por el suculento botín municipal, vendieron a los cuatro vientos, que Mongo financió su desmesurada campaña electoral, gracias a los cuantiosos dividendos del Winston búlgaro y turco, los chocolates marroquinos, las hierbajas aromáticas de Jamaica y los polvazos bolivianos. Pero llegó entonces, la esperada noche de las votaciones, poniéndolo a prueba, a él y demás marañones, pero también a su enmarañado y espeso andamiaje sacanagem. Aquel amanecer, frío y legañoso, lo votaron hasta los muertos republicanos exiliados en la calle 42 de Nueva York; lo votaron masivamente, los chamborgas mecos exiliados en Venezuela por narcotráfico y desfalcos varios a la hacienda pública; los apátridas negros catingas que trajinaban en la madera portuaria; los curas inútiles; las monjas estériles; los inmigrantes ilegales sidosos sin derecho a voto; los culis chinos del ferrocarril que faenaban a destajo en la marisma de Bao-Pao... Lo votaron, cómo no, los taxistas chivatos y lameculos del franquismo; los perros apaleados, de la antigua guardia pretoriana de la caótica DUC; los porreros de Litle Fountain; los marihuaneros de Lord Bay; los coqueros de Rons; los camaroneros de...


Continuará...


Biografia:
udonge, 55 anhos, espanhol, mora na Europa, escritor e também pintor precisa editor paulista nipo-brasileiro para su novela "La concubina de mi amante". Enviar email urgente a su dirección en España o dejar mensaje en sección "recados" udonge2004@yahoo.es
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