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Empoderamiento
(Sextra lectura del nuevo milenio)
Teódulo López Meléndez

Resumo:
El escritor venezolano Teódulo López Meléndez nos da la sexta lectura que hace del nuevo milenio.


Empoderamiento
(Sexta lectura del nuevo milenio)

Teódulo López Meléndez












Índice                                                               2

Praefatio. La escritura como política               3

Sexta lectura del nuevo milenio                     9

Catálogo de incertidumbres                             10
             La ilógica contra el Islam
               La nueva imbricación de política y religión
La Alianza de Civilizaciones                             17
Turquía, “la niña de tus ojos”                            21
Mediterráneo: Guía para perplejos                    23
El planeta herido                                                31
Las autopistas científicas asociales                    36
La pobreza como expresión de desigualdad       38
               El desarrollo de lo humano

Crociverba                                                         41   

El desarrollo humano en cultura                         42
Educar la incertidumbre                                      45
El desgaste de la obra humana                            48
Literatura y política: habitar el lenguaje             50
Retrato involuntario de Venezuela                      52
Las bacterias de arsénico o los frijoles blancos   55













Praefatio
La escritura como política

I
El mundo parece un paciente diagnosticado al cual no se le ofrecen demasiadas esperanzas. Desde la organización mundial o regional de los Estados hasta el problema del agua, desde enfermedades sociales hasta el problema de los refugiados, por doquier se enlistan las calamidades y los desajustes.
La queja recurrente sobre el agotamiento de la ONU o sobre la inoperancia de la OEA son respondidas con ofertas de cambio que no se materializan. Estos mal llamados organismos internacionales, dado que no son otra cosa que intergubernamentales, padecen los latidos de sus integrantes en busca de oxígeno.
No obstante, en este período de transición de viejas formas a formas aún borrosas, los organismos intergubernamentales cumplen una función esencial como lo es la de tratar de coordinar esfuerzos sobre este paciente llamado planeta.
Durante la Cumbre del Milenio celebrada en la ciudad de Nueva York, en septiembre de 2000, los 189 estados miembros de Naciones Unidas adoptaron la Declaración del Milenio. Este documento contenía un grupo de metas y objetivos clave, algunos de los cuales fueron redefinidos más adelante en una proyección de trabajo plasmada en la Declaración del Milenio. Las ocho metas fijadas son harto conocidas: Erradicación de la pobreza extrema y el hambre, acceso universal a la educación primaria, promover la igualdad de géneros, reducción de la mortalidad infantil, mejorar la salud materna, combatir el VIH/SIDA y otras enfermedades, asegurar la sostenibilidad medioambiental y desarrollar asociaciones globales.
Sobre cada una de estas metas se han redactado extensos documentos de análisis y señalado las fallas de su implementación, así como mediciones necesariamente diversas sobre los avances logrados. Personalidades e instituciones u ONGs han incidido señalando particularidades como la desigualdad en el reparto de la riqueza antes que falta de ella, definiciones sobre exclusión, menciones sobre la feminización de la pobreza, los gastos militares, el acceso a la educación, el trabajo infantil, el derecho a la salud, esto es, un enriquecimiento de los conceptos sobre Derechos Humanos que se extienden desde lo civil y político, hasta lo económico, social y cultural.
A ello se suman los cientos de miles de refugiados que han debido abandonar sus hogares, las migraciones que desafían el concepto de espacio delimitado, la degradación del medio ambiente, todo lo cual implica la necesidad de una nueva colaboración todavía afectada por prácticas inefectivas, la implementación de nuevos y audaces métodos que permitan equilibrar de manera pareja la reducción de la pobreza y de la hambruna y un uso extensivo de la tecnología de la comunicación en ese combate.
Por encima de los listados afloran planteamientos de fondo, muchos de los cuales se ven obviados en la terca hipocresía de las relaciones mundiales.
II

La economía, alzada por encima de la política, puede conducirnos –de hecho nos conduce- a un aumento de las desigualdades entre países y entre seres humanos. Ya se ha señalado el peligro del surgimiento de una “sociedad disociada”.
Los patrones económicos cambian mientras los líderes mundiales se comportan como si todo se limitara a una crisis puntual, persistente pero superable con procedimientos habituales. Continuamos explotando fuentes de energía fósil con una voracidad creciente, pero paralelamente afectamos los mares, la agricultura y los bosques. El rendimiento de los alimentos, considerados por hectárea, han subido, pero generalmente a un precio nada deseable. Los medios de producción han cambiado a tecnología intensiva. Aquello que llamábamos campesinos sobreviven en zonas reducidas del planeta y no hay quien absorba la mano de obra sobrante por causa de la técnica o por mudanzas a zonas nacionales de mano de obra barata. Ha aparecido por todas partes lo que se ha dado en denominar “economía informal”, la cual ocupa en los países en desarrollo algo más del 50 por ciento de la población, dependiendo de continentes y zonas. Para producir se necesitan cada vez más conocimientos y ellos no parecen alcanzar a la parte del mundo donde hay que reducir la pobreza. Atraer la tecnología parece exigir condiciones que sólo países como aquellos que integran el BRIC u otros asiáticos logran ofrecer. Estados con gran burocracia –el Estado como supremo empleador- han tenido que afrontar disminuciones dramáticas para enfrentar déficits que hacían inviables sus economías. Por lo demás cabe recordar una vez la pérdida de poder de los Estados-nación inmersos en un proceso de reorganización política mundial que no termina de cuajar.
Frente a las metas del milenio crece la desigualdad entre países. Y es aquí, seguramente, donde brota en toda su dimensión la crisis política de un mundo globalizado que carece de mecanismos mundiales de poder efectivo, que funciona con organismos de posguerra y no de tercer milenio. Y, más aún, con una crisis conceptual de la política, con un envejecimiento inocultable de sus métodos y procederes que contrasta en años luz con los avances de la ciencia y de la técnica.
A pesar de los buenos propósitos de los objetivos del milenio la polarización entre ricos y pobres sigue estando allí, entre naciones, entre hombres y mujeres, causando serios planteamientos sobre la permanencia de la democracia e, inclusive, sobre la preservación de la paz. Las guerras parecieran no amenazar al siglo XXI desde la óptica tradicional. Ahora vienen de conflictos interétnicos (África ha sido un ejemplo patético), los provenientes del racismo, de la xenofobia, del terrorismo, de los nacionalismos extremos renacidos como fogatas, de la intolerancia religiosa, como se manifiesta en asesinatos masivos del otro.
Zonas específicas del planeta –caso Europa- deberán enfrentar el envejecimiento de su población mientras en ella aumenta la xenofobia hacia sectores migratorios a los que deben buena parte de su estado de bienestar. Ya dijimos que la palabra “campesino” abarca cada día a menos gente, lo que indica una concentración urbana cada vez mayor, al tiempo que las migraciones se le asemejan en volumen y en características. Al mismo, en muchas ciudades se forman barriadas casi sometidas a aun apartheid y que, de cuando en vez, estallan, produciendo destrozos generalizados. Se entremezclan los problemas, como lo hacen migración y urbanización. Como lo hacen unos y otros con el deterioro medioambiental que se manifiesta en los mares, en el aire y en la tierra. Parece asomarse la ética como tarea prioritaria.
La globalización avanza como fenómeno que se justifica a sí misma, un avance indetenible, mientras la política se estanca, o mejor se sumerge, para dar paso a tendencias autoritarias, a un eventual brote generalizado de totalitarismo. Hemos abogado por un encuentro de culturas, por un respeto a la pluralidad y a la diversidad. Sólo con tecnología no se puede, aunque la usemos para el bien del conocimiento y como una oportunidad única de aprender a respetarnos por el saber que adquiramos del otro.

III
Escasean los inventores de mundo. Se requieren protagonistas de la visión teórica de la política. Aquí las verdades se han derruido y hay que ir sobre las nuevas formas de la organización social. Lo que preside al mundo es la incredulidad. Los discursos viejos están deslegitimados. Alguien ha hablado de un ciclo ahistórico. Si no hay planteamiento filosófico-político emancipatorio en el sentido de dotar al sueño de un corpus de ideas tampoco habrá emancipación de     los graves problemas     que     nos     afectan.

Nadie habla de un encierro. La filosofía se hace de teoría y praxis. Hay que deconstruir los viejos paradigmas y realizar los nuevos modelos partiendo de la realidad del hoy. Los que se dedican a cultivar el pasado pierden la capacidad de pensar. Este ser humano inteligente está por alzarse del envoltorio terrestre hacia la búsqueda de una nueva casa y debe reorganizarse hacia la aparición de un nuevo orden social. El que no se de cuenta que ha terminado una época jamás estará en condiciones de iniciar otra. El fracaso de las ideologías se debió al intento totalitario de envolver la historia, la naturaleza y la vida. Debemos hacernos de un pragmatismo atento a las incitaciones del presente y a los desafíos de las circunstancias teniendo en la mano las respuestas de una filosofía política renovada. El amontonamiento de hechos y más hechos al que nos fuerza este presente de transición exige pensamiento.
El origen unitario de la vida nos obliga a la concepción de un humanismo global hacia un comunitarismo de entendimiento y aceptación de la diversidad. La diversidad del mundo nos obliga a revalorizar la solidaridad en un gran gesto de conciencia. Tenemos deudas pendientes por saldar: el diálogo intercultural, la admisión y el respeto de las diferencias, la ruptura de los lastres arrastrados por las viejas formas de organización política. El hombre de este tiempo vive la ruptura con un mundo que se tambalea. Hay que darle respuestas partiendo del principio de que el pensamiento es una forma de realidad.
La teoría política debe, pues, enfrentar al siglo XXI. Quizás el vacío provenga de la aplicación a las ciencias políticas del principio de que aquello que no fuese empíricamente demostrado quedaría fuera de significado. Es menester una pluralidad de ángulos de visión que la urgencia de encontrar una certidumbre sepultó. Ya no se requiere un corpus homogéneo, lo que se requiere es un intercambio fluido y permanente de diversas comprensiones. Algunos hablan de ofrecer no una mirada sistemática sino sintomática. Hablamos sobre una realidad, no sobre la inmortalidad del cangrejo. Es lo que otros denominan la teorización de la política y la politización de la teoría. Por ello hablamos de los problemas del mundo.
Tiene que haber una relación entre la teoría política y el funcionamiento de las democracias, hay que darle una respuesta común a las exigencias cotidianas de la democracia, por la muy sencilla razón de que la globalización ha tenido un efecto particular: todos los hombres, en buena medida, se están enfrentado a los mismos problemas, lo que para nada lleva al olvido de las particularidades, las que, por el contrario, se hacen manifiestas al pedir políticas de reconocimiento.
Sin pensamiento democrático renovado la tendencia será fuerte al enfrentamiento y al totalitarismo.
IV
La filosofía política teoriza sobre como deberían ser los fenómenos políticos. No se encarga de estudiar cómo fueron, son y serán. De ello se encarga la ciencia política. Es obvia su vinculación con la ética al preguntarse sobre las formas adecuadas para lograr la forma de vida mejorada, sobre la legitimidad y limitación del poder y sobre los deberes y derechos. Hay una vecindad con la sociología del conocimiento, de manera que algunos hablan de una sociología de la filosofía.
La sociología del conocimiento nació porque se daba por sentada la relación esencial entre pensamiento y sociedad. Temas políticos y filosóficos entremezclados están ya en Lao Tse o en el profeta Isaías. La cultura griega es prolija para estos ejemplos. Al fin y al cabo hablar sobre la Polis era un método de decir y escuchar lenguajes. El discurso filosófico sobre la política tiene un ejemplo en La República de Platón. Si la oratoria “propiamente” política es sometida a una mirada incisiva vemos de inmediato su aspecto filosófico. Quizás podamos recurrir a una expresión un tanto extraña, como asegurar que la filosofía se encuentra en una discusión política de plaza. Grecia tenía dentro de sí el impulso crítico que le permitía revisar las concepciones sociales. O el uso de la tragedia como expresión de las aporías de la ciudad. O los historiadores en la búsqueda de una explicación para el obrar humano. O más acá la lectura de Shakespeare. Quién podría ahorrarle a Maquiavelo el título de filósofo de la política, aunque algunos prefieran llamarlo el fundador de las Ciencias Políticas.
Norberto Bobbio en Teoría General de la Política es prolijo es explicar y definir ciencia política y filosofía política. A la primera asocia metodología de las ciencias empíricas y a la segunda la construcción de un modelo de Estado fundado en un postulado ético, la búsqueda del fundamento último del poder, la determinación del concepto de política y el discurso crítico sobre premisas de verdad que buscan la teoría de la óptima república. En cualquier caso incluye a El Príncipe como obra referente en la historia de las ideas políticas junto a Utopia de Tomás Moro y Leviatan de Hobbes.
Pero lo que nos interesa no es una calificación de Maquiavelo sino interrogarnos sobre el porqué el abandono actual de las ideas en el campo de la política y Bobbio nos es útil cuando señala las tres preguntas filosóficas básicas: ¿Qué me cabe esperar?, ¿Cómo debo de actuar?, ¿Qué puedo saber? Quizás estas sean exactamente las tres preguntas que el hombre contemporáneo no se está haciendo sobre la política y por ello no genera ideas y se hunde en el estancamiento político mientras genera innovaciones en el campo de la ciencia. Dos veces hemos mencionado política en el párrafo anterior en una repetición intencional. Así, porque entramos de inmediato en otro territorio que es el de la presencia constante de pensadores políticos, el de una población humana en cuyas formas de organización social no se refleja ese pensamiento y en el de unos gobernantes que siguen actuando con viejas fórmulas y ancianos conceptos.
Se han preguntado sobre la libertad y la han calificado en negativa y positiva (Isaiah Berlin), han definido a sus ensayos de metapoética como filosofía política (Felix Oppenheim ) o han llamado a la filosofía política norteamericana como decadente por carecer de ideales (Leo Strauss). Cito al azar, sin pretender hacer un listado que resultaría interminable. Lo que quiero significar es que no ha faltado quien se interrogue y ofrezca sus respuestas. En medio de la actual crisis de transición el pensamiento es rechazado y los políticos no ejercen lo político, no recurren a la forma de conocimiento superior que permita hacer inteligible la realidad política. Tal vez el quid se encuentre en una racionalización efectista de la práctica política y en una consecuencia de la llamada muerte de las ideologías, sin darse cuenta que lo que esto último implica no es el abandono de un corpus de ideas sino una libertad adicional para afrontar los problemas concretos sin tapaojos.
El debate sobre el tema no es nuevo. Se sitúa en los años 50 (the decline of political theory) y son pensadores anglosajones quienes lo inician. De 1965 a 1975 se habla de la “década del desencanto”. Todo esto es cierto, pero está centrada la discusión en contradicciones metodológicas y conceptuales al interno mismo de la filosofía política hasta el punto de haberse oído de su muerte. Luego se habla de su renacimiento, entre mediados de los setenta y ochenta.
En apoyo a mis constantes exigencias de un pragmatismo con ideas, hoy se acepta que resulta imposible establecer previsiones de tipo nomológico-deductivo y ni siquiera regularidades de larga duración en el camino de la política. Y muchos menos son susceptibles de verificación, medición o cuantificación. Todo conocimiento político a ofrecerse lo he definido, también hasta el cansancio, como una interrogación ilimitada. Para medirse con la creciente complejidad de las exigencias de la política de esta etapa de transición habría que usar la expresión del filósofo vienés Otto Neurath (Philosophical Papers) sobre la nave en situación de circularidad, que habla de cómo los marineros se empeñan en reparar la nave en mar abierto, sosteniéndose sobre viejas estructuras e imposibilitados de llevarla al muelle para proceder a reconstruirla.
Por lo demás, el tema central sigue siendo la democracia, en los principios que la han sostenido hasta ahora y en los nuevos de las cuales hay que dotarla, entre los cuales, como hemos visto, asoma como primordial la activae civitatis.

Links a lecturas del nuevo milenio
    Por el país del hombre (Primera lectura del nuevo milenio)
    http://www.scribd.com/doc/16340314/Por-el-pais-del-hombre
    El último texto (segunda lectura del nuevo milenio)
    http://www.scribd.com/doc/16635658/El-ultimo-texto
    Una interrogación ilimitada (Tercera lectura del nuevo milenio)
    http://www.scribd.com/doc/17545631/Una-interrogacion-ilimitada-Tercera-lectura-del-nuevo-milenio
    El nuevo mundo (Cuarta lectura del nuevo milenio)
    http://www.scribd.com/doc/22125906/El-Nuevo-Mundo-Cuarta-Lectura-Del-Nuevo-Milenio
   Zeitgeist (Quinta lectura del nuevo milenio)
   http://www.scribd.com/doc/39823530/Zeitgeist

























Sexta lectura del nuevo milenio
















Catálogo de incertidumbres
Si bien la expresión Nuevo Orden Mundial ya había sido utilizada desde los tiempos del presidente Wilson, fueron George Bush (padre) y Michael Gorbachov quienes la trajeron a este tiempo de donde queremos comenzar. Era una expresión para redefinir el tejido mundial al término de la Guerra Fría. Gorbachov pedía una especie de autoridad central conferida a la ONU que incluyese autoridad para recaudar impuestos y una fuerza de policía internacional que actuase como gendarme global, justificando su propuesta en que occidente se había apropiado de la globalización y que las naciones ricas se seguían aprovechando de las pobres. Gorbachov repitió su discurso en cuanta institución u organización visitó. La expresión volvió a ser utilizada por el Presidente Bush (padre) en un discurso que vaticinaba la guerra del golfo.
Frente a la caída posterior de la URSS Francis Fukuyama publicó El fin de la historia donde proclamaba que, al terminar el enfrentamiento ideológico de la Guerra Fría, el mundo de la política y de la economía estaría dominado por el pensamiento neoliberal que habría definitivamente vencido a las utopías. El motor de la historia, esto es, el deseo de reconocimiento, se había apagado y en consecuencia el liberalismo democrático reinaría único sobre todo el planeta.
La irrupción del terrorismo y del fundamentalismo islámico llevó a Samuel Huntington a la publicación de su libro El Choque de civilizaciones. Ya la guerra no sería entre ideologías enfrentadas, sino entre civilizaciones, retomando así un viejo concepto de Arnold J. Toynbee, aunque modificándolo, en lo que obviamente era una respuesta directa a Fukuyama. El atentado de Nueva York dio bríos a esta tesis y las concreciones del ataque a Afganistán y la segunda guerra contra Irak mostradas como la respuesta de la civilización occidental al planteamiento teórico de Huntington.
Era la última década del siglo XX que se ramificaba sobre el inicio de un nuevo siglo y de un nuevo milenio. El historiador británico Paul Kennedy publicaba Preparing for the Twenty-first Century (1993). Estaba presidido por la fama de su constante trabajo que encontraba expresión en el voluminoso The Rise and Fall of the Great Powers (1987). Su último libro The Parliament of Man (2006) lo dedica a estudiar el presente y el futuro de las Naciones Unidas.
Kennedy no aporta datos que consideremos de alto interés sobre el rumbo que tomará el mundo, aunque enumera los grandes problemas como los cambios demográficos y las transformaciones en las finanzas, las comunicaciones, la agricultura, la biotecnología y el medio ambiente. Quizás sea el primero que tuvo el acierto de agrupar a los países de un nuevo polo, aunque consideraba tal a China, Japón y la India. Bien sabemos que después se estableció la denominación BRIC para el conjunto de Brasil, Rusia, India y China. Kennedy no pareció entender el fenómeno que se daría en llamar glocalización -con un resurgir de lo local, de las formaciones intermedias y de la globalización-, al tiempo que proclamaba el resurgir del Estado, lo que es contrario a la realidad de deterioro del Estado-nación.
Otro brillante historiador británico, esta vez marxista, afrontaba en su pensamiento los desafíos del mundo de la primera década del nuevo milenio. En 2002 Eric Hobsbawm publicaba Sobre la historia. Su listado de incertidumbres variaba notablemente de las de Kennedy. Su mirada se centra en este libro en la hegemonía mundial, la guerra del siglo XXI, la dualidad entre derecha e izquierda, el futuro de Europa, la tendencia fundamentalista en las grandes religiones, las grandes migraciones, la complejidad del presente y la receta para entender el mundo actual.

Una idea lo ronda, una en la que todos vemos la única posibilidad: la gente tomando decisiones y determinando los acontecimientos. Obsbawm lo delinea como la gente corriente (preferiríamos hablar de ciudadanos) como factor constante de las grandes decisiones y no necesariamente por la vía de las revoluciones, sino como actor de todo momento.

Ahora bien, lo que nos interesa aquí es intentar una mirada sobre la política global. Es evidente un declive de las hegemonías, aunque occidente, y fundamentalmente los Estados Unidos, sigue proyectando una influencia determinante, como bien lo señala Obsbawm, por su enorme capital acumulado en educación y en las instituciones científicas. En consecuencia, comencemos a entender, como creemos lo ha hecho el presidente Obama, que la preponderancia no se mantiene ahora sobre el poderío militar.
Paul Kennedy, conocedor de la historia de los imperios como el que nadie, se ha ocupado del norteamericano. Su tema central ha sido el ascenso del moderno Estado Europeo y, claro está, los imperios, por lo que ha mirado a los Estados Unidos considerando que padecía de una “sobreexpansión estratégica”, lo que, a mi entender, ha sido perfectamente entendido por el presidente Obama. En un imperio, decimos nosotros, hay una relación directa entre expansión económica y gasto militar. El déficit comercial y público, más una deuda gigantesca, más los abusos de los centros financieros, llevaron a la crisis reciente norteamericana. Un gobierno que entiende los trasfondos de la realidad del nuevo siglo necesariamente se topa con una economía más lenta. Los recientes resultados en las elecciones legislativas de mitad de período reflejan la nueva situación. Hay una gran falta de coherencia social y muy poco entendimiento de parte de la población de las nuevas realidades mundiales. Sobre la eventual decadencia hay que insistir en que Estados Unidos se mantiene gracias a la educación y a la investigación tecnológica.
Sin embargo, me quiero referir a una observación concreta de Paul Kennedy sobre el imperio británico. Recuerda con acierto que una élite inglesa viajaba por el mundo, iban y venían de África y la India, mientras Estados Unidos parece seguir encerrado sobre sí mismo, siendo seguramente la época de John Kennedy la última en que el mundo miraba con atención a los norteamericanos y estos no recibían sólo insultos. Bush fue el último presidente que basó su estrategia sobre el poder militar. Obama es el primero que no lo hace y paga las consecuencias.
Ahora Obama se involucra en la repetición de un diálogo entre sordos al forzar el reinicio de las conversaciones entre judíos y palestinos, con un presidente de la Autoridad Palestina disminuido por el control disidente de Hamas sobre la Franja de Gaza y con un gobierno israelí de derecha que tiene en su interior a fundamentalistas de las condiciones del Ministro del Exterior Avigdor Lieberman. Lo hacemos porque nuestro paso siguiente es el asunto del Oriente Medio, las relaciones entre Israel y Palestina como foco de la gran perturbación mundial y seguramente como causa eficiente, en muchos aspectos, del desarrollo que tomará la política mundial.
Sobre esto, y mientras escribo, se produce un hecho a mi entender relevante. Una decisión de la UNESCO se refiere a la Tumba de los patriarcas en Hebrón y a la Tumba de Raquel como “sitios palestinos que constituyen tesoros culturales que ese pueblo desea proteger y compartir con el mundo”, agregando que la Tumba de Raquel es una mezquita. Por supuesto que la decisión provocó la inmediata ira israelí que anunció el fin de su cooperación con la UNESCO. Lo que el gobierno judío olvida convenientemente es que estos dos sitios situados en territorio bajo administración palestina fueron colocados en la bandeja del conflicto por una declaración suya que los establecía como lugares de interés nacional israelí.
Es obvio que ambos pueblos tienen interés en estos sitios, ambos sitios son sagrados para judíos y musulmanes y su destino ha debido ser objeto de conversaciones en un arreglo de paz, pero ya vemos que por el camino del diálogo directo, y bajo las actuales circunstancias, el avance es nulo. Lo que nos interesa destacar con este incidente es como el ingrediente religioso vuelve a posesionarse de la política inflamando un conflicto y reduciéndolo a un planteamiento exclusivista insuperable. Y la lista de sitios produciendo conflictos se puede alargar, muchos de los cuales se remontan a más de un milenio recordando a algunos la tesis de recurrencia histórica en el enfrentamiento religioso.
Un ángulo interesante es la decisión misma de la UNESCO, si la miramos como una de un organismo multinacional sobre el conflicto. Y no me refiero a temas como las innumerables decisiones del Consejo de Seguridad sobre asuntos puntuales. Me refiero a una tendencia que he defendido y que pasa por la creación del Estado Palestino por una resolución de las Naciones Unidas. Quizás la decisión de la UNESCO sea la muestra de la impaciencia de la comunidad internacional por atender lo que será un asunto clave en el siglo XXI. La crisis misma de la ONU, y las exigencias que brotan desde todos los resquicios sobre su inoperancia y necesidad de transformación, podría encontrar traducción en hechos, en una decisión global de gran envergadura.
He aquí, además, sobre dos monumentos históricos, que se replantea la envoltura religiosa sobre la política. Es menester ir a una injerencia de la política sobre lo religioso y mirar en detenimiento esto que llevó a Huntington a reclamar un choque catastrófico.
La ilógica contra el Islam
Si Giovanni Sartori no concluyese en tesis más que discutibles podríamos valorar mejor los planteamientos teóricos que formula en La sociedad multiétnica. Pluralismo, multiculturalismo y extranjeros. En cualquier caso ha abordado la gestión de la diversidad cultural sometida a prueba por las mareas migratorias y que, según él, ponen en peligro la identidad liberal europea. No obstante sus consideraciones definitorias de pluralismo implican el valor de la tolerancia, una sociedad de asociaciones múltiples y una diversidad política, aunque no podemos compartir la tesis de multiculturalismo como opuesto a las tendencias comunitarias. El error es que parte del Estado, de su coherencia, y sabemos bien que si algo se diluye es el Estado-nación. Sartori piensa que podría arribarse a una ciudadanía diferenciada lo que acabaría con los fundamentos básicos del Estado de Derecho o omniinclusividad de las leyes. El asunto está en que Sartori, sin decirlo, parece asegurar que los musulmanes son inintegrables. Ese supuesto valor de rechazo a la democracia es combatido por uno de los especialistas más reconocidos sobre el tema, Fred Halliday, quien sostiene, por el contrario, que la secularización del musulmán aumenta cuando emigra y el islamismo acaba convirtiéndose en un proceso individual sin consecuencias públicas para agregar que el problema no está en otra parte distinta de los anfitriones-receptores.
Muchos coinciden en que el asunto está radicado en el temor a la incertidumbre al que los estados occidentales deben responder. De manera que reacciona derivando todo hacia el terreno del combate al terrorismo. Le pasa al mundo occidental lo que le pasó a Europa cuya desorientación identitaria pluralista fue arropada por la alteridad demonizante. Se crean enemigos donde no debería haberlos.
Lo cierto es que los emigrantes llegan –ya es imposible que no lleguen- y por ello un excepcional español, José Daniel Barquero Cabrero, ha puesto sobre la mesa su tesis Method Persuasion System – MMPS (en Como evitar el choque de culturas y civilizaciones). Al hablar de los diferentes ángulos de la multiculturalidad inserta la visión comunitaria que permite la coexistencia y el desarrollo de los miembros de las diferentes culturas en una interculturalidad de respeto y equidad que contemple las libertades fundamentales y un enriquecimiento que da flexibilidad a la comunicación. Pero va más allá, al recordar que se rompe el modelo económico-financiero, el que da paso a la economía real, lo que exige la inclusión de nuevos valores atentos a la globalización y que tengan en cuenta la complejidad e incertidumbre de nuestro mundo. Eso implica mirar los Derechos Humanos no como una exclusividad de occidente sino como el conjunto relativo a bienes primarios que incluyen a toda persona. La sociedad receptora debe, entonces, al tiempo que hace respetar sus valores, imbuirse de reconocimiento y valoración del pluralismo cultural y religioso.
Barquero cabrero pone la reflexión en números: si se reduce la población mundial a cien habitantes nos daría este resultado: 55 asiáticos, 21 europeos, 14 americanos y australianos y10 africanos. Por color: 30 de raza blanca, 50 de raza amarilla y 20 de otras razas. De allí llama a la educación y a los medios de comunicación a evitar demonizaciones y a combatir la falta de diálogo y comprensión entre distintas civilizaciones y culturas
La nueva imbricación de política y religión
Si algo caracterizó la casi totalidad de la pasada centuria fue la separación entre política y religión. Posiblemente podamos encontrar el inicio de su nueva imbricación en la victoria del partido israelita Likud en la elecciones de 1977. En 1979 Jomeini asume el poder en Irán. En 1980 Ronald Reagan hace de la religión un estandarte. El brote de asalto a la política se produce desde las religiones monoteístas. Se acusa a la modernidad de un gran fracaso y se procura de nuevo el fundamento sacro de la sociedad. La conferencia islámica se hace una realidad. El centro del conflicto se localizó, y se localiza, en el tema israelí-palestino, amén del mencionado de búsqueda de una identidad en lo sacro.
Muchos analistas hablaron de un resurgimiento religioso que jamás se produjo. De manera que una de las paradojas consiste en gente cada vez más lejana de lo religioso y en las religiones tomando preponderancia política. Si bien escribo en los precisos momentos en que el papa Benedicto está por llegar a Barcelona en medio de protestas generalizadas, no dejo de recordar su polémica visita al Reino Unido. Quizás podamos definir la situación como un declive espiritual de las religiones paralelo a su injerencia en los asuntos geopolíticos producto de un estado de incertidumbre. La mezcla de religión y política le da a la primera la dimensión que pierde en otros terrenos.
Se centran los analistas del Islam fundamentalmente en el terrorismo fundamentalista. Por ello es bueno recordar que existen, además, el cristianismo, el budismo, el hinduismo, el confusionismo, el judaísmo, el brahanismo y el taoísmo, (sin que agotemos la lista) divididas quizás en cientos de expresiones diversas, más las llamadas sectas, las que podrán sumar miles. No obstante, nos interesan las monoteístas, pues de su seno viene la conjunción religiosa-política. Y es entre ellas que se produce el antagonismo que ha conllevado a que se hable de “guerra de civilizaciones”. Toynbee escribió que ese antagonismo e intolerancia provenía de una transferencia propia del sentido absoluto de lo divino al sistema concreto de fe y que eran sus numerosas coincidencias e identificaciones lo que provoca, paradójicamente, sus enfrentamientos. En otras palabras, esos conflictos conllevan a su absolutización en el terreno de lo político. El mundo musulmán, en décadas pasadas, no se apoyaba en gran manera en su baza religiosa, pero la gran derrota en la Guerra de los Seis Días y la evolución de Israel llevó a otras consideraciones que podían proyectarse a que el fracaso se debía al abandono de los preceptos religiosos. La derivación terrorista de algunos sectores islamistas no se haría esperar, aunque la casi totalidad de los Estados no se inmiscuyeron y algunos soterradamente financiaron y financian a esos grupos más por intereses geoestratégicos que por otras razones. En cualquier caso aparece la versión del islamismo como ideologización o politización del Islam que, hay que destacarlo, está dividido en derecha e izquierda y en numerosas versiones, tal como hay numerosas iglesias cristianas. Los sucesos políticos tomaron su expresión feroz en los enfrentamientos entre israelíes y palestinos lo que motivó a la gran y variada comunidad musulmana a buscar formas de organización y al brote de grupos como el de Hamas en la Franja de Gaza o Hezbollah en un fragmentado Líbano. Las expresiones las conocemos: referencias a los infieles, a la decadencia de la podrida sociedad occidental y, por supuesto, los emigrantes consideran sus valores superiores a aquellos de la sociedad donde el destino los condujo a aposentarse. Y el lenguaje posterior al ataque de Nueva York: eje del mal, justicia infinita, guerra al terrorismo.
Evidentemente se hace necesaria la devolución de lo religioso a la esfera privada, tarea nada fácil pues una vez abierta la caja devolver los fantasmas es harto difícil. La presencia de factores irritantes, fundamentalmente el problema israelí-palestino, continúa a llamar a la religión al plano de la acción política. Quizás Fred Halladay, vista la localización geográfica de los orígenes del conflicto, nos de señales en sus libros El Islam y el mito del enfrentamiento y The middle East in International Relations.
Halladay, a la par de negar enfáticamente la confrontación entre occidente y el Islam (lo llama “mito de la confrontación”) da su particular visión de la revolución iraní de 1979 la que para él no es más que un movimiento populista característico del tercer mundo. Y va más allá: le parece peronismo. De manera que el origen de la revolución iraní estaría en las mismas razones que en América Latina, tales como desigualdad, corrupción, ausencia de democracia y dominio extranjero del petróleo.
El orden de análisis pasa por el fin de la Guerra Fría, la caída del comunismo y el surgimiento de movimientos fundamentalistas islámicos. Huntington y los fundamentalistas se dieron la mano, convirtiéndose el “choque de civilizaciones” en mito propagado por sectores interesados tanto en Occidente como en el Islam y, sin negar los obvios conflictos, se niega a la par situarlo en la Edad Media. De esta manera el brillante analista británico consigue que la causa de los conflictos es esencialmente secular y por su ubicación tercermundista. Ante los argumentos en contrario recuerda el pasado colonial, el populismo o la dominación extranjera, de manera que la única originalidad que consiguen las revoluciones en esa parte del mundo es el giro islamista con que son envueltas.
De esta manera el que hable de la amenaza islámica como si lo fuera religiosa está absolutamente equivocado. Hay 54 países islámicos con los mismos conflictos que los no islámicos, conflictos derivados por el precio de las exportaciones, por los mercados o por el carácter histórico. Si se sigue esta lógica de análisis la respuesta a la intromisión religiosa en la política sólo puede ser contrarrestada por una mayor de la política en el asunto religioso, considerando que el fundamentalismo nace por el fracaso del secularismo modernizador y que algunos regímenes islámicos se sostienen proclamándose guardianes del Islam, mientras del otro lado la industria armamentista y la derecha más obtusa reclama más armas para hacer frente a la supuesta amenaza.
Los terroristas son una minoría escindida y dañina. Las civilizaciones no son la fuente del conflicto. Sin embargo, terroristas, fundamentalistas y extremistas occidentales, muchas veces con la ayuda de los grandes medios, han puesto sobre el escenario una islamofobia que se ha convertido en un elemento concreto de la política internacional y de la interna de muchos Estados.
Las acciones de intemperancia llevan a un brote de islamofobia en Europa encarnado en una extrema derecha que ocupa posiciones. Los ejemplos son muchos, como el holandés Gert Wilders quien ha visto triplicada su votación. En Alemania Thilo Sarrazin asegura en un libro que Alemania se deshace. En Suiza Oskar Freysinger, del Partido Popular, advierte que la inmigración islámica pondrá fin a la Europa de las luces. Aquí y allá se suceden prohibiciones.

La aparición del Tea Party en Estados Unidos debe tomarse también, en buena parte, como ejemplo de la irrupción religiosa en la política, porque elementos religiosos tiene. Sus planteamientos de vuelta a los orígenes filosóficos constitucionales aparecen envueltos en elementos nacionalistas, de agudo individualismo sustentados en un manto religioso. Ese nacionalismo es extremo, de bases étnicas y racistas, de restitución de la misión imperial que canta a la violencia y a la fuerza física. Es obvio que una fuerza sobrehumana entienden acompaña sus designios, una que bien parece ser una mezcla de destino manifiesto, historia y Dios. El 98 de los militantes del Tea Party es blanco, los intelectuales son el objetivo predilecto de sus iras, sus promociones van sobre valores militares y religiosos. Es la encarnación del fundamentalismo del otro signo en territorio norteamericano.

Sus líderes provienen de la llamada Corporate Class (mediana y pequeña burguesía) y así su ideario económico es una defensa exacerbada del mundo empresarial, de la responsabilidad fiscal, de la familia y de combate a un Estado que debe dejar de proteger con seguridad social pues debe volverse al viejo cuidado de los valores familiares.

Este brote religioso y la intemperancia que consigue expresión política, ya sea en Europa o en Estados Unidos, recuerda un tanto al antisemitismo de los años veinte y treinta europeos. El Estado-nación languideciente parece encontrar así un recurso con que detener su caída. Edward Said dijo que en lugar de hablar de choque de civilizaciones correspondía hablar de choque de definiciones. También en los veinte y treinta se prohibía el kipá (gorro ritual judío).

Los peligros mundiales reales y verdaderos son otros. Son los que enumeran intelectuales tan distintos como Paul Kennedy y Eric Hobsbawm, como los que enumeran tantos otros, donde la desigualdad, el hambre, la pobreza, los cambios climáticos o la injusticia recurrente ocupan espacio. Este mundo cambiante, este mundo en transición, ve, no obstante, hay que decirlo, brotes que pueden conllevar a un nuevo totalitarismo. La colocación de la religión en el terreno político es uno de esos elementos que nos hacen sentirnos aprehensivos y advertir.



































La Alianza de Civilizaciones
I
Si algo un crítico acervo de la política exterior española como yo debía al gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero era esta nota sobre un aspecto que se me ha revelado desconocido para la opinión pública venezolana.
La continua recepción de mensajes de evidente islamofobia donde se describe de manera tortuosa a islamistas tratando de incendiar a Noruega me determina a involucrarme en el tema. Es obvio que para alguien que disiente del presente gobierno venezolano los retorcijones de Moratinos justificando lo injustificable o de Trinidad Jiménez negando la existencia de presos políticos en mi país lo conducen a uno a un estado de irritación y lo hace aplazar otros aspectos.
El 21 de septiembre de 2004 Rodríguez Zapatero propuso a la 59 Asamblea General de la ONU una “Alianza de civilizaciones” que se refería a un paso adelante entre occidente y el mundo árabe y musulmán con el fin, entre otros, de combatir el terrorismo por la vía no militar. El organismo mundial ya había designado el 2001 como el Año de las Naciones Unidas del Diálogo entre Civilizaciones, de manera que la propuesta del presidente del gobierno español se dirigía a apuntalar una idea que ya estaba en la conciencia de la comunidad global.
La propuesta española recibió el apoyo inmediato del Primer Ministro turco Recep Tayip Erdogan, de la Liga Árabe y de una veintena de países de los cinco continentes. Estados Unidos tuvo una primera reacción mediante carta de la entonces Secretaria de Estado Condoleeza Rice donde manifestaba interés en la iniciativa no sin dejar de advertir que esperaba que los proyectos de la alianza fuesen “compatibles con los objetivos de Estados Unidos”.
En 2004 el entonces Secretario General de la ONU Kofi Annan dio un paso in avanti al designar un grupo de 18 personalidades para presentar a finales de 2005 un plan de acción. Entre los convocados estaban Desmund Tutu, Federico Mayor Zaragoza y el expresidente iraní Muhammad Jatami. La iniciativa sólo se materializó en 2007 cuando el nuevo Secretario General de la ONU Ban Ki-moon nombró al expresidente portugués Jorge Sampaio como Alto Representante de la Organización para la Alianza de Civilizaciones.
El impacto político mayor se produjo el 13 de mayo de 2010 cuando Barak Obama anunció la incorporación de Estados Unidos a la “Alianza de civilizaciones” diciendo que reconocía “el valor de la Alianza como una importante iniciativa que busca el mejor entendimiento entre las culturas y los pueblos”. Ya son 120 países y organizaciones que forman parte de este movimiento. No encuentro entre ellos a Venezuela.
La Alianza suscitó la reacción inmediata de la derecha. Se le han endilgado todos los calificativos, se le han listado todas las perversiones posibles y se ha convertido en tema polémico de política interna española. Sólo que desde esta oposición descontrolada la única respuesta parece ser que Huntington tenía razón y que un choque de civilizaciones es inevitable en una guerra sangrienta. El Parlamento Europeo no pudo aprobar una resolución de respaldo a la Alianza pues fue boicoteada por el partido Popular del viejo continente.
Muchas cosas se han hecho en este terreno, aunque la oposición derechista insista en que es un fracaso. El gobierno español ha mantenido una actividad incesante aprobando Planes Nacionales e invirtiendo recursos, recursos que son señalados por los críticos como dispendiosos. Proyectos y acciones dirigidos a favorecer el conocimiento mutuo, el respecto a la diversidad cultural y la transmisión de valores cívicos y de una cultura de paz. En mayo de 2010 el gabinete español aprobó el II Plan Nacional para la Alianza, el que contempla acciones hasta el 2014, de manera que no se ha cejado en acciones concretas y menos en el enriquecimiento de la parte conceptual de la Alianza.
La lucha es contra quienes promueven la intolerancia y el enfrentamiento y para promover la cohesión social, la comprensión mutua y la cooperación indispensable a la estabilidad internacional. El expresidente Sampaio ha estado activo incitando a los países miembros a impulsar planes nacionales. Si uno revisa con el detenimiento del caso encuentra, al menos, 57 actuaciones en cuatro ámbitos atribuibles al primer plan, de manera que asegurar que no se ha avanzado es una injusticia.
El plan cuatrienal español, por ejemplo, busca involucrar a fondo a la Comunidades Autónomas y a las administraciones locales, a la sociedad civil en pleno y a toda institución pública o privada. Aparte de seguir promoviendo la idea se busca el establecimiento de estrategias regionales para el sudeste europeo y el Mediterráneo. El plan abarca educación, juventud, migración, medios de comunicación e incorpora la igualdad de género. Por cierto, ante la sensibilidad particular de los movimientos feministas, hay que anotar que mujeres musulmanas y cristianas se han integrado en un grupo que forma parte de la Alianza.
Aquí se trata de hacer la paz y no la guerra. Intercambio de alumnos y profesores, actualizaciones científicas y tecnológicas, conocimiento de formas artísticas y de expresión, promover la libertad religiosa o de creencias y la convivencia pacífica entre ellas, respeto por los derechos humanos, lucha contra el racismo y la xenofobia, defensa de la mujer e igualdad de oportunidades. Lo contrario es aceptar lo inaceptable: el choque. Las propuestas llueven y vienen de Casa África, de Casa América, de Casa Árabe, de Casa Asia, de Casa Sefarad-Israel, del Instituto Cervantes, del Instituto Europeo del Mediterráneo, de la Universidad Internacional Menéndez Pelayo y de Fundaciones como Carolina, Pluralismo y Convivencia, Tres Culturas, o Euroárabe de Altos Estudios. La motivación es evidente.
En el plano internacional se realizan foros siendo el último del que tengamos noticias el III que tuvo por sede a Río de Janeiro. Los anteriores fueron en el 2008 en Madrid y en 2009 en Estambul. En 2011 será en Qatar (aunque deberíamos escribir Catar, según la nueva ortografía de nuestra lengua) y en 2012 en Austria. No es un campeonato mundial de fútbol pero ya vemos variedad de aspirantes procurando la sede.
II
Si retomo este tema, es también porque al final de la década Al Qaeda inunda de paquetes explosivos, el racismo y la xenofobia se manifiestan abiertamente, porque Merkel proclama el fin de la Alemania multicultural y porque el punto clave que está en Israel y Palestina luce obviamente estancado. Los indicios aparentes, desdeñosa apariencia, parecen confirmar un cuadro belicoso apto para extremistas.
Está dicho, en buena parte, en el artículo conjunto firmado por José Luis Rodríguez Zapatero y Recep Tayip Erdogan. Las crisis se propagan a la velocidad de un click, arguyen, y las iniciativas logran sus objetivos a lentitud exasperante, agregamos nosotros. Recordar que vivimos en un mundo interconectado y complejo en su transición, puede sonar a perogrullada, pero en cualquier caso una que hay que repetir.   
El III Foro de la Alianza de Civilizaciones se realizó, como ya hemos dicho, en Río de Janeiro, lo que es de suma importancia por ser el primero en celebrarse fuera del área euro-mediterránea. Asistieron nueve Jefes de Estado y de gobierno. “Cambiar mentalidades” se oyó repetir en las sesiones, en los pasillos, en los corrillos, en las inquietudes. 7 mil delegados de cien países lo decían. El Consejo de Seguridad de la ONU -los 15 países miembros por unanimidad,- lo reiteró. Ban Ki-moon habló de antídoto contra el odio, los prejuicios y los extremismos. La embajadora adjunta de Estados Unidos Brooke Anderson lo resumió así: “Una paz justa es necesaria para el éxito del diálogo como un instrumento para la resolución de crisis y el acercamiento entre el mundo occidental y el mundo árabe y musulmán". El subsecretario británico, de entonces, Alistair Burt , agregó lo suyo en respaldo.
III
Con todos los tropiezos propios de una iniciativa como esta, la Alianza de Civilizaciones ha sabido ocupar un espacio. Ha identificado problemas y se ha convertido en plataforma de acción. Bien podría denominarse como un instrumento de diplomacia preventiva. Algunos analistas la señalan como ejemplo de nuevo paradigma. Es un poder blando (soft power), qué duda cabe, pero las pretensiones del poder duro (hard power) nos llevarían a un pésimo camino. Aún se dan pasos para mejorar su organización interna y el aspecto del financiamiento, pero la ruta se camina. El diálogo transcultural implica, claro, la realización de proyectos interculturales. Amén de la ONU se pondrán en práctica los memorandos de entendimiento firmados con la UNESCO, la Liga Árabe, la Organización Islámica para la Educación, la Ciencia y la Cultura y el Consejo de Europa. El Mediterráneo es punto especial de atención usando para ello organizaciones regionales y multilaterales. Se conforma una red de universidades y centros de investigación para que ayuden a promover la cooperación, el intercambio de conocimientos especializados y la investigación conjunta. Está por crearse, si no se ha creado ya, un Fondo de Solidaridad de los Jóvenes. Quizás el verso de Machado sería el más apropiado de citar, ese que ustedes recuerdan de cómo hacer caminos.
IV
La diversidad implica una emergencia que el mundo afronta desde que es mundo y que generalmente resolvió mediante la guerra. Ahora la transformación de los choques debe traducirse a interacción de entendimiento.
Los que afirman la inmovilidad de la cultura recurren a un peligroso determinismo. Uno, además, negado por la historia humana. Sin embargo vuelven sobre el argumento para justificar una enemistad. Más aún, se usa el concepto de identidad como refugio ante la amenaza. El languideciente Estado-nación se refugia en viejos conceptos de Derecho que ignoran que ahora su nitidez ha pasado a ser borrosa. Los flujos financieros se mueven a la velocidad de la comunicación telemática, pero también lo hacen las miradas que se fijan en la existencia de otras realidades. Se asoman, igualmente, otras identidades que escapan a la visión homogeneizadora o unidimensional. El mundo está lleno de nuevas voces que quieren ser oídas.
No puede haber duda alguna sobre colocar la conceptualización de la democracia hacia un nuevo panorama de las relaciones internacionales humanas de este siglo. Es de ese punto que parte la Alianza de Civilizaciones como proyecto realizable. Puede generar principios nuevos de Derecho Internacional y lentamente lograr su inserción como derecho positivo.
Debemos aprender a pensar desde una escala planetaria sin descuidar las particularidades localizadas. La raza humana está obligada a un destino común. Diría, recordando ahora a quienes limitan globalización a economía, que debemos globalizar lo humano. Colonialismo y Guerra Fría quedaron atrás. Debe quedarlo también la intemperancia al asumir la cultura como legado común y al mostrar nuestros valores democráticos sin ocultar nuestras llagas. Muchas cosas tenemos que aprender de aquellos, los otros, que a su vez deberán aprender de estos, nosotros.




























Turquía, “la niña de tus ojos”

I
Ya son más de 45 los años en que Turquía tocó a las puertas de la integración europea. Lo hizo ante la Comunidad Económica (CEE) lo que conllevó al llamado Acuerdo de Ankara. Apenas en 2005 comenzaron las negociaciones para la adhesión plena. La Unión Europea es el principal socio comercial de Turquía. En ese momento el punto crucial era la ocupación militar de Chipre y la exigencia de respeto a los derechos civiles y políticos. Lo de Chipre se resolvió y la última reforma constitucional de 2010 ha sido celebrada por Europa. Otros puntos como la abolición de la pena de muerte también fueron resueltos y se avanzó –no tanto- en el reconocimiento de la minoría kurda. Ha adelantado programas de equiparación económica, en especial en la lucha contra la pobreza.
Turquía es miembro de la OTAN, de la OSCE y del Consejo de Europa y se ha esforzado en avances democráticos. Ha aprobado una Ley de Prensa dirigida a garantizar la independencia de los medios, retiró un controvertido proyecto de ley que consideraba al adulterio como delito, reformó el Código penal para incrementar los derechos de las mujeres y endureció las penas para combatir las torturas policiales. Esta última aberración no parece monopolio turco. Podría quedar pendiente el arreglo de un problema muy complicado, como lo es el de los kurdos. El Parlamento Europeo, por su parte, exige el reconocimiento del genocidio de los armenios en 1915.
La población turca se siente mayoritariamente europea, tiene un gobierno y una oposición de perfiles europeístas. Su crecimiento económico ha sido superior al 5 por ciento durante los últimos años, con algún altibajo, y la Organización para la cooperación y el desarrollo económico (OCDE) reconoce este crecimiento como el mayor de la zona y observa que su integración a la UE sería beneficiosa para ambas partes. Contrariamente al sentimiento europeo de los turcos, la población europea es mayoritariamente contraria al ingreso de Turquía.
La oposición inicial provino de Alemania, con una gran población turca en su territorio y por miedo a que la adhesión la aumente. Nicolas Sarkozy también ha manifestado resistencia. Las diversas posturas oposicionistas europeas van desde lo político hasta lo religioso, visto que en lo económico cada vez más se agotan las objeciones. De manera que veamos claro que el asunto fundamental sigue siendo que Turquía es un país musulmán. Pensar que un terrorismo fundamentalista se cuele desde Turquía es un exceso imaginativo, mientras que la xenofobia es una enfermedad propia de quien mantiene resistencia a lo diferente. Diferencias culturales hay, pero ellas, precisamente y junto a su condición de musulmán, es lo que nos lleva a muchos a pensar el ingreso turco a la UE como uno de los puntos fundamentales de estos primeros tiempos de un nuevo milenio.
Otra cosa muy distinta son los problemas derivados de las varias adhesiones de la Europa excomunista que ha llevado a excepciones, por ejemplo, en materia de circulación de personas, pero todo crecimiento tiene bemoles y en la fecha prevista 2014-2015 las objeciones de esta fuente estarán más que atenuadas. En cuanto a las objeciones o miedos de la población europea, especialmente de la austríaca, no queda más que acentuar la participación turca en los programas de intercambio cultural y educativo, en el programa marco de investigación y desarrollo, en el acrecentamiento financiero y técnico en materias de cohesión económica y social, en coordinación de política exterior para el mantenimiento de la paz en el Medio Oriente y en la región caucásica, o en riesgos para la salud o de protección ambiental. En el campo político estamos frente a la construcción de un modelo democrático en un país islámico. La crítica de perseverancia de un conservadurismo islámico en ese proceso no es precisamente lo que algunos países europeos pueden alegar como rémora. Lo cierto es que cabe imaginarse una unión de 30 estados con más de 550 millones de habitantes y colindante con Irak, Siria, Israel y las repúblicas caucásicas. Y con una población europea que pasaría a tener un 20 por ciento de población musulmana contra el 5 por ciento de hoy.
II
Los que alegan razones históricas en el sentido de que la Europa cristiana trascurrió en oposición al Islam andan todavía perdidos en el territorio del Imperio Otomano. O el alegar que las fronteras turcas son muy conflictivas implica un estira y encoge europeo que quiere tener una posición en el mundo, pero que se caracteriza por una política exterior de gran vacilación. Se alega que el apoyo norteamericano –recientemente ratificado por el presidente Obama-, es un intento imperial de dominio sobre Europa, sin mirar una verdad inocultable: el ingreso de Turquía resultaría en el entendimiento final entre occidente y el mundo islámico. Desde el punto de vista de la región mediterránea se pondría punto final a la controversia con Grecia, siendo ambos países receptores de armas europeas que se venden a los dos en un gesto de hipocresía sin mucho disfraz.
Ahora bien, no podemos partir de la idea de que Europa es un club cristiano exclusivista. Tal criterio fue negado en la redacción final del proyecto de Constitución Europea. Aquí se trata de laicismo y de respeto. En lugar de mirar hacia una democracia islámica turca lo que hacen es recordar y repetir que el Islam es “dificultoso” de integrar a las sociedades abiertas. Les atrae la idea de un mercado de más de setenta millones de consumidores, pero les preocupa las ayudas de modernización y actualización. Sin entrar en posiciones catastrofistas, hay que advertir que un rechazo definitivo de Turquía sería un mensaje letal al mundo islámico.
Mi posición al respecto está perfectamente bien representada en el documento firmado por Edgar Morin, Jean-Chrisphe Rufin, Guy Sorman y Alain Touraine titulado ¿Por qué debemos recibir a Turquía? Y he allí se comienza por decir lo que todos saben pero simulan ignorar, esto es, que el Imperio Otomano fue una potencia europea desde el siglo XIV y lo fue hasta el nacimiento de la Turquía moderna. Además Turquía se hace indispensable para despertar a la lánguida Europa hacia un papel en el mundo nuevo y a una relación con el mundo islámico distinta de las maneras que alimentan el conflicto del Oriente Medio.
El punto claro es si se concibe una relación de paz con el mundo islámico o no, y admitir o no que esa relación de entendimiento pasa por Turquía y por ninguna otra parte.
Turquía, lo decimos sin ambages, es uno de los nombres claves para saber hacia dónde irá el mundo en el siglo XXI.
Mediterráneo: Guía para perplejos


¿Une o separa a tres continentes? Flanco meridional de Europa y septentrional de África. A través de Gibraltar con el Atlántico, el sur de Rusia por el Bósforo y al próximo y lejano Oriente por la Península de Sinaí. El mediterráneo es uno de los centros de gravedad fundamentales. En su totalidad sólo lo ha dominado Roma, que lo designó como Mare Nostrum y durante cinco siglos logró una unidad de cultura y civilización.

Primero los bárbaros, carcomiendo las estructuras administrativas romanas, y tres siglos después los árabes, rompieron esa unidad. Vaya pasado el de este mar: Atenas, Alejandría, Constantinopla, el Renacimiento, Alejandro, las Cruzadas. Los árabes lo flanquearon y atravesaron España. Los turcos lo usaron hasta llegar a las puertas de Viena. Mare Nostrum o Mediterráneo (Mar Medi Terraneum, o mar en medio de las tierras) sus aguas las surcaron bizantinos, griegos, romanos o turcos y en medio del enfrentamiento de los polos mundiales las flotas norteamericana y rusa. Judaísmo, cristianismo e Islam sobre sus aguas con tres expresiones monoteístas de la única revelación. De Bujara (actual Irán) llegaron hasta Al-Andalus los mensajes del filósofo y médico Avicena. El califato musulmán de Bagdad estaba pleno de poetas, músicos, escritores y matemáticos. Desde allí partieron los relatos de Las Mil y una Noches. Cien bibliotecas tenía la ciudad de Bagdad. Comienza a traducirse del griego al árabe y por allí, en Córdoba, Avempace deja Incoherencia de lo incoherente. La filosofía no contiene ningún elemento que se oponga al Islam, concluye Averroes. Maimónides deja Guía de Perplejos.

No había hostilidades religiosas. Los otrora adalides de la intelectualidad son hoy llamados del Tercer Mundo. Atrás quedaron la Escuela de Traductores de Toledo. Abraham ben Hiyya y Moseh Sefardí, (Pedro Alfonso latinizado), que hacían conocer a Europa la ciencia musulmana.

No rememoramos en vano. No se ha apoderado de nosotros una repentina nostalgia. Recordamos que el Mediterráneo puede unir. Hoy pasan por él más de dos mil buques, por el estrecho de Gibraltar se hacen cruce a diario más de 200 navíos. Cada año la navegan 200 millones de toneladas de mercancías de las cuales más del 60 por ciento son productos petrolíferos. Libia suministra a alemanes, italianos y franceses. Tal vez el 80 por ciento de las necesidades europeas pasen por el Mediterráneo. La bota italiana lo divide en las cuencas occidental y oriental. La importancia de Sicilia la conocieron muchos. De uno de los dos lados las costas de España, Francia, Italia y las de Túnez, Argelia y Marruecos. Del otro, las costas de Libia y Egipto, la península del Sinaí y puerto de Gaza, Noráfrica y Asia Menor. La antigua Yugoslavia, Albania, Grecia, el estrecho de los Dardanelos custodiado por Turquía entre el lado oriental y el Mar Negro. Índico, Egeo, Adriático. Los grandes oleoductos que llevan el petróleo del Oriente Medio hacia la sedienta Europa.
Durante los últimos siglos el mar en medio de las tierras ha sido escenario de rupturas, de fracturas, de separaciones y distanciamientos, el abismo entre Europa, Asia y África. Inevitable espacio de la Guerra Fría hasta escenario por donde cruzan las nuevas migraciones de quienes huyen de la miseria y donde los lanzadores de piedra sacados de una tragedia griega apuntan se librará un choque de civilizaciones.

La necesidad de la estabilidad no ha escapado a las buenas mentes que la entienden como absolutamente necesaria para Europa y el mundo árabe-musulmán. En 1995 se inicia un proceso que encuentra expresión en el llamado “Proceso de Barcelona”. Se conjugan allí los esfuerzos previos del Consejo Europeo reunido en Lisboa en junio de 1992 y de Essen en 1994. En la capital catalana se reunieron los Ministros de Relaciones Exteriores de Europa y de Argelia, Autoridad Palestina, Chipre, Egipto, Israel, Jordania, Líbano, Malta, Marruecos, Siria, Túnez y Turquía. Como invitados La Liga de los Estados Árabes y la Unión del Magreb Árabe (UMA), y Mauritania. El compromiso era preciso: hacer del Mediterráneo un espacio de paz y estabilidad y suscribir los tratados de acuerdo con los mandatos de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, la Carta de Naciones Unidas, y el Derecho Internacional. El impulso hacia la creación de este espacio euromediterráneo consigue refuerzo cuando España y Portugal se suman a la entonces Comunidad Económica Europea.

La colaboración debía ir, conforme a los acuerdos, en lucha contra el terrorismo, tráfico ilegal, xenofobia, racismo, intolerancia, pobreza y enfermedades epidémicas; a desarrollar los países facilitando la inversión privada; a la modernización de las industrias, aumento de los servicios y posibilitar la transferencia de tecnología y la renovación de las telecomunicaciones, lo que contribuiría a reducir el desempleo e incrementaría las cotas de bienestar y prosperidad; al fortalecimiento de la democracia, a la erradicación del analfabetismo, a la educación capaz de integrar a todas las capas poblacionales; a impulsar fuertemente el respeto a los Derechos Humanos, a consolidar las instituciones democráticas, a fomentar las correcta gestión de los asuntos públicos y a conseguir la participación de la sociedad civil en las ONG; a propiciar intercambios culturales con el fin de iniciar un dialogo multicultural y multireligioso. Se podrían implementar por la vía multilateral o bilateral entre Estados concretos. De ese origen han provenido numerosos tratados bilaterales, pero el espíritu de Barcelona parece hoy borroso sin que los grandes medios lo recuerden.
No obstante, la necesidad de procurar mediante el diálogo la superación de las fracturas civilizacionales o religiosas que se fueron introduciendo en los pasados siglos, la de procurar la democratización real para permitir a los millones de musulmanes instalados en Europa un poder legítimo derivado de su peso demográfico, la de la presión indeclinable por el arreglo del conflicto entre Israel y Palestina, la de superar la fractura cultural mediterránea y procurar en cualquier sitio el alejamiento de los prejuicios, del racismo y de la xenofobia, siguen encontrando expresiones concretas como la “Alianza de civilizaciones”, a la que ya nos hemos referido, o como la “Primera Asamblea de Ciudadanos y Ciudadanas del Mediterráneo”, celebrada en Valencia a mediados del 2010. Importante esta último porque ya no involucra a los Estados, como la Alianza, sino a las sociedades civiles, a los ciudadanos comunes y corrientes. La creación de un espacio mediterráneo a partir de la gente, las desigualdades en materia de género y la ausencia de una política común que permita el rápido desarrollo del sur, tuvieron espacio y discusión. Europa se queda sin gente y cinco millones de jóvenes del Magreb buscarán empleo. Aparte de las definiciones sobre políticas migratorias, cosa de los Estados o de la Unión Europea en su conjunto, la gente común de esa reunión pidió proteger el sistema productivo agroalimentario del sur del Mediterráneo y atender las energías renovables y el respeto al medio ambiente en el proceso de explotación de los recursos naturales. Allí quedó esta frase: “Es necesario que las dos orillas comprendan que el choque de las ignorancias es el peso más grande entre nosotros”.
El evento, coordinado por la ONG CERAI (Centro de Estudios Rurales y de Agricultura Internacional), el Movimiento Europeo Internacional y la Universidad Europea de Tirana y con el patrocinio institucional de la Fundación Charles Léopold Mayer, Casa Mediterráneo y Casa Árabe, no se quedó en las nebulosas sino que planteó los puntos más álgidos sobre como pensar el Mediterráneo, la ciudadanía con sus derechos y responsabilidades, la construcción de un espacio sostenible de paz. Y dos cosas fundamentales: Favorecer la integración económica y política en el marco regional, permitiendo a ciertos países salir de su encerramiento y trabajar por la superación de los temores mutuos y dar un sentido humano, político, cultural, medioambiental y económico a una comunidad mediterránea de pueblos.
Una de las cosas fundamentales, a nuestro entender, es no mirar el mundo árabe-musulmán como una unidad y menos como una donde se amontonan todas las amenazas. Allí hay Estados laicos, regímenes autoritarios, diversas tasas de analfabetismo, inversiones diversas en educación, regímenes de partido único o parlamentos de adorno, sumados a otros con notables avances. Es un mundo de una gran heterogeneidad donde las visiones simplistas conducen a la incoherencia de lo incoherente, si queremos recordar a Avempace.
En 2003 fue creado el “Foro Mediterráneo de las Culturas” (Euromed, Fundación Anna Lindh) con 35 países miembros y Alejandría como sede. Fomenta el dialogo entre la UE y los países del Mediterráneo a través de la investigación y estudio; participa en proyectos de cooperación al desarrollo, edita libros, ofrece conferencias, seminarios, cursos de formación, conciertos, muestras de cine, ejerce toda clase de actividades culturales con el fin de estrechar lazos de comprensión.
Como vemos, los esfuerzos no han faltado ni faltan. Compromisos morales y políticos (a veces jurídicos), respeto por las especificidades y valores propios de cada quien, la democracia y el respeto a los derechos humanos, la lucha contra la pobreza, la solución pacífica de las discrepancias.
Pero he aquí los temas de la gran polémica.
II

El interés mediático se centra en las migraciones que llegan, en los conflictos que se suceden y en las políticas restrictivas europeas. Obviamente hay mafias que trafican con seres humanos, aventureros que embarcan a decenas de personas en frágiles pateras y, seguramente, las dificultades de una política migratoria a nivel europeo que incluya evitar que esa migración sea vista como al margen de la voluntad y control de la sociedad. Obviamente surge de nuevo la necesidad del diálogo, no sólo entre los europeos entre sí, sino también con los países del sur.
Sobre España, especialmente sobre las Islas Canarias, llegan las pateras, barcos llenos de albaneses a las costas italianas, cruzan las fronteras kurdos, europeos del este, orientales, todos buscando una vida mejor. Desde buena parte de Europa se toma como un simple problema de seguridad. No sólo la pobreza impulsa los flujos migratorios. También la nueva economía mundial, los contactos acelerados permitidos por los avances tecnológicos y el conocimiento de un mundo que ha dejado de ser misterioso e inaccesible. Ya hablé en otra parte del espacio que se contrae. Los Estados están perdiendo la capacidad de determinar quien entra y quién se queda. Por el otro lado la Europa envejecida requiere de los emigrantes que ejecutan los trabajos peor pagados y más peligrosos y que le permiten la viabilidad financiera del estado de bienestar.
Ya el 1.3 por ciento de la población europea viene de un Estado mediterráneo no miembro de la UE. Esto es 5 millones de personas que a su vez son el 30 por ciento de los extranjeros residentes en el viejo continente. La ONU maneja el concepto de “migraciones sustitutivas” frente al hecho inocultable del vaciamiento poblacional de Europa que tiene para 2050 cifras alarmantes. Es obvio que el problema migratorio hay que mirarlo desde una óptica común europea y común con los países de donde provienen los ciudadanos aterrados que huyen, literalmente huyen, de las fauces que se los devoran.
Sin embargo el fenómeno migratorio está ligado a otras consideraciones. El conflicto clave, como lo hemos señalado hasta el cansancio, entre Israel y Palestina que muchos asocian al terrorismo y que, sin duda, provoca la radicalización de sectores musulmanes, y al que se atribuye, no sin razón, el desvanecimiento de “El proceso de Barcelona” al que hemos hecho referencia. Como se menciona, desde variados sectores, no haber limitado la cooperación a lo multilateral, lo que se asegura ha aumentado, en lugar de disminuir, el desnivel económico, como resultado de cooperaciones bilaterales no siempre exitosas.
La atribución general del terrorismo al islamismo, matriz que en América Latina parece haberse consolidado, no conduce a otra cosa que a reforzar el fundamentalismo. El terrorismo no viene de una cultura o de una religión. Viene de una impotencia. Con los prejuicios arraigados difícilmente se podrá ver al Mediterráneo como hibridación, mestizaje y posibilidades. Tal vez Europa debería ocuparse de su propia crisis como condición indispensable para la recuperación de la fortaleza perdida que hoy la lleva al miedo.
III

La división del Mediterráneo, primero bipartita y luego tripartita, en la Alta Edad Media, puede acaso darnos una idea sobre la autoforjada superioridad atribuida a sí mismo por occidente. Los Papas así lo proclamaron. Seguramente fue Inocencio IV quien la inauguró al hablar de la insolencia de los sarracenos, el cisma de los griegos y la ferocidad de los tártaros. Occidente definió como herejías a las dos culturas religiosas a las que se enfrentaba, la sarracena y la islámica. Las palabras de moda: blasfemia, idolatría, apostasía, herejía. Abundaron, entonces, también las disidencias, cismas y rupturas en el seno del cristianismo. Todas marcadas entre oriente y occidente. Los tintes políticos quizás comiencen con el enfrentamiento entre iconoclastas e iconodulas (imágenes o no imágenes), o entre francos y bizantinos, pero no es nuestro objetivo realizar una historia religiosa, aunque por allí asomen pleitos de jurisdicción. Lo que nos interesa poner sobre el tapete es que de tantas rupturas provino el avance del Islam. Otros no lo ven como fenómeno perturbador, dado el aporte islámico a occidente en ciencia y cultura, pero sí como nacimiento de lo que se ha dado en denominar el otro religioso. Las divisiones del cristianismo y entre cristianos y judíos copa la escena, mientras el Islam aparecía como la verdad única, como la unidad de todos los creyentes. No se trata de ningún modo de una reacción contra Jesús y Moisés, sino de rescatarlos de las falsificaciones que, según los maestros islamistas de entonces, hacían cristianos y judíos. Por supuesto que hay variantes de todo tipo, como la versión reduccionista de María al colocarla como madre de un hombre y no de un Dios y así se llega a colocar a Mahoma como superior a Jesús. Para el cristianismo esta insurgencia de Mahoma era una profunda anomalía y los ataques se sucedieron: falso profeta, arribista que sedujo a una viuda rica, herético, responsable de violencia e intolerancia, un castigo de Dios a los cristianos por sus pecados, Mahoma como perro inmundo, cloaca de inmundicias. En fin, el cristianismo procuraba reducir al islamismo a una disidencia surgida de su seno. Había que enfrentarlo como fuese, aún con el martirio. El mundo era incompatible con los propios vecinos. También se sucedieron los esfuerzos por limar visiones tan reducidas, pero el fracaso se asomó y desde el lado islámico se respondía con expresiones como bárbaros, adoradores de ídolos o infieles.
La creación de estereotipos se origina en el imaginario y el odio es hijo de la ignorancia. Los puentes hacia el otro tenían bombas de reservas. El mundo islámico de hoy no sólo ha evolucionado en lo político sino que conserva también una sensibilidad hacia las influencias externas y una marca indeleble del Islam como ética. Los especialistas consideran, no obstante, que los graves problemas del mundo musulmán provienen de no aceptar en el plano religioso la posibilidad de un desarrollo, esto es, el peso excesivo de la relación con Dios afecta todas y cada una de las manifestaciones de la vida lo que conlleva a un anquilosamiento no vedado en El Libro. Según estos conocedores, un Islam oficial cayó sobre la sencillez de los principios coránicos cargados de vitalidad. Sólo construir sobre la fe tiene sus bemoles frente a una Europa racionalista y laica –en esto último a pesar de los esfuerzos por incluir en la Constitución europea la mención sobre el origen cristiano- que cree en un progreso indefinido. De la imposición de la “superioridad” de los principios y valores occidentales no puede partir el diálogo. El diálogo debe provenir del intercambio y de la fecundación mutua hacia el respeto, uno que conlleve al abandono de objetivos igualitarios. Un ambiente de siglos presenta problemas. Europa tiene ante sí realidades concretas y el mundo islámico luce cargado de inquietudes y deseos, lleno de solicitudes que le llegan de todas partes, incluso de su propio seno. La armonización es la tarea. Europa va a ella desde sus profundas debilidades y crisis, desde el bienestar pero también desde el bajón moral que sufre. Quizás la sentencia sea que el mundo todo ha dado pasos atrás en civilización

No hay en este mundo globalizado islotes. Las ideas de occidente, y la técnica, han llegado al mundo islámico y han modificado su psicología y formas de organización como la familia donde la autoridad del jefe no se discute, aunque haya sido atenuada hasta el punto de hablarse ya de dos generaciones. El punto de las mujeres es asunto a mirar con detenimiento, como lo haremos. Lo cierto es que los jóvenes se hacen sentir y los asuntos religiosos se trasladan al pleno personal abstrayéndose paulatinamente del social. En el plano político y hasta sindical se notan asimilaciones y no es extraño encontrar partidos que incluyen en sus programas la democracia política. Hay cosas que son de los hombres y no de Dios.


IV


Por supuesto que en el mundo musulmán hay textos relativos a los derechos humanos donde se enumeran las libertades que deben estar garantizadas a toda persona, aunque la especificidad conduce nuevamente a que deben ser interpretados conforme a las leyes islámicas. Los modelos de derechos y libertades de occidente son resistidos, en nombre de rechazo a una imposición de principios o instituciones que consideran ajenas a su cultura.
Es evidente un rechazo al pluralismo en los países islámicos posiblemente arraigado en las luchas por la independencia lo que requirió envolver a toda la sociedad en una especie de unanimidad que aún conduce hoy a la represión de resquicios de oposición política o a sectores minoritarios que reclaman su especificidad.
Por supuesto que la situación varía de país a país. Lo hemos dicho: no se identifique el conjunto como algo homogéneo. Los hay con declaraciones a favor de la democracia, los hay pluripartidistas, en otros se han abierto procesos de democratización y en otros hay férreas dictaduras de símbolo personalista. Inclusive en su seno se echa mano de la lucha contra el fundamentalismo para tratar de justificar la abierta o semi disimulada represión. La vigencia del partido único es común a muchos de ellos y en muchos las aperturas de cara al mundo sólo han sido apariencias.
El tema de los derechos humanos sigue pendiente. Una cosa a destacar es la confusión entre Islam e integrismo. Hay un Islam moderado que defiende que el Estado haga respetar los principios de su religión e incluya valores universales y uno radical o integrista que quiere volver a los comportamientos de la época del Profeta.
En materia de derechos humanos debemos detenernos en el tema de la mujer en el Islam porque las violaciones reales o supuestas son un motivo de permanente irritación. Es paradójico que el primer libro sagrado que declaró la igualdad de hombres y mujeres, El Corán, hoy sea interpretado de manera equívoca o conlleve a prácticas aberrantes como la ablación. En efecto, las referencias sobre el particular son abundantes en este texto. La fijación del matrimonio como permanente, como el llamado al respeto de la pareja y las órdenes precisas de gentileza del hombre hacia su esposa, lo que lo obliga a no someterla a ansiedades o incertidumbres. En El Corán se menciona con gran respeto, por ejemplo, a las esposas de Adán, Abrahán y a las madres de Moisés y Jesús.
Sobre el velo, las justificaciones que los islamistas colocan son como que en occidente el valor fundamental de la mujer está en su atractivo, lo que conlleva a gastar tiempo y dinero y a hacerse esclavas de Revlon, Vidal Sasson, la moda y la vanidad. El Hijab, (del árabe "jajabah") que traduce fuera de la vista o esconder, es justificado, entonces, en una fuga de vanidad terrenal, lo cual vuelve a implicar a Dios en todo lo de este mundo. La moda, la vida y la cultura moderna pasan a ser literalmente engaños de Satanás. Otra cosa muy distinta piensa el feminismo islámico, como seguramente otra cosa seguiremos pensando nosotros antes estos argumentos.
Se alega que la mujer está situada detrás del hombre en la oración como signo de sumisión. Se responde que es simplemente una norma de disciplina y concentración y como no está permitido tocar el cuerpo de una persona del sexo opuesto, para cumplir con este precepto, y evitar distracciones, se les separa. Sea velo (Hijab), sea que cubra la cara (Niqab) o que cubra todo como la Burka, lo cierto es que occidente lo toma como agresión a la mujer y ordena prohibirlo en sus países. Del lado islámico se responde que está prohibido a las mujeres dejarse ver por extraños, pero que en casa puede lucir todos sus encantos. El rostro es nuestro.
Cierto es que desde un texto que proclama la igualdad de la mujer a una sociedad esencialmente patriarcal hay un muy largo trecho. Quizás si miramos un poco a la mujer en el judaísmo entendamos este tipo de cambio, a veces a favor, otros involutivos. En los tiempos bíblicos la sociedad hebrea era patriarcal. La ley era la subordinación al hombre. Estaba sujeta a la autoridad paterna hasta el matrimonio y entonces pasaba a ser propiedad del marido. Tenía la mujer serias prohibiciones legales pero también estaba protegida contra el abuso y el maltrato y se le consideraba esencial en la trasmisión de la identidad religiosa. Luego, la condición de la mujer fue mejorando a partir del siglo XI cuando se estableció al hombre la prohibición de ser bígamo o divorciarse sin el consentimiento de su esposa. Sólo en 1846 se le otorgó a la mujer la igualdad religiosa. Los más conservadores accedieron al cambio en 1984, mientras los ortodoxos aún se niegan a aceptarlo. La mujer israelí goza de todos los derechos.
En el islamismo asistimos a un movimiento feminista que reivindica su papel en el Islam. Quiere en la práctica igualdad de todo género tanto en la vida pública como privada. Para ello apelan a los ya mencionados principios establecidos en El Corán y arrecian las críticas contra interpretaciones patriarcales. Por supuesto que el dañino fundamentalismo sostiene la incompatibilidad del feminismo y el Islam, al calificar al primero como una invención occidental resultante de una aborrecible modernidad. Lo cierto es que el feminismo islámico se extiende por el Maghreb, el Máshreq y Asia, además de países fuera de la región y ya hasta han celebrado congresos internacionales.
El movimiento otorga a la educación un valor fundamental en la autonomía femenina. Ciertamente los primeros conceptos y avances provinieron de las mujeres iraníes laicas los que corrieron por Sudáfrica, Egipto, Turquía, Europa y Estados Unidos. La exigencia era la de reinterpretar la jurisprudencia musulmana. Por cierto han sido intelectuales musulmanes los que han planteado las relaciones entre el Islam, la democracia y los derechos humanos, contribuyendo al auge argumental del movimiento feminista.
Debemos, entonces, concluir que los mensajes de igualdad de género han sido pervertidos en nombre del Islam mismo hasta borrar la contradicción entre la palabra revelada y el patriarcado y de lanzar al cesto la igualdad de los sexos. En los países sometidos al fundamentalismo se mantienen restringidos los espacios de la mujer. Si uno revisa los blogs de mujeres musulmanas –también usan la tecnología- se leen expresiones como que la lucha no es por usar minifalda sino contra el machismo o que el feminismo es una manera de decir que las cosas van mal como la aplicación de leyes discriminatorias en nombre del Islam, la ablación, la lapidación o los castigos corporales. Y alegan cosas como estas: no vamos a encontrar la solución en el código de familia sueco o en las leyes civiles danesas, lo nuestro es desarrollar líneas propias conforme a nuestros valores. Si bien la lucha es dura, hay que reconocer los avances en países como Irak, Siria y Líbano, todos ellos con leyes que consagran la igualdad de derechos.
Para quienes no somos especialistas en religiones la discusión sobre si tal o cual mención de El Corán debe interpretarse de esta o esta otra manera no nos interesa. Lo que sí, es la comprobación de que las culturas no son estáticas y la precisión histórica de que los logros han sido precedidos de arduas batallas. Como bien lo dice otra bloguera musulmana los occidentales se pierden en análisis paranoicos y el mundo islámico en el arte de la contradicción. Agrega que para los occidentales la mujer musulmana goza de todos los records de discriminación, alienación y atraso y en consecuencia occidente considera debe ir a defenderla y a salvar. Falta a occidente la comprensión de que no existe un modelo único de emanciparse y entender a las mujeres musulmanas que apelan a sus propias referencias y a su propia concepción de la libertad, derechos e independencia sin complejos ni culpabilidad. Y concluyen: hay muchos conceptos universales que son nuestros, pero la referencia a lo universal no es referencia exclusiva a lo occidental, de manera que haría bien occidente en abandonar su etnocentrismo y su arrogancia cultural. Eso sostienen.
V
El mundo en que vivimos es de alta complejidad, uno donde unidad y diversidad deben darse la mano. La crisis presente es de transición, una donde se requiere más que nunca la mundialización de la solidaridad y del humanismo. El Mediterráneo es el escenario localizado de la realidad mundial. Establecer allí la comprensión requiere el esfuerzo de superar las concepciones teológicas de la política, por una parte, y de un falsa superioridad por la otra. Debería comenzarse por entender que lo opuesto a las verdades profundas son otras verdades profundas. Turquía deberá integrarse a la Unión Europea como uno de los dos pasos claves. El otro es, obviamente, la resolución de la cuestión palestina.
El mundo está ensimismado en sacar cuentas. Edgar Morin dejó dicho: “En este final de milenio, la nave-Tierra navega en la noche y la bruma. Nuestra Tierra, este bien, según la antigua definición de la voz planeta, astro errante. Estamos ante la gran aventura desconocida. Nuestras esperanzas, sin ser en tanto que utópicas, son improbables. Pero lo improbable ha tenido siempre su azar histórico. En la historia hemos visto a menudo, ¡qué pena!, que lo posible se convierta en imposible y podemos presentir que las más ricas posibilidades humanas sean todavía imposibles de realizar. Pero hemos visto también que lo inesperado, como la caída del muro de Berlín, es posible y real. En ocasiones hemos visto que lo improbable se produce más que lo probable. Sepamos pues esperar lo inesperado y trabajemos por lo improbable”.

Al borde del inicio de la segunda década de este siglo el único camino posible es trabajar por lo improbable y esperar lo inesperado. Por ello nominamos apelando al título de Maimónides.







El planeta herido


I

No es una invención, aunque no falte quien diga que los ecologistas exageran. A lo que asistimos es a una depredación exacerbada e irresponsable. Se contamina el agua, el aire y la tierra en un acto de prepotencia indescriptible.

La ciencia y la tecnología parecen desbordadas en sus efectos dañinos, pero más allá se requiere un alto grado de conciencia en la población toda. El consumismo sin freno sin reutilización de los envases de aquello que consumimos, empresas voraces devorando selvas o poblaciones pobres desforestando para obtener el combustible con que cocinar y países desarrollados enviando a la atmósfera emisiones contaminantes, son apenas puntos de un extenso listado.

Se deteriora la geoesfera con pesticidas y productos químicos peligrosos. Se deteriora la hidroesfera, advirtiéndonos que el agua puede ser causa de serios conflictos futuros. Se poluciona la atmósfera con tóxicos originados en la quema de energías impuras. Cambia el clima y la temperatura ambiental se ve trastocada con efectos de extrema gravedad. Residuos nucleares circulan en busca de un depósito, la capa de ozono se adelgaza permitiendo el paso de dañinos rayos ultravioleta. Se extinguen especies animales y vegetales con la consecuente ruptura de la cadena alimenticia y desaparecen numerosas especies.

Los actores políticos se han planteado acciones que cumplen a media o no cumplen. Se ha producido un alza de conciencia generalizada en el hombre depredador, pero pareciera no resultar suficiente. Muchos países han implementado proyectos ecológicos, mientras otros se muestran renuentes. En algunos casos se prohíbe, en otros se procura limitar, en algunos incentivar a empresas para tomar medidas protectoras. Los movimientos ecologistas libran sus batallas. Pareciera que lo que se debe atacar son las dinámicas económicas y culturales que producen el daño.

Entre el hombre y la naturaleza están los procesos de producción, distribución, consumo y acumulación, de manera que la relación entre el hombre y la naturaleza resulte indefectiblemente marcada por la economía. El inmenso volumen de recursos naturales que devoran las empresas de esta economía y que son procesados indiscriminadamente, la concentración de la producción en reducidos espacios urbanos y el afán desmedido de lucro, pueden mencionarse someramente al inicio. Pero los pobres también contaminan como efecto directo de su pobreza, porque se ven obligados a deshacerse de los residuos de cualquier manera ante la carencia de adecuados servicios o porque deben quemar materiales de alto valor ecológico para satisfacer sus necesidades básicas. El consumismo desenfrenado alentado por una obsolescencia planificada y una publicidad que fabrica necesidades, más un proceso hambriento de acumulación de riqueza, conllevan a enmarcar el problema ecológico en el campo de la economía mundial y, por supuesto, en el campo cultural. Pero hay más, mucho más. La determinación de los recursos a utilizar y la concentración en lo que se ha dado en llamar expresas transnacionales que llegan a la explotación     intensiva.

Entra en juego el concepto de desarrollo sostenible dentro del cual pareciera debemos hacernos de nuevo preguntas básicas, como las relativas a quién el hombre, qué es el mundo y la relación entre ambos. El problema, entonces, no es simple, pues implica una reflexión antropológica, cosmológica y ética. La pérdida y dispendio de recursos son fuente de pobreza y la pobreza así creada en fuente de deterioro ambiental. Hay que adecuar el progreso al bienestar común, al de todos, simple fórmula para el desarrollo sostenible, pero de infinidad de aristas políticas que lo impiden.

Un caso específico de fundamental importancia es el del agua. Millones de personas mueren cada año o por no tenerla o por ingerirla contaminada. No se trata sólo de salvaguardar los recursos hídricos, se trata también de un problema práctico y ético a la vez., esto es, no se limita a una perspectiva científica o técnica. Nadie es el propietario de este planeta. El agua debe ser considerada desde la perspectiva del destino universal de los bienes. No debe olvidarse jamás que 2.600 millones de personas viven con dos dólares al día en los países más obres del mundo. De manera que hay considerar el cambio climático y todos los problemas coadyuvantes dentro de un proyecto de lucha contra la pobreza.

Estamos, como es obvio, ante uno de los problemas fundamentales del mundo, sin obviar las posiciones catastrofistas de algunos. E implica aristas como un replanteamiento del modelo energético o un punto de gravedad sobre el sistema económico hegemónico. El calentamiento global se debe a los gases de efecto invernadero. Un habitante de los Estados Unidos emite 20 toneladas al año y un chino 3,8 toneladas al año.

Ya vivimos intensos períodos de sequías y largos períodos de inundaciones lo que conllevará a la disminución de la producción agrícola especialmente en los países pobres. El agua disminuirá, también especialmente en zonas planetarias pobres lo que hace estimar que en 2080 unos 1.800 millones de personas sufrirán escasez del líquido. Subirá el nivel del mar y las estimaciones sobre personas que serán víctimas de inundaciones son aterradoras. Numerosos ecosistemas se verán afectados con el riesgo de extinción de especies. La salud empeorará, especialmente entre los pobres. Cada cifra que he utilizado en este párrafo, cada advertencia grave, la he obtenido del PNUD, la organización para el desarrollo de las Naciones Unidas, no de ningún grupo ecológico alarmista. La Convención Marco de la ONU sobre el Cambio Climático (CMNUCC) ha puesto la agenda, pero no sin la queja esperada: los países ricos no cumplen con esta convención.

II

No se puede avanzar sin acuerdos mundiales y ellos han sido intentados. Llamamientos éticos sin traducción jurídica se quedan en el ámbito individual. Algunos de estos eventos han tenido un éxito relativo, como la Conferencia de Montreal en 1987 que logró la reducción de clorofluorcarbonados en un alto porcentaje o la de Río en el 92. La cara amarga comienza a aflorar frente al cumplimiento del llamado Protocolo de Kioto (1997) que tenía como propósito reducir la emisión de gases que provocan el efecto invernadero. Estados Unidos no firmó y los países emergentes rápidamente compensaron las reducciones anunciadas. La Cumbre de la ONU sobre Cambio Climático celebrada en Poznan (Polonia) para buscar salidas a Kioto no presentó avances. Como se recuerda Kioto procuraba reducir 6 por ciento gases de infecto invernadero y los países industrializados se comprometían a reducirlos en un 5.2 por ciento para lo cual debían emplearse tres mecanismos: de desarrollo limpio, de comercialización de emisiones y de implementación conjunta. La Conferencia de Copenhague fracasó en la emisión de un acuerdo para sustituir al incumplido Protocolo de Kioto. Sin embargo, se acordó que no debía permitirse un aumento de la temperatura ambiental promedio en más de 2º C cuando se esperaba se estableciese en 1,5º C y sin que se acordasen las reglas del juego. El fracaso impidió establecer metas a largo plazo (2050) y se dejó a cada nación la voluntad de reducir las emisiones contaminantes para el 2020. Para “compensar”, las naciones industrializadas se comprometieron a aportar 30 millardos de dólares para ayudar a las naciones pobres a superar los efectos perniciosos sin precisar quienes los aportarían, qué naciones se beneficiarían o qué tipo de energía renovable se preferiría.

Por su parte el Comité IPCC de la ONU constataba que para 2008 se había registrado un aumento del 40% en emisiones de CO2 sobre los niveles medios de 1990, que las capas de hielo de la Antártida y Groenlandia se derretían a una taza de diez metros por año y un sinfín de advertencias nada tranquilizantes. Es evidente la falta de voluntad política, la ausencia de un liderazgo en la lucha contra el cambio climático y fallas originales en la organización del evento danés.

En esta situación se produjo la reunión de México. Lo surgido de Cancún repite lo acordado en Copenhagen y deja gran parte del asunto en la ambigüedad. No hay compromisos vinculantes. En Estados Unidos, por ejemplo, disminuye el número de ciudadanos que cree sea verdad el calentamiento global, no sin aristas políticas, pues es entre los republicanos y entre los afiliados al Tea Party donde la descreencia es mayor.

III
Ciertamente, y a pesar de los esfuerzos, no existe una conciencia global de este gravísimo desafío. Y tampoco se acepta que el asunto va más allá de proteger la biosfera y la naturaleza en general. Estamos frente a un problema de modelo económico, político y cultural. Lo que se requiere es quizás demasiado para el hombre de este tiempo: un planteamiento filosófico ontológico, una sensibilidad biófila que procure una reafirmación de la vida en sustitución del nihilismo que hemos descrito profusamente en nuestros textos. No se trata de marchar hacia un ecocentrismo, se trata de desmontar al hombre como dictador de la naturaleza. Más aún, se requiere fijar la observación sobre los medios de producción, sobre la infraestructura económica. Estamos frente a un sistema de producción depredador y frente a una “descultura” de la vida.
Hay “ecologistas” a ultranza que con sus extremismos contribuyen a evitar la creación de conciencia. Paralelamente se desarrolla en muchos la idea de que los reclamos para atender este desafío provienen de enemigos del progreso o de gente que quiere detener la economía mundial. En realidad hace alrededor de 40 años que este grave asunto fue puesto sobre el tapete, con sucesos como la Cumbre Mundial de Estocolmo y el informe del Club de Roma “Más allá de los límites del crecimiento”. Desde allí quedó bajo una mirada acuciante la idea de un crecimiento indetenible y armonioso y con ella el imperio de la razón. La relación entre el hombre y la naturaleza, bajo los ojos del racionalismo científico antropocéntrico, comenzó a ser sometida a serios cuestionamientos que incluyeron inclusive a la Iglesia Católica, hoy muy activa en el tema ecológico.
Este grave riesgo debe ser asumido también dentro del parámetro de transición global que hemos venido definiendo. Forma parte del descrito necesario cambio de paradigmas e implica, en consecuencia, una permutación de mirada. Supone, pensamos, cambios en la definición social. Deben mediar, resulta obvio, cambios estructurales genéricos pues al hombre no se le cambia por un simple acto de voluntad. Nos enfrentamos a un quiebre civilizatorio, al de unas ideas sobre las cuales se construyó todo un sistema de producción y distribución de bienes, toda una organización social y, consecuencialmente, un modelo humano. No se trata sólo de que la naturaleza está afectada por la acción del hombre. Es el hombre el que está afectado por la acción del hombre. Y lo está por el modelo civilizatorio construido por él. Esta casa global lo es de la vida y la solidaridad se extiende, entonces, a una armonía vital.
Absorción barata de recursos naturales, comercio desigual, explotación indiscriminada por un lucro igualmente indiscriminado. La crisis del planeta es una crisis de civilización. Como siempre, se trata de un asunto de filosofía política, siempre pensando que cuando usamos la palabra filosofía implicamos pensamiento y acción. Es menester sacudir la inercia global y exigir una reconfiguración del modelo civilizatorio, lo que incluye la descentralización del poder y de la toma de decisiones y un ataque frontal a un sistema productivo depredador, una deshomogeneización que permita recuperar la diversidad y el retorno a una ciudadanía de pleno ejercicio, la superación de las transacciones del mercado como límite a lo económico y hacer de la ética y la equidad elementos fundamentales para la comprensión de la sustentabilidad, la introducción de la sustentabilidad ecológica de la economía como una oposición lo suficientemente fuerte a la visión exclusivista del crecimiento económico, la difusión de los ecosistemas como escala de la economía y su imposibilidad de sustitución por el capital fabricado por el hombre.
En suma, también en la economía deben ser cambiados los paradigmas. Una vez más, la reaparición del dominio de la política sobre la economía, pues esta última debe estar sometida a objetivos de evaluación social, democráticos, amplios y consistentes. De flujo circular de dinero, de circuito cerrado entre producción y consumo, de sistema mecánico autosostenido, a una nueva mirada sobre las interrelaciones dinámicas entre los sistemas económicos y el conjunto de los sistemas físico y social. En suma, articular la economía sobre nociones biofísicas fundamentales como las leyes de la termodinámica: el respeto por los ecosistemas pasa por impedir generar más residuos de lo que ellos toleran, no extraer de los sistemas biológicos más de lo renovable, rescatar los indicadores biofísicos del dominio del dominio de los indicadores monetarios. Todo esto y más, pero el envoltorio es el sistema socioeconómico que domina todos los problemas medioambientales. Richard Norgaard (Una sociología del medio ambiente coevolucionista) lo definió con precisión: interpretar la actividad económica y la gestión ecológica como un proceso coevolucionario. Un dominio retomado de la política sobre la economía impondría a las decisiones un límite ecológico, la toma en cuenta de los efectos no contabilizados en el mercado, esto es, rompiendo la disociación entre la formación de los precios y la biosfera y la comunidad.

La palabra solidaridad no está en los textos de economía. Esto es que hemos definido repetidas veces como economía con rostro humano también puede serlo como “economía de solidaridad”. La economía, sí, pero la crisis ambiental debe ser enfrentada como parte de la crisis general que es el núcleo de este interregno donde los paradigmas caen, los episteme se disuelven o el universo simbólico se encuentra envuelto por una nebulosa. Hemos estado, y seguimos estando en este campo, en un paradigma tecnológico ahora desafiado por un paradigma ecológico. La filosofía se ha preguntado sobre el destino del hombre y ahora la pregunta, desde el tema que nos ocupa, se repite. En economía se sustituye la periclitada idea del crecimiento ilimitado por la nueva del desarrollo sostenible. En sustitución de las viejas ideologías brotan movimientos feministas, pacifistas y ecologistas, pero es el paradigma ecológico como nueva ciencia el que responde a este desafío concreto, a esta crisis específica que afecta a la supervivencia humana por agotamiento de la casa. El demiurgo se tambalea. Deben revisarse las relaciones entre ciencia y política y repolitizar el campo de los debates epistemológicos.

Esta es la sociedad del riesgo, qué duda cabe (Ulrich Beck, La sociedad del riesgo, 1986), pero de uno donde el valor de una ciudadanía emergente con conciencia política lo influye. Es necesario someter la tecnociencia a un control político democrático y ello implica educación y mecanismos de decisión acordes con el desafío. La vieja alianza entre ciencia y política ya llevó sus productos al extremo del agotamiento, tal como lo hemos repetido, productos como el Estado-nación o la economía depredadora. La crisis ecológica al menos ha servido para cuestionar el dominio de la economía sobre la política. El alborozo de una filosofía ecologista servirá para terminar de ponerle fin. La nueva alianza entre ciencia y política deberá servir para delinear y construir las instituciones del mundo que llega. La política, así, reabsorberá al poder y lo reconvertirá en un encuentro con la potencialidad de la vida humana.





















Las autopistas científicas asociales

Es obvia la influencia de la ciencia y la tecnología para la configuración de las sociedades modernas. Entre ambas -que conviven en beneficio mutuo- han modificado, no siempre para bien, la relación con la naturaleza y la interacción entre los seres vivos, han influenciado sobre las posiciones filosóficas y han delineado estructuras sociales y políticas.
El siglo XX fue especialmente rico en avances en estas áreas, desde el inicio mismo de la revolución industrial, con consecuencias dramáticas sobre la organización social. La teoría de la Relatividad abrió el espacio a la especulación cosmológica y la aparición de la teoría cuántica revolucionó las leyes de la física. Luego vino el auge de la biología, con el desciframiento del ácido desoxirribonucleico (ADN), de la biología y genética molecular. El estructuralismo, la antropología, el auge del neoliberalismo, infinidad de cambios y perspectivas. La noción de progreso ilimitado ya se tambaleaba a fines de este siglo prolijo en avances científicos y el papel de la razón como guía suprema era cuestionado.
En el campo filosófico se trasladaba el tema científico-tecnológico a la crítica social. Luego de tan notables avances el hombre llegó a creerse el dueño de todo. La Conferencia Mundial sobre la Ciencia (Budapest, 1999) planteo con claridad la necesidad de generación de un nuevo contrato social para la ciencia y la tecnología, entendido como el adaptarlas a las nuevas realidades políticas, sociales y medioambientales. La exigencia es la de orientar la ciencia y la tecnología hacia las necesidades de las poblaciones humanas para propiciar un desarrollo integral y atender la demanda social sin valor de mercado. Se asignaba un papel a la ciudadanía sin que se precisaran mecanismos para lograr esta democratización.
Lo cierto es que hoy las sociedades se voltean hacia la ciencia reclamando un papel de poder en la producción de conocimiento, de control social y el de un nuevo estatuto epistémico para la ciencia.
Las tecnologías actuales de la comunicación y la participación privada en el financiamiento de las investigaciones científicas convierten los resultados en mercancía. Desde el mundo pobre se reclama investigación sobre líneas no capaces de producir beneficios económicos y en otros se procura la obtención forzada de medicamentos para enfermedades como el SIDA o se cuestionan las patentes de las grandes empresas farmacéuticas. El propio informe del PNUD de 1999 dice con meridiana claridad que en los programas de investigación es el dinero el que decide y no las necesidades sociales. En este mundo unos 2000 millones de personas carecen de acceso a medicamentos esenciales como la penicilina y sólo la mitad de los africanos de un año de edad están inmunizada contra la difteria, la tos ferina, el tétano, la poliomielitis y el sarampión.
Se asiste al planteamiento de la necesidad de un nuevo contrato social para la ciencia que permita ponerla al servicio directo de los problemas sociales. Esto es, se debe partir de la ciencia como base de valores de desarrollo cultural, bienestar, equidad y justicia social (entendida como la satisfacción de las necesidades básicas de todos los miembros de la sociedad) y una influencia determinante de esa sociedad en determinar los valores a satisfacer.
Lo que hemos tenido es una concepción, según la cual, el desarrollo científico y tecnológico se supedita a lo que tiene de aportar al crecimiento económico. Una subida en el Producto Interno Bruto no significa desarrollo social. La ciencia y la tecnología deben ser insumos para ayudar a este proceso. El PNUD ha estado publicando numerosos informes sobre desarrollo humano cambiando el énfasis sobre los aspectos económicos y procurando sustituirla por una visión del hombre. La concepción del desarrollo sustentable pasa por la aceptación de que es la capacidad de la gente para decidir e implementar el arma fundamental contra el subdesarrollo. Ciencia y tecnología son herramientas para ello, pero hay que ponerlas al alcance de esas poblaciones, lo que implica esfuerzos de comunicación y educación y un diálogo de intercambio, no un discurso monologante.
Ya no podemos mirar a las sociedades en su relación con la ciencia como sujetos excluidos o pasivos, para considerarlos activos en el sentido de su capacidad de exigir y obtener proyectos de investigación útiles a sus intereses. Es lo que algunos han denominado apropiación social de la ciencia y la tecnología. No se trata de que la ciencia no haya tenido siempre el propósito de atender necesidades humanas, lo que se trata ahora es de definir a los agentes científicos como parte de un sistema dirigido a la resolución de los problemas sociales.
Por supuesto que paralelamente hay que llevar a las comunidades a la capacidad de reconocer sus problemas productivos, sociales o ambientales. Esto es, el concepto de desarrollo humano autosustentable. Como se ha sido dicho en numerosos documentos el conocimiento científico y tecnológico ha ampliado la brecha entre países industrializados y los países en vías de desarrollo, amén de haber causado deterioro del medio ambiente y exclusión social. Así se plantea una internalización de la ciencia para una cultura de paz, lo que implica ampliación de los seres humanos que se benefician de la investigación, la expansión del acceso a la ciencia como un componente central de la cultura y un control social de la ciencia y la tecnología y su orientación a partir de opciones morales y políticas.













La pobreza como expresión de desigualdad
Reducir la pobreza a la mitad para 2015, está entre las metas del milenio. Los más afectados por la pobreza son los niños. Más de mil millones de ellos la padecen. UNICEF plantea mejorar las tasas de supervivencia infantil, fomentar la atención primaria a la salud, vacunarlos, escolarizarlos, alimentarlos, mejorar el saneamiento y el acceso al agua potable, crearles un entorno protector, promover políticas a todos los niveles de los gobiernos.
La pobreza excede a los aspectos económicos para incluir los no materiales y ambientales. Esto es, pobreza es no tener la oportunidad de vivir una vida larga, sana, creativa y en el respeto de la dignidad humana. Para ello hay que exceder de los esquemas del Producto Interno Bruto ante la realidad de una riqueza mal distribuida y llegar a otros medidores como esperanza de vida, consumo diario de calorías y otras.
Las causas de la pobreza son los problemas políticos, las crisis financieras, los desastres naturales, la gestión inadecuada del medio ambiente, utilización incorrecta de los recursos naturales, la falta de educación, la corrupción administrativa, un injusto sistema económico de explotación, la ausencia de políticas tendientes a resolver el problema de la exclusión.
La lista es larga y ha sido respondida por los organismos como el PNUD: fomentar las expresiones de demandas de la gente y la participación política, garantizar el espacio democrático, movimientos de iniciativa popular no controlados por el poder, asociación y organización de la gente, interacción entre pueblo, mercado y Estado.
Sin embargo, las causas más profundas de la pobreza no parecen estar en los listados de los organismos intergubernamentales ni las respuestas parecen cubrir el espectro de las soluciones. Hay un círculo vicioso típico cuando los países desarrollados ofrecen fondos para combatir la pobreza y no permiten el acceso de los países en desarrollo a nuevas tecnologías que permitieran incrementar sus niveles de productividad. Hay demasiados intereses políticos y económicos de por medio. No se trata de escasez de recursos pues la FAO sostiene que los hay para alimentar a una población mundial diez veces superior a la actual. En los países del tercer mundo destaca, por ejemplo, la escasa posesión de la tierra por las mayorías y la falta de acceso al crédito y a los instrumentos mínimos para explotar la tierra. El dominio de las instituciones y formas políticas por una minoría egoísta bien podría encabezar la lista de las causas de la pobreza. Esto conduce, a su vez, a vicios graves en las instituciones.
No hay causa única, pero todas giran en torno a las privaciones, como la educativa, o de equivocaciones intencionadas o no en la práctica económica. Una vez más aparece la expresión desarrollo sostenible como consecuencia de una economía del conocimiento. Existe una profunda desigualdad social que abarca desde el derecho al trabajo, acceso a los servicios básicos, consumo de alimentos, desigualdad en el reparto de los ingresos y, sobre todo, desigualdad en el reparto del poder político.
Para enfrentar la pobreza hay que recurrir a todos los medios, desde la economía hasta la psicología, desde la salud pública hasta la conformación de nuevas bases de poder, desde la educación hasta la seguridad social. La comunidad debe ser el punto de partida y la estrategia fundamental la autogestión comunitaria. Esto es, la organización de la gente en democracia y equidad para superar la iniquidad social de acuerdo con sus propios objetivos y metas y donde los procesos de intervención se limitan a suministrarle los insumos técnicos o financieros que requieran para ayudarlos a conseguir sus propósitos. Los logros así obtenidos se convierten en instrumento político, a lo que temen los dueños tradicionales del poder. Desde los gobiernos se debe incentivar la descentralización y el fortalecimiento de los gobiernos locales como forma de estímulo a la participación comunitaria y al ejercicio de la auditoría social que conduzca a un combate efectivo contra la corrupción.
II
Los índices más conocidos (índice de Hambre Global-IHG) indican que la pobreza sigue golpeando severamente a 29 países y matando de desnutrición a más de 2,2 millones de niños cada año. De manera que parece lejana la obtención de la meta trazada en los objetivos del milenio. “Médicos sin Fronteras” se queja de la baja calidad nutricional de los alimentos que suministran los donantes internacionales. Aparece entonces la falta de voluntad política sumándose a las causas económicas, estructurales y sociales. Un problema social exige una solución social. La complejidad del problema abarca desde la falta de liderazgo hasta el bajo precio de los productos agrícolas, desde los malos gobiernos hasta la ausencia de un proceso educativo, no sólo masivo sino de calidad y, en tantos casos, específico al desarrollo comunitario que se aborda, tal como hemos visto. Es un asunto de cambio del entorno social y de abandono de prácticas económicas reñidas con lo humano.
Compartir la información de manera solidaria, la edificación de sistemas sanitarios que no discriminen en calidad entre ricos y pobres, el estímulo a la iniciativa ciudadana en lugar de verla como un peligro contra el poder tradicional, el establecimiento de una auténtica contraloría social que evite la corrupción y la erradicación de la conciencia colectiva –tan común en América Latina- de los pueblos sentados a la espera de la concesión gubernamental.
Hay un orden global injusto y un problema de derechos humanos. Qué casi la mitad de la población mundial tenga un escaso porcentaje de la renta global implica la necesidad de una ruptura de un orden internacional hipócrita e injusto, de un reacomodo de los parámetros económicos hacia una economía con rostro humano. Si la globalización pasa sobre las fronteras también debe pasar el logro de la justicia.
III
El desarrollo de lo humano
Nadie ha ignorado la necesidad de un sistema comercial y financiero abierto y no discriminatorio o del acceso libre de aranceles y cupos de exportaciones de los países menos desarrollados o el problema de la deuda o de la sugerencia de un porcentaje del PIB de los países donantes. Los petitorios, análisis y sugerencias están en todos los documentos que analizan la situación del comercio y de las relaciones económicas internacionales. O las presiones sobre las empresas farmacéuticas para proporcionar acceso a los medicamentos esenciales. Ni siquiera faltan el establecimiento de líneas de teléfonos o del aumento en el uso de celulares para facilitar el acceso a las nuevas tecnologías y a la información en general.
Lo que se ha dicho es precisamente que con los actuales avances tecnológicos, conocimientos y recursos financieros es posible superar la pobreza extrema, mientras se recuerda el déficit en la asistencia para el desarrollo y su mala calidad. Y nadie ha pasado por alto que las políticas comerciales siguen negando a los países pobres una participación justa en la prosperidad global.
Ciertamente nadie puede negar que desde que se comenzaron a publicar los informes sobre desarrollo humano se ha avanzado en salud y educación y hasta en democracia pluralista, pero tampoco nadie puede o debe aferrarse a esos indicadores para celebrar siquiera la aproximación a un nuevo clima de justicia. Mil millones de personas siguen en pobreza extrema con un dólar al día, la mortalidad infantil sigue siendo penosamente alta y enfermedades como el SIDA han causado estragos. Este mundo sigue siendo peligrosamente desigual.

En el interior de los países la desigualdad de oportunidades se manifiesta por el género, la identidad del grupo o la ubicación geográfica. Se requiere una distribución más equitativa y políticas fiscales con poder de transformación social. Las estructuras de poder niegan la participación. En el plano de la ayuda internacional todavía encontramos que por cada dólar destinado a la cooperación se gastan diez en presupuestos militares y se establecen condiciones muchas veces desconcertantes. Las desigualdades estructurales es el comercio persisten. Las barreras contra los países pobres son tres veces más altas que las que aplican los países ricos entre sí. Siguen los ricos subsidiando su sobreproducción agrícola en porcentajes que equivalen en un día a lo que equivale en un mes la asistencia al sector en los países en vías de desarrollo. Más allá, se recuerda que el comercio es un medio y no un fin en términos de desarrollo humano, aunque muchas normas de la Organización Mundial del Comercio sigan intensificando las desventajas de los países pobres.

El desarrollo humano consiste en libertad y en formación de capacidades y las condiciones básicas son tener una vida larga y saludable, disponer de educación y de acceso a los recursos necesarios, una activa y decisoria participación en la vida comunitaria y en la determinación política de la sociedad en que viven. La desigualdad es freno fundamental al desarrollo de lo humano y causa esencial de la pobreza. Con este flagelo no puede haber cohesión social.

Hablamos en términos de derechos humanos, no de concesiones. La cuantificación debe hacerse en términos más allá de lo meramente financiero, debe hacerse en términos sociales y políticos, esto es, debemos combatir el acceso desigual a los recursos y en la distribución del poder. Sin combate a la desigualdad no habrá reducción satisfactoria de la pobreza. El desarrollo de lo humano supera la esfera de la economía para introducirse en los individuos como personas, lo que incluye la cultura. Más allá de las consideraciones técnicas sobre el ingreso per cápita o los índices de productividad hay que mirar hacia el capital social y la formación de ciudadanía. Hay que accionar sobre ese imaginario de cultura en procura de un desarrollo integral colectivo. El punto donde centrarse es la gente. Es lo que sustentamos al definir el desarrollo humano como “empoderador”.



















Crociverba






















El desarrollo humano en cultura
Vamos aceleradamente hacia una sociedad de tejidos. Ya no hay culturas encerradas sobre sí mismas. Un concepto de desarrollo sostenible pasa obligatoriamente por los diversos contextos culturales. Debemos comenzar por respetar este pluralismo y no concebir el desarrollo como una continuación de las pasadas sociedades imperiales. Esto constituye un estímulo enriquecedor. No puede ser que un esfuerzo por mejorar la condición humana se convierta en un empeoramiento de la calidad de vida y que el sueño del crecimiento ilimitado conlleve al subdesarrollo.
Ya hemos señalado lo que debe ser la nueva alianza entre ciencia y desarrollo sostenible. Una al servicio del hombre y de sus necesidades, de su calidad de vida y de su liberación, de su rescate como sujeto de historia. Centrar el crecimiento únicamente en lo material es un error. Todo modelo de desarrollo que ha ignorado el aspecto cultural ha fracasado. Hay que situar la cultura en el núcleo del desarrollo. Desarrollo no es sinónimo de crecimiento económico.
La globalización ha permitido el intercambio de ideas y valores. Las culturas actúan sobre el proceso de cambio económico y deben ser entendidas como fuente de imbricación y no de conflicto. El neoliberalismo mira a la cultura con desdén, como un epifenómeno de la economía. El desarrollo de lo humano pasa por sus variantes indispensables, quiero decir, debe ser mirado en términos socio-relativos en el sentido de la inexistencia de una medida unificada. Debemos hablar, entonces, de las variadas culturas del desarrollo.
Las culturas no son estáticas, varían conforme al contexto social o con el tiempo. Ni son una colección de simplismos; por el contrario, son complejidades que evolucionan bajo la acción del hombre. Esta dinámica evolutiva envuelve a la economía y a la cultura y, por supuesto, a la política. La UNESCO ha abogado correctamente por la indisociabilidad entre cultura y desarrollo y lo ha hecho porque el desarrollo de lo humano no es otro que la plena realización de las personas mediante el aumento de sus capacidades y oportunidades, amén de mejores condiciones materiales para la vida cotidiana que le permitan la realización afectiva e intelectual.
No puede haber entonces una política de desarrollo sin una política cultural ni una política cultural no insertada en la política de desarrollo. Ambos enmarcados en la libertad. PNUD (2004): “La libertad cultural constituye una parte fundamental del desarrollo humano puesto que, para vivir una vida plena, es importante poder elegir la identidad propia —lo que uno es— sin perder el respeto por los demás o verse excluido de otras alternativas. Es necesario que la gente cuente con la libertad para practicar su religión en forma abierta, para hablar su lengua, para honrar su legado étnico o religioso sin temor al ridículo, al castigo o a la restricción de oportunidades. Es necesario que la gente cuente con la libertad de participar en la sociedad sin tener que desprenderse de los vínculos culturales que ha escogido”. UNESCO (Declaración Universal sobre la Diversidad Cultural-2003): “Una forma de apreciar esta relación indivisible entre cultura y desarrollo consiste en concentrarse en lo que recientemente se ha llamado «la capacidad de aspiración» dentro de un sistema más amplio de culturas. Basada en estas «culturas de aspiración», la UNESCO subraya aquellas dimensiones de la energía, creatividad y solidaridad humanas (sin duda enraizadas en la historia, la lengua y la tradición), que ayuden a los seres humanos comunes a ser partícipes activos en la construcción de su futuro cultural. Este nuevo marco conceptual reconoce el vínculo que une la «aspiración» colectiva con la cultura y el desarrollo, puesto que, como recurso colectivo, requiere diversas formas culturales de creatividad, imaginación, tolerancia, flexibilidad y tradición «viva». Más que basarse exclusivamente en el patrimonio, los monumentos, las lenguas, las formas artísticas e incluso los valores como otros recursos históricos, la UNESCO percibe la cultura como una especie de vasto capital humano y social, que refuerza dicha ‘capacidad de aspiración”.

Debemos mirar al desarrollo como una práctica cultural. Las pretensiones de separar economía y cultura no son más que un contrasentido. El desarrollo de lo humano privilegia al hombre no a las cifras. Sobre las cifras están la libertad, la educación y la salud. Declaración de México sobre Políticas Culturales: “La cultura constituye una dimensión fundamental del proceso de desarrollo y contribuye a fortalecer la independencia, la soberanía y la identidad de las naciones. El crecimiento se ha concebido frecuentemente en términos cuantitativos, sin tomar en cuenta su necesaria dimensión cualitativa, es decir, la satisfacción de las aspiraciones espirituales y culturales del hombre. El desarrollo auténtico persigue el bienestar y la satisfacción constante de cada uno y de todos”.

II
Hablamos de desarrollo humano, o con expresión que nos gusta más, desarrollo en lo humano, no de desarrollo simplemente. En primer lugar, porque no podemos entenderlo como una manera de occidentalizar. Se le ha mirado también como un paso de lo tradicional a lo moderno, lo cual conduce al mismo resultado, uno que en muchas ocasiones ha resultado catastrófico. Podríamos decir que esta es una visión ideológica del concepto, uno que implica la afirmación “lo tenemos todo” para sacarte del subdesarrollo y hacerte superar tus supersticiones arcaicas. Es decir, vamos a hacer aquí una economía moderna, capitalista, industrial. Para resumir, desarrollo se ha usado como ejercicio de poder.
El concepto mismo de bienestar es relativo. PNUD-OEA recientemente lo han redefinido en el sentido de desarrollo humano, con todas las implicaciones que hemos señalado. Y es este sentido el correcto, que la cultura es relevante para el desarrollo, su nuez central. La concepción del bien común y hasta de la pobreza misma son definiciones culturales a las cuales deben adaptarse los programas de desarrollo y no al revés. Un buen paso en ese sentido es el respeto a los conocimientos tradicionales y favorecer las sinergias entre ciencia y conocimientos locales, tal como se ha expresado en las Cumbres sobre Desarrollo Sostenible.
La UNESCO ha insistido mucho en la preservación de la diversidad cultural como una forma de compartir el patrimonio del pasado, la experiencia del presente y la expectativa del futuro como sostenibilidad de un desarrollo para todos. Y ha llegado a afirmar que la diversidad cultural es tan necesaria para el género humano como la diversidad biológica para los seres vivos. El organismo ha partido de la base de un diálogo de lo que ha denominado diálogo entre el desarrollo material e inmaterial, definiendo este último como “el conjunto de capacidades que permite a las sociedades, a las comunidades y a las naciones definir sus escenarios de futuro de una manera integrada, dando prioridad a valores como participación, transparencia y responsabilidad”.

En suma, los viejos conceptos de desarrollo se han cambiado hacia el de desarrollo humano, rompiendo los límites del crecimiento económico para incorporar los derechos a la libertad, a la participación y al mejoramiento de su calidad de vida, al mantenimiento de los derechos culturales. Igualmente, así como hay un nuevo concepto de desarrollo lo hay también de cultura, uno que hace escapar el concepto de bellas artes, humanidades o folclore para llevarlo hasta expresiones de industrias creativas, nuevas tecnologías, movimientos socioculturales o sectores sociales emergentes. En cualquier caso, hemos llegado a la cultura como finalidad del desarrollo, incluyendo salud y fortalecimiento institucional, entre otras.
Ha sido el premio Nobel de Economía (1998) Amartya Sen (India) uno de los más entusiastas impulsores de la cultura como base de del desarrollo contemporáneo. En un artículo en “Diálogo” (UNESCO), el distinguido profesor de Lamont y Harvard insiste en el concepto de desarrollo “como un proceso que enriquece la libertad real de los involucrados en la búsqueda de sus propios valores” al tiempo que caracteriza la expansión de la capacidad humana como lo central del desarrollo.

Cultura viene de colere (cultivar, hacer crecer). Eso es precisamente desarrollo.















Educar la incertidumbre
En su excelente texto sobre “los siete saberes necesarios”, Edgar Morin nos da varias lecciones sobre la educación para este siglo: ella debe mostrar que no existe conocimiento que no esté, en alguna medida, amenazado por el error y la ilusión; el conocimiento debe ser pertinente, esto es, debe servir para conocer los problemas claves del mundo, por el contrario de la educación actual que especializa y descontextualiza creando incapacidad para pensar y comprender los problemas; enseñar la condición humana, es decir, enseñar lo que es común al ser humano y la necesidad de las diferencias; enseñar la identidad terrenal, porque la falta de conciencia planetaria nos está llevando a la destrucción; enseñar a enfrentar las incertidumbres, mediante la conciencia del riesgo y la estrategia; enseñar la comprensión, como garantía de la solidaridad intelectual y moral de la humanidad; resaltar la ética del género humano vista como una antropo-ética.
En otras palabras, hay que curar también la ceguera del conocimiento que mientras transmite ignora lo humano, de manera que el conocimiento del conocimiento equivale a armar para la lucidez. En este mundo global es necesario preparar para abordar los problemas globales, mientras que el fraccionamiento impide el entramado entre partes y totalidades cuando en vez se hace necesario ubicar la información en un contexto y en un conjunto. La condición humana pasa por tomar conciencia de una identidad compleja y común a todos y la identidad terrenal que nos impone el siglo XXI nos obligará a dar la educación el propósito de enseñar que vivimos en una misma comunidad de destino. En esta etapa que he definido, en infinidad de ocasiones, como de incertidumbre, la mejor manera de enfrentarla es conocerla. Si no aprendemos a comprendernos nos encerraremos en la repetición de los procesos destructivos del pasado, de manera que la educación debe enseñar a comprender para atacar xenofobia y racismo. Y finalmente, el aprendizaje de la persona que controla a la sociedad y la sociedad que controla a la persona debe ser una misión esencial de la educación.
Estamos en un proceso de crisis civilizacional en el cual las transformaciones aparecen a gran velocidad mientras la adaptación o construcción de los nuevos paradigmas es lenta. Todo el planeta está afectado y en todos los campos. No podemos seguir impartiendo educación con los viejos parámetros. Baste recordar la influencia de la tecnología sobre este mundo en la conformación de una mutación que a nuestro entender va más hacia la conformación de una sociedad de la comunicación que de una sociedad de la información. Ahora más que nunca podemos afirmar que sin educación no habrá sociedad.
Una educación para este tiempo tiene que enseñar a conocer como medida de inicio, pues sin la posesión de los métodos no podremos descubrir para luego aprender a hacer, pues si no hacemos el conocimiento sería baldío. Ello implica comprender al otro, al diferente, que ya no veremos como tal pues somos los mismos y sembrar un concepto de la libertad que se plasme en las formas políticas y nos enseñe a vivir con el otro. Debe educarse no sólo para llenar de conocimientos sino para hacer hombres y mujeres solidarios.
En este complejo mundo la educación está obligada a aportar las cartas de navegación En su informe “Los cuatro pilares de la educación” (Informe a la UNESCO de la Comisión Internacional sobre la educación para el siglo XXI, 1996) Jacques Delors, quien la presidió, señala las cuatro bases: aprender a conocer, aprender a hacer, aprender a vivir juntos y quizás el más importante de todos, aprender a ser, pues si se es los otros pilares tienen donde asentarse. En otras palabras, lo que la comisión planteaba era superar una visión puramente instrumental de la educación. He dicho en otras ocasiones que el verdadero político es el que procura hacer inteligible el mundo para la gente y su instrumento principal es la educación pues uno de sus propósitos elementales debe ser hacer comprender.
Hay que enseñar a construir futuro. Una de las maneras de lograrlo es sembrar la capacidad de diálogo y la argumentación que aprende del otro mediante el desarrollo completo de cada persona, cuerpo y mente, inteligencia, sensibilidad, sentido estético, responsabilidad individual, espiritualidad. Y la siembra de la libertad, de pensamiento, de juicio, de sentimientos y de imaginación, en un contexto político de poder ciudadano. Así como hablamos de desarrollo en cultura debemos hacerlo de desarrollo en educación, pues esta no puede tener como objetivo el crecimiento económico sino el desarrollo humano lo que al mismo tiempo dará paso a una economía solidaria. El llamado informe Delors advierte a los educadores que dejen de pensarse como simples formadores para la vida laboral. El llamado informe Delors señala que la educación es un factor indispensable para la paz, para lo que hemos nosotros denominado el desarrollo de lo humano. Ahora tenemos un mundo donde lo real y lo virtual coexisten. Este no es el viejo mundo. Ahora los desafíos de la comunicación con los avances tecnológicos implican cambios drásticos en la pedagogía.
El educador ya no puede responder a las tesis academicistas, es ahora un mediador que impulsa hacia lo próximo para aprehender al mundo en todas sus facetas. Así como en otros campos, estamos ante la exigencia de un cambio de paradigmas. El pedagogo norteamericano David Ausabel ha llamado al nuevo como un “aprendizaje significativo” desde su visión de psicólogo cognoscitivo y desde su teoría de “Advanced Organizers”. Aprendizaje significativo no es otra cosa que el hecho de una información nueva (concepto, idea, proposición) adquirir significado para un estudiante en su estructura cognitiva preexistente, la cual se restaura a medida que se aprende, de manera que el conocimiento va siendo construido. Visto de esta manera la educación no puede ser vista como entrega de información sino como desarrollo de capacidades. Entre otras cosas, hay que poner fin a la pedagogía utilitarista.
Hay que hacer brotar un pensamiento sostenido, sistemático, una respuesta a la libertad. El nuevo paradigma muy bien puede llamarse también reflexión. Ya hemos señalado los objetivos del desarrollo sustentable: tener una larga vida saludable, adquirir conocimientos, libertad en todos los campos, capacidad para ser creativos y productivos, disfrutar del autorespeto y de los derechos humanos todos. Allí interviene la educación como ordenador de pensamiento y productora de paz. Para la UNESCO paz es respeto a los derechos humanos, entendimiento internacional, la democracia plena, la lucha contra toda discriminación, investigación sobre las causas de los conflictos y de la violencia, la equidad, la solidaridad. Paz es el respeto al conjunto de los valores éticos y estéticos, de los usos y costumbres, de las actitudes, de las conductas, de los modos de vida. Es una moral y un estado del espíritu individual y colectivo.
El conocimiento se construye con la experiencia y de las estructuras internas del individuo que reorganizan esas percepciones y hacen mundo. El hombre de hoy es un ser conectado, de manera que no puede concebirse un conocimiento sin los demás, lo que nos lleva a replantear la llamada inteligencia colectiva: aprender, colaborar y trabajar juntos. El aprendizaje de una sola opinión debe llegar a su fin, para que entremos en la era de conocer a los otros.
Debemos avanzar, pues, hacia sociedades del conocimiento. Todo proceso productivo tendrá en el conocimiento el valor agregado fundamental. Debemos procurar la construcción de sociedades que generen conocimiento para la posibilidad del desarrollo en lo humano y por ende para su propio beneficio. Esto es, se trata de poner en práctica un modo innovador de producir conocimiento y de su uso. Morin recurre para lograrlo al pensamiento complejo, como lo he dicho en otros textos. La educación debe enseñar a afrontar la incertidumbre porque se derrumbaron los paradigmas y con ellos un mundo, al igual que la predictividad del futuro.          



















El desgaste de la obra humana
Las civilizaciones imperiales se agotan. La historia nos demuestra que adquieren un impulso militar que la lleva a expandirse y que sus capitanes se exceden en el proceso de conquista. En otras ocasiones tienen la inteligencia para autolimitarse, pero la contención las lleva a procesos degenerativos internos que pasan por escoger gobernantes inmersos en el desvarío. En no menos ocasiones simplemente envejecen y se hunden en la perversidad del desgaste.
Muchas se aferran a formas caducas y cuando menos lo esperan una espita se abre y se desinflan cual globo pinchado. Lo mismo le sucede a sistemas políticos que ignoran la renovación y el cambio. Pueden durar hasta la edad madura -50 años se mantuvo el sistema político venezolano conocido como ‘etapa democrática”- o languidecer de adolescentes e incluso de niños.
Sobre las ruinas de lo anterior se conforma lo nuevo, para bien o para mal, pero lo sustitutivo se va edificando con las ruinas de lo anterior y a la amalgama hay que ponerle nuevas ideas y conceptos, pues bien puede suceder que se elabore una mala copia del pasado lo que conlleva a males mayores. La corrupción, enfermedad que liquida a muchos procesos históricos y se filtra en las nuevas paredes, proviene de herederos políticos que no participaron en los sacrificios de la edificación y se dedican al gasto ilimitado bajo los aplausos de una claque que celebra con indignidad lo que los nuevos dueños del poder proponen, por más descabellado que suene.
La obra humana se desgasta como los cuerpos lo hacen al paso del tiempo. La vida de un hombre puede resultar en extensión insignificante frente a la duración de los procesos históricos, aunque hay procesos que no llegan a la vida de un hombre. Las civilizaciones y su manifestación imperial están entre los primeros, los sistemas políticos oscilan entre uno y otro, especialmente entre los últimos los gobiernos concretos. Imperios y gobiernos terminan con rápida agonía. Pueden parecer sólidos- y en algunos casos lo son- pero el fin llega con una rapidez que los sorprende.
Las concepciones que dieron origen a las bases del sistema democrático han permanecido inalteradas más allá de lo conveniente y hacen agua. La organización política que conocemos se deshace empujada hacia el closet por un cansancio obvio y manifiesto que los gobernantes no comprenden y por las exigencias propias de un cuerpo que necesita estructurarse con nuevos ingredientes. Es lo que se llama una situación de crisis, o si queremos aparecer como más optimistas, de nacimiento de un nuevo mundo.
Los problemas del presente son tales, con sus millones de hambrientos o con su crisis ambiental, que la comprensión de quienes deberían tomar decisiones se ve limitada por una sorprendente “administración de la normalidad” o la recurrencia a soluciones empañadas por procederes ya caducos. La colocación de parches sobre los grandes problemas es algo recurrente en la historia y los gestos, más de las veces simple grandilocuencia, sustituyen a las grandes decisiones de fondo que deberían tomarse.
En el caso de este preciado sistema político llamado democracia el óxido se ha amontonado hasta el punto de formar palancas que trancan el accionar de las ruedas con la consecuente usurpación a la gente y el enquistamiento de una clase usufructuaria.
Elecciones para crear electores en lugar de ciudadanos. Representación para crear representantes en lugar de instrumentos de consulta. Maniobras de poder para impedir decisión común sobre los grandes asuntos. La vieja democracia anda boqueando y si hemos mezclado caída de los imperios y de las civilizaciones con caída de los sistemas políticos es porque las causas de su derrumbe se asemejan, aunque las mediciones en tiempo sean distintas.
Se envejecen las “políticas”, como la económica supeditada a la ganancia y a un libre ejercicio por los mercados. Cuando los parámetros descritos se muestran destructivos todo cambia a su alrededor, desde el balance entre consumo y ahorro, los elementos vivienda, transporte, ocio, los equilibrios presupuestarios, las urgencias de las deudas públicas. Los hemos vivido con los Estados-nación reduciéndose aunque paradójicamente en otras partes brote un estatismo desenfrenado. Cambia, inclusive, la edad de los votantes de estas democracias de electores, debido al envejecimiento poblacional, como en el caso de Europa, con sus naturales consecuencias.
Se envejecen las políticas sociales asistenciales, aunque en algunas partes brota la inteligencia que hace ir a la búsqueda de las comunidades como protagonistas. Se modifican ellas también en el plano de la política internacional, al tiempo que se muestra como esos mecanismos desfallecen y se asoma la necesidad de cambiar sus destinatarios. Se envejecen los viejos conceptos geopolíticos y el mundo se da cuenta que después de la bipolaridad de la Guerra Fría no asistiremos a una unipolaridad dominante sino a una asociación con los poderes emergentes que más se asemeja a una apolaridad que a una multipolaridad.
Se envejecen las construcciones humanas. Es de Perogrullo recordarlo, pero quizás como pocas veces antes hay una tal repetición de comportamientos, un empeño en resolver con los viejos métodos y una persistencia en aferrarse a los marchito, que no cabe más remedio que repetirlo: el mundo tal como lo conocimos está agotado. Frente a nuestros ojos surge uno nuevo que requiere de imaginación y de inteligencia para que tenga un nacimiento normal y para que el feto no presente deformaciones.
Hoy ser viejo no es una rara avis, afirmación aplicable al ser humano, pero sobre todo a sus construcciones. Y para ser repetitivo hasta la obstinación, es en el campo de la política donde debemos rejuvenecer a toda prisa, mientras la rara avis pasa a ser ahora encontrar un gobernante lúcido –o un aspirante a serlo- que lo entienda.







Literatura y política: habitar el lenguaje

La filosofía se apropió del texto literario. En él desde entonces conviven los discursos. La filosofía se abrió a esta multitud de otros. Hablo de la relación establecida por los griegos. En el concepto mismo de discurso encontramos el vínculo.

La crisis de la noción de representación de la democracia contemporánea se emparenta con la representación literaria en el sentido de que representar es hacer presente lo ausente. En política nos planteamos enfrentar esa “mediación” –reducida a restos hoy en día- entre representante y representado. En la literatura los personajes son “representantes” que fijan conexión con lo universal, son medios. Podría alegarse que también lo son en la democracia, pero los caracteriza tal alejamiento y frialdad que se convierten en abstracción. Más vivo está el personaje literario. Lo importante es el relato. Las prácticas políticas vencidas y agotadas dejan de relatar. La literatura pone a la política en escena. Así, la ficción nos muestra otras aristas de la realidad e, inclusive, se hace ella misma realidad.

Entre memoria histórica y cultura política han desafiado sobre las formas de narrar el pasado. El género testimonial ha convertido a muchos escritores en figuras centrales de la historia política. Algunos sostienen que la participación política afecta al rigor literario. No necesariamente. La literatura contribuye de manera notable a los avances políticos en el sentido de estímulo social. En infinidad de ocasiones el escritor ha sido un descubridor de los secretos del poder y un lugar de resistencia. En términos generales, la verdadera literatura siempre impugna.

La relación entre política y literatura no es invariable, tienen que producirse hechos sociales que lleven al escritor a esa preocupación. Por lo demás, no debe dejarse de lado la mirada sobre la obra literaria recordando el tiempo en que fue escrita. Ninguna es una reconstrucción simple de la realidad, un espejo, simplemente una referencia al contexto. Así, el Quijote debe ser leído también como una referencia a la locura medieval.

Hay que recordar los tiempos del mecenazgo en el cual la pintura, la escultura, la música y la literatura automáticamente estaban en una relación radicalmente política. Hoy en día aquellos que puedan declararse apolíticos están tomando una decisión política. Considerar a la literatura como algo puro no contaminado, es simplemente una mentira. El arte es un poder político. La literatura nunca escapa de la realidad aunque esté escrita oscuramente, entre otras razones porque la supera. Y la literatura habla de los hombres y de sus acciones, buenas partes de las cuales son políticas, inquietantes concepciones hacia el futuro. Habitar la casa del lenguaje no es otra cosa que hablar sobre los temas esenciales del hombre. Nunca como ahora estamos ante el desafío de construir una nueva casa.

Todo escritor tiene una visión que se traduce en su estilo y en la simbología de sus obras. “Todo libro es un diálogo” dejó dicho Borges. Hay escritores dogmáticos, pero no nos interesan. Tampoco una distinción entre eso que llamaban “escritores comprometidos” y los que se centran en la literatura. Lo que sí podemos señalar es que resultaría muy extraño que a un dictador le gustase un buen libro abierto, no dogmático.

En América Latina ha sido constante la vinculación entre cambios sociales y cambios estéticos. No estamos hablando de costumbrismo originario o de realismo social. Lo hacemos de una literatura que experimenta con el lenguaje y la forma. Hay escritores que construyen nación. Tampoco hablamos ya de lo testimonial o del poeta-guerrillero. Lo hacemos del escritor que vislumbra al hombre superadas las grietas de esta transición y logra imaginarlo en un nuevo contexto social. El texto es libre y desde su libertad es que toca a la realidad. Tampoco hablamos de realismo versus imaginación, pues ahora toca a la literatura lo segundo, aunque debamos admitir no cumple con su propósito, diluida como anda en el envoltorio global de la incertidumbre.

La literatura parece haber olvidado su tarea de introducir lo inadmisible. No existen algunas dicotomías prefabricadas, tales como política-poética. La literatura debe subvertir ahora los estancamientos inducidos y fosilizados por las viejas ideologías y, obviamente, las relaciones de poder. No se convierte el texto por ello en eminentemente político, en un ensayo político. La tarea se cumple desde la utilización del lenguaje sin propósito político, si se quiere, pero adelantándose al hombre como será, porque con ello basta para delinear las formas políticas de su organización social.

En América Latina la relación que describimos ha sido constante, no por lo testimonial, denuncia de dictaduras o proclamas de liberación, sino por su esfuerzo de mostrar las iniquidades del hombre. No en vano muchos señalan su búsqueda de una conciencia. Y como nunca terminamos de preguntarnos quienes somos tendemos a descifrar carencias y expectativas, a mostrar una visión político-histórica social de América. Literatura política propiamente dicha la ha habido, pero no se trata de dedicarse a hacerla. Se trata de un cometimiento mucho más ambicioso que el de hacer panfletos. Se trata de recuperar un sentido filosófico-político de respuestas que bien pueden partir de la simple y compleja condición humana en un mundo globalizado.

Lo que trato de reclamar a la literatura de hoy es una categoría epistémica de alta densidad teórica que sirva para conceptualizar y que implique rescatar para el arte de la palabra escrita su estatuto de acción sobre el mundo. En otras palabras, un divorcio preventivo de la decadencia y una ubicación anticipativa del futuro.













Retrato involuntario de Venezuela


El Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) y la Organización de Estados Americanos (OEA) dieron a la luz pública (2010) el informe titulado “Nuestra democracia”, en buena medida continuación de una tarea iniciada con Informe sobre La Democracia en América Latina, publicado en 2004.

Al celebrar la estabilidad de los gobiernos electos y resaltar la ausencia de golpes de Estado exitosos, ambos organismos internacionales se internan en un diagnóstico de la salud de la democracia en nuestro continente y encuentran serias enfermedades, unas que no son ajenas para nada a quienes hemos dedicado los últimos años a conceptualizar sobre estos temas y a un esfuerzo sostenido por delinear lo que hemos denominado una democracia del siglo XXI.

Como todo informe proveniente de un organismo internacional este se mantiene dentro de ciertos parámetros de “lo políticamente correcto” o lo que un político amigo denominaba eufemísticamente “no pisar callos”. No obstante se establecen en este documento grandes verdades y visiones que no son difíciles de compartir.

El informe encuentra varios desafíos a la democracia latinoamericana: la crisis de la representación, señalada por nosotros hasta el cansancio, para lo cual recomiendan nuevas formas de participación política: la necesidad de fortalecer la organización republicana del Estado (independencia de poderes, su control mutuo, las instancias de rendición de cuentas, el poder político real del Estado constantemente mediatizado por los llamados poderes fácticos, la modernización de la organización del Estado y su dotación con recursos humanos eficientes). Para el informe, conseguir el objetivo implica políticas eficaces en la fiscalidad, sobre la exclusión social y la seguridad pública. Sin ambages se señala que estas desigualdades extremas pueden dar al traste con la democracia en la región, desigualdades que califica de asimetrías de poder.

Si por el momento el documento es farragoso, al menos se repiten conceptos ya incluidos en la Carta Democrática, como la legitimidad de ejercicio, esto es, no basta para calificar a un régimen como democrático el hecho de haber sido electo en elecciones transparentes. Pone el dedo en la llaga al analizar el poder y preguntarse si se encuentra en las instancias designadas, en la ciudadanía o en los llamado poderes fácticos.

Abunda el documento sobre las mujeres, las minorías, las relaciones entre ejecutivo y legislativo y los procesos de reforma constitucional, el acceso a la justicia y a los servicios de salud, educación y protección social.

El tema de la crisis de la representación –tratado por nosotros en varios libros- es mostrado, en primer lugar, como una debilidad de las opciones electorales. Lo hemos dicho repetidas veces: se ofrece cualquier cosa, no se presenta un proyecto de país y hasta los llamados programas de gobierno han pasado a considerarse innecesarios. Se aborda el financiamiento electoral, la vacuidad de las campañas, los ventajismos y prácticas corruptas. Y sobre todo se quejan PNUD-OEA de la falta de políticas productoras de integración social, como se indica que la inseguridad se está convirtiendo en un problema de estabilidad democrática en la región.

Chávez elogió este documento alentado por algunas estadísticas que lo acompañan, pero evidentemente cuando lo hizo no lo había leído porque en él están todas las advertencias contra un cesarismo en irrupción. La democracia –se señala- es un método de la organización del poder para que los ciudadanos progresen en la realización efectiva de sus derechos. Las exclusiones o siembra de divisiones rompen la ampliación creciente de ciudadanía. Si el cesarismo reemplaza al presidencialismo se rompen las instituciones republicanas.

Un planteamiento interesante lo constituye el señalamiento de redistribución del poder como tarea primordial de la democracia, Un planteamiento clave lo es el de ciudadanía: hacer pasar al sujeto de elector a ciudadano que tiene deberes y derechos expandidos en todos los campos y, así, se diferencia una democracia de electores de una democracia de ciudadanos. Y define: la democracia es una forma de organización del poder en la sociedad con el objetivo de ampliar la ciudadanía, evitar o limitar la dominación de individuos o grupos que impidan este objetivo y lograr la perdurabilidad de la organización democrática.

No faltan referencias en lo económico: llama a pasar de una economía encerrada en los dogmatismos a una con diversidad de opciones. Lo llama elegantemente llenar de política a la sociedad y de sociedad a la política. Y lo vuelve a advertir: una democracia que es deficitaria en la creación de ciudadanía no es sostenible. Agrega una definición muy interesante de sociedad del bienestar, pues para el informe lo es cuando la mayoría de los habitantes goza de derechos ciudadanos y donde su ejercicio no está confinado a una minoría.

Otro uso adecuado que encontramos es la de palabra “finalidad”, al señalarse que sin finalidad social la democracia se derrumbará y al subrayar que no es materia de la democracia la formulación de una política económica específica, pero sí los efectos de esa política económica en términos de creación de ciudadanía, afirmaciones harto interesantes pues, por una parte se rompe con la tesis de que democracia y neoliberalismo no pueden existir la una sin el otro y además –sin mención específica- queda de manifiesto una de las enfermedades que nosotros hemos señalado hasta el cansancio: la subordinación de la política a la economía.

El llamado de atención es insistente: no basta con señalar que se quiere cambiar al gobierno de turno, es menester entender la política en democracia como un decir hacia dónde ir, a proponer objetivos y medios para alcanzarlos. En la organización republicana de América Latina, por lo demás, uno de los traumas es el avance del Ejecutivo sobre el Legislativo y sobre el Judicial. Bien lo sabemos los venezolanos. Más aún, la constante advertencia sobre un régimen cesarista es algo que padecemos a diario.

Estas formas perversas producen el escepticismo generalizado. PNUD-OEA llaman a una nueva ola democrática fundada sobre el consenso en la construcción del poder democrático y al cese de la etapa postautoritaria.

Termina uno de leer el documento y concluye en dos cosas: Chávez está retratado en él y la Mesa de la Unidad Democrática (MUD, que agrupa a partido de oposición), la que ha sido inclusive incapaz de formular planteamientos como estos “políticamente correctos” de preservación democrática. Venezuela tiene las dos enfermedades: el cesarismo y la falta de pensamiento.
























Las bacterias de arsénico o los frijoles blancos
Ya es cotidiano encontrar noticias que rompen viejas leyes de la física, de la biología o de la química. Ahora la doctora Felisa Wolfe-Simons (en Science Express) nos sorprende revelándonos que en el lago Mono de California ha encontrado una bacteria que construye partes de sí misma usando arsénico.
Como se sabe, el arsénico es altamente tóxico para los organismos vivos porque interrumpe las vías metabólicas, pero la bacteria que nos ocupa sustituye uno de los seis elementos elementales de la vida, el fósforo, con arsénico. Los compuestos de fósforo o fosfatos forman parte de la estructura básica del ADN.
Lo que este descubrimiento nos pone delante es una redefinición de la vida. Creíamos que ella estaba obligatoriamente hecha con los elementos que la componen en este planeta, para encontrarnos ahora que puede surgir o componerse de otros elementos que considerábamos venenosos o simplemente imposibles de integrar su maravillosa cadena.
Los astrofísicos seguramente han desechado numerosos planetas o satélites porque su atmósfera no presentaba los elementos requeridos, los que pensábamos eran los universales. La bacteria que se alimenta de arsénico venimos a encontrarla en nuestro propio planeta, no fue traída por alguna sonda espacial ni aparentemente llegó en un meteorito. Esta vez hemos encontrado el arsénico, pero la imaginación se nos dispara al punto de preguntarnos de cuales o cuántos elementos podría estar constituida la vida en nuestra propia galaxia o en las lejanas.
“Semejan frijoles blancos”, dejó dicho la doctora. La siembra de la vida no puede recogerse en un plato –digámosle así a este planeta- pues parece que su persistencia seguramente se expande con el universo que se expande. No puede haber universo sin vida y seguramente cadenas de ADN se extienden mostrando sus letras en combinaciones infinitas, pues es menester recordar que las letras pueden organizarse en tantas maneras que bien merecen la definición de cadena inagotable.
El siglo XXI nos dará la respuesta de si esos seres hechos de palabra logran plasmarse en lenguaje, si poseen lo que los humanos llamamos inteligencia y si han logrado deslastrarse de la estupidez que nos acompaña pareja. Si no los conseguimos, o ellos a nosotros, al menos nos cabe la certeza de que en alguna parte unos frijoles blancos están organizándose en procura de la formación de un cuerpo a levantarse.
No sabemos cuánto dura su día ni cuanto su vuelta sobre un sol ni tampoco a cuantos millones de años luz se inicia la señal. No sabemos ahora nada, sólo intuimos, pero en nuestra propia medición del tiempo estamos convencidos de que será en este XXI que nosotros llamamos siglo cuando lo sabremos.




Biografia:
Teódulo López Meléndez, novelista, ensayista, poeta y traductor de poesía venezolano.
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