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Zeitgeist (Quinta lectura del nuevo milenio)
Teódulo López Meléndez

Resumo:
El escritor venezolano Teódulo López Meléndez nos ofrece su quinta lectura del nuevo milenio.



Zeitgeist
(Quinta lectura del nuevo milenio)





Teódulo López Meléndez






















Praefatio
La década del presente continuo
Se hacen listados, se reflexiona, se interroga, se enumera. Las arbitrarias mediciones del tiempo parecen obligar al hombre a los balances y a colocarle a algunos períodos denominaciones que los distingan en la historia. El fin de esta década se celebró equívocamente a finales de 2009, pero llegan las correcciones y de nuevo se hace el trabajo. Se recuerda como bautizamos: “guerra de los cien días”, “guerra de los seis días”, y de allí se desata la imaginación. Time la designa como “Decade from Hell”. “Década de los trastornos” alega el periodista Walter Isaacson, ex-editor de la misma revista.
Si recordamos bien la preocupación del inicio era la probable alteración de las computadoras por el cambio de milenio y las catastróficas consecuencias que supuestamente se ocasionarían. Vino más que eso: terrorismo, voladura de las Torres Gemelas, caos financiero. Los años posteriores al fin de la Guerra Fría habían sido de aparente tranquilidad pues todo parecía haberse logrado sin luchas globales cuando aparecieron los nuevos fantasmas. La década anterior había almacenado otras crisis económicas como la de los años 90 en los mercados emergentes, en 94 y 95 la caída del peso en México o la asiática en el 97.
Los que predicen el futuro ahora arguyen que esta década anterior mostró todos los síntomas de lo que vendría sin que se hiciese nada. Problemas en los mercados financieros, la agudización del grave deterioro del medio ambiente, la insurgencia del terrorismo. La eclosión de todos juntos ha llevado a otros a hablar de la “era de la ansiedad”.
En Afganistán unos extremistas ponen en duda el poder victorioso del fuego sofisticado de las potencias occidentales. China se abre al capitalismo imponiéndolo desde arriba. Un presidente birracial gobierna Estados Unidos y acomete un proyecto de limarle los dientes a los tigres de Wall Street y de darle a sus compatriotas una asistencia sanitaria adecuada a los tiempos. La globalización encuentra su justificación en la realidad de su imposición. Europa flaquea por los cuatro costados, mientras los países emergentes no terminan de afinar el despegue.
Los territorios se hicieron transnacionales produciéndose, paralelamente a la consolidación de la emigración a las ciudades, la emigración hacia los advertidos Estados-nación. El trabajo se fraccionó cada vez más y pequeñas piezas se fabrican en lugares muy distantes unos de otros. Y la virtualidad se hizo humana. Las redes sociales la establecieron de manera contundente: amigos virtuales, reuniones virtuales, transacciones virtuales. El asunto es que el otro no es más que un nombre o un seudónimo en una computadora. La pregunta sobre qué es verdad adquirió una insospechada preeminencia. El autor de ciencia-ficción David Brin es lapidario: llama a esta década “Noughty-aughts” (de cero y nada). Si uno piensa en Web 2.0, mapa genético, manipulación de embriones, nanotecnología, sociedades hiperconectadas, energías alternativas, debe mirar a la realidad social, política y económica que muestra señales de un mundo en transición que anticipa escenarios confusos. Y sobre todo debe mirar a la esterilidad del pensamiento.
Sobre el siglo XIX se fijaron las miradas de Tocqueville, Heine, Marx, Burkhard y Nietsche, por ejemplo. Hablaban de una sociedad inmersa en una crisis de legitimación crónica. El siglo XX dio paso a una pléyade de pensadores en medio de los conflictos más atroces. En este inicio del siglo XXI, antes que proclamar de nuevo la muerte de Dios, Stephen Hawking lo que hace es proclamar la muerte de la filosofía. Ahora lo que está deslegitimado y requiere con urgencia de pensamiento son las formas políticas. Hay que revisar, reafirmar o negar sus premisas básicas, desde la manifestación política de la filosofía. El momento es de transición con una caída de los partidismos conocidos y con un proceso de desideologización terminal. Algunos hablan hasta del fin de las constituciones.
Los discursos siempre giraron sobre la falta de legitimación. También ahora, con un cuestionamiento drástico a la representación, pero las teorías políticas decimonónicas tuvieron un efecto retardado, pero lo tuvieron, mientras en esta época vislumbramos la escasez de lo teórico y un esfuerzo no sólo por retener el presente sino, incluso, uno destinado a regresar a las viejas formas. Tenemos que admitir que las soluciones definitivas no existen y por ello hemos llamado a la democracia un ininterrumpido proceso de interrogación ilimitada. El tiempo presente ha determinado la imposibilidad de lo que denominaremos la parábola de la innovación y una interrogación muy profunda sobre la posibilidad de cambiar lo humano a través de la praxis política. El punto es que comienza a hablarse de la pospolítica, mientras otros nos empeñamos en un rediseño de la democracia. La crisis se debe a la caída de las viejas maneras de la política, sólo superable con un llamado a un retorno de la misma necesariamente envuelto en nuevas concepciones que pasan por un llamado a la ciudadanía activa.
La confusión es la norma, pero abajo, en la praxis constante, encontramos una que no se modifica y se niega a ser modificada, con las mismas aberraciones y contratiempos que nos han llevado en esta década a las conclusiones que manifestamos. Nos referimos a la ausencia de la concepción política, a un conjunto de ideas que puedan reestructurar el aparato democrático. Si en la crisis de lo político estamos señalando la década que termina es menester, entonces, plantear la repolitización como el camino, no sin advertir o recordar que el vacío está siendo llenado por algunas praxis revolucionarias disfrazadas de innovación del presente siglo y que irremediablemente conducen a la reaparición totalitaria.
La defensa y progreso de los derechos humanos había tomado una aceleración que parecía determinar los tiempos, pero la lucha antiterrorista los ha golpeado seriamente. La reciente crisis económica ha replanteado la necesidad de la actividad reguladora. Las virtudes de la globalización –por contraste con sus múltiples peligros- están siendo duramente golpeadas especialmente en Europa. La aparente calma –excepción hecha de las guerras locales que aún se libran- se debe fundamentalmente a la inexistencia de algo o de alguien que se aproveche. Saltan por los aires nacionalidad, partidos, viejas construcciones y las respuestas provienen de prácticas de antaño o de encerramiento a ultranza en las maltrechas formas del presente. No es novedad alguna que los hombres se estén aburriendo de la política. Hemos hablado constantemente de un cambio de paradigmas que constituye, cierto es, una exigencia de cambio en las disposiciones subjetivas capaces de alterar el vector político. Ello se refiere, claro está, a que la descreencia se transforme en la convicción de crear realidad desde el pensamiento y desde un ejercicio colectivo de la inteligencia. No hay una conciencia político-filosófica de la posmodernidad. Hasta el último momento del siglo XX vivimos la obviedad de la crisis del constitucionalismo, del estado-nación y del pensamiento político clásico, sin que se produjese una multiplicad de miradas a los eventuales nuevos órdenes que por fuerza surgirían. Algunos llegan a plantear si los hombres sólo pasarán a ser un material necesario a una construcción tecnopolítica. Un antihumanismo creciente podría inducir en ese sentido, sólo que la lectura atenta de quienes en él incurren conlleva a admitir que llegan de retorno al humanismo por el camino de su negación.
Hemos tenido grandes avances en la informática, la tecnología espacial o la biología y en una creciente demanda a favor de los derechos de los homosexuales. Desciframiento del mapa genético, celulares con 3G, GPS y WiFi, la manipulación de embriones o la web 2.O, pero la política ha planteado retos que no han sido abordados con pensamiento complejo capaz de trazar coordenadas en este momento de la historia y de la cultura universal. Ha faltado, diría, la razón poética, esto es, la posibilidad de soñar las nuevas formas de organización comunitaria del hombre desde la luz de la conciencia hasta la creación de un cuerpo especular, lo que se llamaría la función imaginante.
La proclamación de la victoria de la técnica, la falta de sentido como nuevo sentido y la prevalencia del pensamiento débil debe ser contrarrestada con el fuerte resurgir del pensamiento. Es una caída vertical que venimos sufriendo desde más allá de esta década que termina en zona oscura. Si el ciudadano de este siglo deja de padecer como víctima y se decide a realizar las nuevas formas son bastantes probables los nuevos surgimientos, en especial en la política y en las ideas que deben envolverla.
Quizás podamos definir a esta sociedad de la primera década del nuevo milenio como una sociedad enmascarada que vive su sojuzgamiento como víctima. Es menester transgredir la oscuridad. Se transgrede en momentos de crisis. Ya Tucídides utilizaba la palabra en la Guerra del Peloponeso. Crisis las ha habido de todos los tipos y de todas las duraciones. Si la palabra crisis cabe se debe a causas endógenas en lo institucional, en lo cultural y en lo político, como lo hemos señalado en ya cinco ensayos donde hemos abordado la lectura del nuevo milenio*. Está claro que esta turbulencia del presente es transicional hacia un nuevo mundo, pero el sistema social padece ahora tal sacudimiento que debe conducirnos a desechar componentes y a incorporar las indispensables innovaciones. De esta presente decadencia puede venir el colapso con la reaparición plena del totalitarismo o un renacimiento sobre las nuevas ideas y las nuevas formas políticas. Este es un tiempo de decisión, de empujones que alienten los nuevos caminos.
Los pasados supuestamente enterrados adquieren vitalidad en situaciones como la presente, lo que parecen olvidar los conservadores a ultranza que sólo confían en lo conocido que precisamente nos condujo a este punto. La acumulación de fallas puede conducir a una crisis general que se manifestaría en todos los ángulos, en el conjunto de lo que podríamos llamar la reproducción social, esto, es, lo que se acostumbra llamar ‘crisis mixta”, pero que en la presente década tiene como causa fundamental la política. Las crisis civilizatorias se enfrentan no con retornos sino con saltos hacia adelante. Con rigidez no se superan los marcos civilizacionales agotados. La economía siempre ha sido un factor político, aunque hayamos vivido su imposición por encima de la política, de manera que como concepto político hay que superar un modo de producción y arribar a una economía humana y solidaria. En otras palabras, estamos en un mundo envejecido y no podemos pretender que sólo con la técnica basta para el escape. No es posible la colocación de parches. No podemos responder así a la era de la incertidumbre. Esto es un laberinto fáustico, muy propio de las acciones humanas. Todo determinismo está excluido. No hay una determinación histórica causalista. La disutopía en que estamos envueltos abre las espitas para el pensamiento y las nuevas prácticas sociales. Hay que convencerse de que el pasado ha perdido su función, a no ser el propio de un muestrario de los caminos que nos condujeron hasta la situación presente. Los escenarios a desarrollar deben partir del ahora. Estamos inmersos en un presente que parece eternizarse y al cual debemos administrar una intensa dosis de pragmatismo e ideas. Carecer de estrategias derivadas de un pensamiento en ebullición equivaldría a sujetarlo a la espera del quiebre.
Teódulo López Meléndez
Caracas, noviembre de 2010
* Por el país del hombre (Primera lectura del nuevo milenio)
    http://www.scribd.com/doc/16340314/Por-el-pais-del-hombre
    El último texto (segunda lectura del nuevo milenio)
    http://www.scribd.com/doc/16635658/El-ultimo-texto
    Una interrogación ilimitada (Tercera lectura del nuevo milenio)
    http://www.scribd.com/doc/17545631/Una-interrogacion-ilimitada-Tercera-lectura-del-nuevo-milenio
    El nuevo mundo (Cuarta lectura del nuevo milenio)
    http://www.scribd.com/doc/22125906/El-Nuevo-Mundo-Cuarta-Lectura-Del-Nuevo-Milenio





















Quinta lectura del nuevo milenio









Sobre el paradigma o la transformación de la mirada
Cada uno de nosotros tiene una percepción individual de la realidad que lo dirige en el momento de interpretar lo cotidiano que lo envuelve. Ese conjunto de valores y percepciones nos conducen a nuestras afirmaciones sobre el entorno, a nuestras afirmaciones sobre lo que vemos y percibimos. Esta especie de mapa mental nos guía en la conformación de nuestra visión de lo que sucede, ha sucedido y sucederá. Podríamos decir, entonces, con la palabra que nos ocupa, que cada uno de nosotros tiene su propio paradigma. Cuando muchos tienen uno igual hablamos de paradigma general o de paradigma social, uno que marca y determina el comportamiento del colectivo frente a la visión global de su mundo y frente a las circunstancias.
Fue el filósofo y físico norteamericano Tomas Kuhn el que sacó el concepto de paradigma de los diccionarios para introducirlo, desde el mundo de las ciencias puras, en el campo de las ciencias sociales con su libro La estructura de las revoluciones científicas (1962). La palabra es, no obstante, antigua y su etimología se encuentra en el griego: “para” (junto) y “deigma” (modelo, ejemplo). La psicología ha hecho su aporte diciéndonos que nuestros cerebros actúan sobre la experiencia, formada esta por suposiciones y conceptos con los cuales miramos la realidad e interpretamos.
Mientras lo hacemos se acumulan las paradojas, esto es, percibimos que nuestra manera de ver el mundo nos devuelve resultados contradictorios que parecen negar lo que pensamos. Esta contradicción nos sume en un estado de intranquilidad que llamaremos acumulación de dilemas, entre otras razones porque podemos llegar a la conclusión de que mientras más trabajamos para cambiar lo que nos molesta menos resultados obtenemos.
A veces se producen grandes y dramáticos cambios como el paso de una sociedad tradicional a una sociedad industrial lo que rompe todos los paradigmas anteriores relacionados con prácticamente cada esencia, desde el sitio donde vivimos hasta el concepto de familia, desde nuestra vida tradicional hasta las creencias religiosas. Así, la sociedad industrial introdujo otros frentes de atención, como el salario, las relaciones laborales, el interés personal, la acumulación de dinero y a un teórico llamado Marx, cuyo pensamiento hay que analizar en estas precisas circunstancias. Pero no siempre hay cambios tan radicales que destrocen los viejos paradigmas e introduzcan nuevos. Ahora vivimos un deslizamiento gradual que va de sociedad a individuo aislado, de alienación social global a alienación personal, desde la soledad a una especie de reencuentro producido por los medios que la tecnología ha puesto a nuestro alcance y por el irreversible proceso de globalización, desde sociedad a comunidad. Es lo que en otra parte he denominado la resurrección de la palabra ecumenismo, reecumenización basada sobre el re-descubrimiento del otro.
Ahora bien, cuando hay naciones en graves procesos, como los políticos que implican un creciente mecanismo totalitario de control, la gente desahoga su malestar sin darse cuenta que está enfrentando el peligro desde paradigmas inservibles. El dilema en que se sume no le suministra suficientes elementos para el darse cuenta, para determinar qué precio está dispuesto a pagar, para entender que debe cambiar de mirada sobre la realidad si quiere superar la impotencia que le permite concretar el cambio.
Tomemos, pues, a un conglomerado humano con sus creencias para decirle que un paradigma nuevo se instaura cuando los vigentes no pueden resolver los enigmas. Y para decirle que suele sucederse una incapacidad para ver fuera de los límites marcados por el paradigma ya inservible. Para salir del círculo vicioso hay que aprender a pensar de otra manera, lo que es más difícil que dividir a un átomo, según la expresión de Einstein. Por ello, Edgar Morin comenzó por hablarnos de la necesidad de un pensamiento complejo que abarque la dinámica del todo.
Ciertamente todo paradigma es temporal, de allí la evolución social. Ahora bien, para un cambio de paradigma es obvio que se requiere pensar. Cuando una sociedad deja de hacerlo y señala con el dedo del desprecio a quien lo hace se estrellará inevitablemente contra un muro inmodificable. Pensar comienza por dejar de lado los caminos lineales, porque la carretera recta nos llevará siempre al mismo lugar, generalmente el fracaso. Si pensamos establecemos conexiones, creamos una red de interacciones, miramos nuestras particulares circunstancias desde todos los ángulos. Ello podría llevarnos a dejar de lado un reduccionismo que sólo percibe la fachada de un proceso histórico-social, lo que a su vez nos conduce a la desesperación –visto fracaso tras fracaso- que podemos traducir como el convencimiento de la irreversibilidad de aquello que enfrentamos. Lo contrario de lineal es circular. Lo contrario del paradigma que no sirve es un pensamiento que rechace las separaciones, lo que en un momento concreto podemos llamar polarización. Podríamos traducirlo como abandono de tomas fotográficas instantáneas y su sustitución por una idea de permanente flujo. Tal vez deberíamos aprender que nuestro paradigma vigente nos lleva a mirar de manera simplificada. Por ello he dicho, en numerosas ocasiones, que las realidades se construyen. Esto es, la realidad puede ser ni más que nuestra interpretación de ella. Es posible que así aprendamos que la realidad no tiene una sola causa y qué causas podemos introducir para cambiarla. Y es por ello también que he insistido sobre lo determinante del lenguaje. El paradigma inservible produce uno y el sustitutivo corresponde obviamente a uno nuevo, uno que comienza por individuos aislados pero que bien se puede transformar en común e identitario para el salto cualitativo hacia la nueva realidad.
Cuando se hace obvio de toda obviedad que se requiere ese salto cualitativo llamado cambio hay que mirar con atención los paradigmas específicos con que hemos mirado la realidad política y la realidad real que hemos contribuido a forjar con nuestra propia mirada. Tal vez si miramos las razones del otro podremos comenzar a abandonar el gueto y dentro del gueto nuestra propia existencia fraccional. Es decir, un proceso de reencuentro con el todo. Si queremos llamarlo de otra manera hagámoslo con la palabra unidad, sólo que ella no se circunscribe al terreno de los partidos, menos aún cuando están absolutamente debilitados y se conforman simplemente en una amontonamiento de siglas. Estos, conformados sobre antiguos y superados exorcismos ideológicos y ahora sobre un pragmatismo sin ideas, no podrán comprehender nunca la totalidad porque son partidos. Una coalición de ellos se formula sobre la base de un enemigo, lo que anula toda posibilidad de unidad.
El ejercicio político ha trascendido de largo a los marcos llamados partidos. Paternalismo de dirigentes partidistas, inadmisible. La salida, la superación de la crisis de ciudadanía. Por ello alguna vez escribí “la unidad es nociva para la salud”, para referirme a lo que nunca puede ser una unidad. Tal unidad no puede ser lograda por una sociedad que reclama paz y condena la violencia, pero expresa su odio a través de todos los medios, en especial a través de las redes sociales. Es decir, la unidad se logra mediante una oferta sustitutiva basada sobre nuevos paradigmas que nos permitan obtener una visión de futuro compartido.
II
Edgar Morin nos indica que unir, por ejemplo, orden y desorden, genera organización y complejidad. Nos habla de romper la idea lineal de causa-efecto. Y nos recuerda que el todo está en la parte.
Permítasenos, no obstante, una breve digresión hacia el terreno de la física cuántica. Se ha demostrado el proceso que convierte en realidad los estados probabilísticos, en el cual la conciencia del observador es parte fundamental, dado que los observadores son necesarios para dar existencia al mundo puesto que vivimos en un universo de participación. La cuántica ve objetos que están simultáneamente en varios sitios a la vez. Lo que dudan los científicos es como esos estados superpuestos se hacen concretos para nuestros sentidos. En cualquier caso es el observador y sus instrumentos de medida los verdaderos factores de la realidad. Los físicos hablan de decoherencia para definir el enredo de los sistemas físicos. Y agregan que un sistema se desintegra cuando pierde la capacidad para mantener las interconexiones específicas. Lo que hay que hacer es liberar de las restricciones para que los elementos se encuentren disponibles para nuevas formas organizacionales.
Si extrapolamos de la física cuántica hacia los procesos sociales podemos llegar a idénticos resultados. La mirada de los observadores determina la realidad y su forma de mirarla la fortalece o provoca su agotamiento para posibilitar el nacimiento de formas distintas. Sólo que cambiar la mirada implica un cambio de paradigmas que sólo puede sucederse mediante la adquisición de otra forma de pensar que transforme la mirada.

Si se mira desde la complejidad comienza por aceptarse la contradicción, esto es, termina la obligación cognitiva de silenciarla o mirarla linealmente. Cuando conforme al viejo paradigma que estamos utilizando para mirar la realidad vemos una única dimensión, estamos propensos al error. En otras palabras, permaneceremos anestesiados e impotentes. El pensamiento complejo permite ver lo que está debajo de la lógica aristotélica. Sin embargo, el viejo paradigma nos obliga a una supuesta racionalidad que conlleva a rechazar todo lo que parezca especulación. Sin duda que la vía para cambiar la realidad es someternos a lo que en otros ensayos he denominado “una interrogación ilimitada” que pasa por revisar lo que hasta ahora hemos considerado verdad. Podríamos hablar así de la reflexibilidad indispensable a la que tiene que someterse un cuerpo social que le facilite la obtención de nuevas posiciones frente a la emergencia que enfrenta. Lo contrario es aquello en lo que estamos, duelo, frustraciones y patologías, situación que también he mencionado más gráficamente como el lloriqueo a posteriori.
Partamos de una base: las simplezas no tienen cabida en este siglo. El que parta de ellas concluirá en el fracaso. He dicho en repetidas ocasiones que un verdadero político es el que hace inteligible el mundo para el pueblo. Una vez comprendido el mundo es recreable.
De allí Morin: Toda entidad está abierta y hay una relación energética-entrópica permanente. Al mismo tiempo es cerrada porque ofrece fronteras, pero ese límite no es absoluto. No podemos ser lineales, hay que recurrir a la circularidad o recursividad. Toda entidad, para mantenerse, da apariencia de finalidad. El mundo inteligible nace de la interacción entre la realidad que se quiere cambiar y el sujeto. La realidad no es un elemento básico simple, la complejidad nos la revela la conciencia.
Ahora bien, nos planteará el lector anónimo, ¿cómo aplico estas concepciones a la liberación inmediata o progresiva de mi propio drama que ahora vivo? Evidentemente no estamos planteando una conversión moral de la población o la aparición súbita de un rayo que ilumine a un pueblo hacia el cambio de paradigmas. Basta por iniciar la comprensión de una realidad múltiple, contradictoria y complementaria e interrogarnos si nuestras creencias nos han conducido a algún resultado concreto. Si la respuesta es negativa ya estará abierta la espita para el abandono de los paradigmas inservibles y su sustitución por otros. El proceso en su final sólo puede ser medido en largo tiempo, pero la decisión de cambiar la mirada o simplemente de interrogarse sobre ella tiene consecuencias a corto plazo.
   






























El “Zeitgeist” y la desambiguación

El objeto esencial del litigio político es la existencia misma de la política.
Ranciere    

Es difícil encontrar una palabra alemana que se haya introducido con tal éxito en el léxico de las ciencias sociales como ‘zeitgeist”. Ciertamente se le han dado muchos contenidos, pero quizás con lo que más se le identifique es con el concepto hegeliano de la historia. Nosotros la vamos a utilizar aquí en su sentido literal, esto es, como una referencia al “espíritu del tiempo”, como el clima cultural e intelectual de una época.

Este que nos toca a los venezolanos es uno de arbitrariedad contra el adversario al que se endilga como enemigo. Es natural que así sea. El juego político permite la identificación del otro, mientras para el extremismo populista-marxista la política no es otra cosa que la configuración simbólica perteneciente a una formación social específica, esto es, al capitalismo. En consecuencia no puede haber política, sólo la aniquilación del adversario. Gramsci la pensaba diferente y sostenía que para hacer de las contradicciones sociales un verdadero antagonismo había que politizarlo, esto es, colocarlo en un régimen de discurso y en un dispositivo institucional específico. Lo que no recuerdo en el pensador italiano es como llevar este sistema de acciones cuando se ejerce el poder desde el populismo. O tal vez desde la aplicación de lo que Foucault llama biopolítica, que vendría a ser como la regulación de la población mediante el impacto del poder hasta en las cosas más nimias de la vida.

Saliendo un poco del contexto conceptual podríamos argüir que mientras más omnímoda resulta la dominación más fácil la resistencia. Sólo que esta implica sacrificios, por lo que se recurrió –en este país nuestro- a la tesis de mantenerlo en los espacios democráticos, aunque fueren de apariencia. De allí la carencia de política que percibimos en este “zeitgeist” venezolano, una que no consiste meramente en la vacuidad de una campaña electoral, sino que se extiende hasta el peligroso terreno de la falta de política.

Es menester desambiguar el término. Desde el poder no se está haciendo política, este tipo de poder –ya lo vimos más arriba- no la concibe. Quienes teóricamente se le oponen no la logran entender como una especificidad de acción. Frente a un poder de este tipo la política sólo puede venir de un sujeto que lo sea y que la haga como una ruptura específica. Plantear un supuesto regreso a la democracia no es una ruptura. Esta comenzaría por imponer una batalla política, porque si se mantiene en un territorio evanescente la política se hace innecesaria y el régimen opresor habrá ganado la totalidad de la batalla.

La política no puede permanecer en el sector sombra del proceso histórico-social. Es esencial a su existencia la visibilidad y hacer del disenso una modalidad específica de “su” ser, lo que significa que plantar cara al poder sin política, sin la construcción ideática de una sustitución mediante una oferta concreta de ruptura entre el aparato del Estado que se alza omnímodo y alega ser la construcción de algo (en este caso del mal llamado socialismo del siglo XXI), por una parte, y del estado de lo social que debe estar en ebullición reclamando esa sustitución desde un aparataje conceptual, sólo conduce al fracaso .

El populismo –tengámoslo absolutamente claro- es un gran negador de la política, dado que el caudillo que lo encarna, o lo que es lo mismo, el héroe, es el único que se identifica con el pueblo, lo absorbe y se hace él. Y como el ejercicio político produce tensiones hacia los cambios, el caudillo se mantendrá eternamente en su discurso fijo de que está acabando con los poderosos, lo que, argüirá, es más que suficiente para que el futuro entre por la puerta de la nación que desgobierna. De esta manera, el cielo será para los buenos y el infierno para quienes se le opongan, es decir, los malos. Hermet lo llamó un “apartheid inscrito en los corazones”.
Una estrategia correcta de combate es dejar claro que las élites no monopolizan el poder, que no son dueños de los candidatos, que las instituciones no son de su propiedad privada y sólo sirven para preservar privilegios. Cuando se hace lo contrario el poder populista se consolida y la política –obviamente- vuelve a brillar por su ausencia.
Para mí la construcción imaginaria de un nosotros –y la perspectiva cierta de su realización- es la clave, pero no es este el “zeitgeist” o el espíritu de este tiempo. De allí viene la confusión, la ambigüedad, la reducción a términos inexactos. Hay que recurrir a un proceso de desambiguación de esta triste historia.



















La dictadura desnuda y la democracia vestida

La dictadura desnuda
Las dictaduras son mundos desnudos. Permiten ver todo lo que no se debe ver, no por su voluntad, sino por una propia idiosincrasia. Las dictaduras trazan fronteras y se vigila atentamente lo que todos hacemos. Podemos decir que la psicología de la dictadura lo es de la desnudez. La dictadura es un mundo de fronteras, especialmente civiles, lingüísticas y mentales. Las dictaduras procuran injertar en las personas una dependencia de los actos dictatoriales, una que se refleja en una paradójica transparencia: en la dictadura podemos mirar con más claridad en las acciones gubernamentales y en el comportamiento de las sociedades que las padecen. Puede alegarse que en un régimen de libertades existe una expresión que nos permite conocer los intríngulis del poder, lo cual es cierto hasta cierto punto, pero la dictadura nos permite redirigir la mirada hacia el cuerpo social con mucha mayor claridad.

La dictadura procura la reducción al absurdo lo que clarifica la mirada hacia adentro. En democracia existe demagogia, mentiras, alteraciones, hipocresías, pero el ejercicio de la libertad se convierte en un manto que nos dificulta la mirada en el espejo. La dictadura se especializa en grandes montajes teatrales derivados del nacionalismo y el patriotismo, todo envuelto en una gran producción de amedrentamiento. Ello conlleva al reconocimiento rápido de las carencias psicológicas y de las deformaciones sociales.

En democracia se soporta en mejor grado la vida cotidiana. En dictadura se vive bajo la esperanza de que en algún momento se saldrá de la pesadilla. En democracia a la gente no le interesa comprender, la apatía es su norma, el interés por lo público se marchita En dictadura se entiende poco, o se procura no entender. El país pasa a convertirse en un lugar donde hay que estar, si no se tiene la fuerza económica para la emigración. En democracia se tiene el apoltronamiento de que llegarán nuevas elecciones y otro vendrá. En dictadura se sabe que el medio de transporte no llegará, a no ser la implosión o la explosión.

La dictadura es una fábrica de mundos, una permanente industria de paraísos ahora perfectamente armables sobre el territorio donde ella se ejerce. Se nos convence que basta la lealtad para ser uno de los privilegiados habitantes de este territorio paradisíaco. Basta que pongamos todo nuestro esfuerzo en la asunción de estos mundos virtuales de signos que la dictadura fabrica con una eficacia que no muestra ni para desarrollar un real aparato productivo ni para alimentar a una población ni para dar la tenue apariencia de ejercicio del poder con eficacia.

La dictadura es perversa pues nos lleva a imbuirnos hasta tal extremo de un mito que semeja una religión de Estado. Ella pasa a ser la promesa y la garante de la promesa. Una de los primeros elementos que así entran en crisis es la subjetividad dado que las referencias en el fondo padecen de una extrema precariedad. Pero hay algo que a la dictadura se le escapa: que dentro de ese cuerpo social dominado nace el deseo de crear, de inventar. Y sucede porque no hay otra solución. La dictadura agobia de tal manera que la manera ideal de enfrentarla es creando sentido. El régimen identitario se hace combinación de dictadura y democracia. La dictadura lucha por cambiarlo todo, pero sólo en apariencia, mediante el procedimiento de renombrar, rebautizar y reinaugurar. La democracia perdida se empeña en recuperarse partiendo de una imagen estable de sí misma, no acepta la necesidad de crear sino de restituirse, colaborando así con la dictadura en el aumento de la fragilidad.

Inmiscuirse en la psicología de la dictadura no es nada nuevo. Los intentos de analizarlas desde este ángulo han sido muchos, especialmente en casos de gran traumatismo como Argentina y Chile. Puede verse siempre el intento de implantar un nuevo ser social con sus consecuentes constructos subjetivos provocados intencionalmente desde el poder. Los especialistas han llegado a hablar de “dictadura de la psicología” en este proceso de abordar la mente humana y las triquiñuelas del poder dictatorial.

La dictadura, especialmente la populista e ideologizada, se la pasa, pues, haciendo psicología y construyendo mundos. En estos intentos se despoja de las ropas, se muestra desnuda y es allí, en su exposición carnal, donde hay que pescarla, domeñarla y exorcizarla. Para ello se requiere el combate en su terreno, no en el de la añoranza, sino en el de la obligada creación de ideas y de desafío mediante el señalamiento de una fortaleza de futuro fundada sobre una concepción nueva del mundo político y social.
La democracia vestida
Para hablar de vestidos seguramente hay que ir hasta los griegos, pero precisando que semejante viaje se debe hacer sólo cuando se refiere uno a los vestidos de la democracia. Los vestidos pueden estar de moda o demodé porque, al fin y al cabo, la palabra moda nos llegó al español del francés mode y esta a su vez del latín modus, sólo que el lenguaje traicionero puede indicarnos que moda es un mecanismo regulador de elecciones. Del resto –de ponerle vestidos a la señora democracia- se encargaron las llamadas ideologías las que, aún hoy, fabrican adjetivos en serie sin aceptar que son ellas las pasadas de moda. Para rendir honor al origen de la palabra moda no hay como citar a Ives Saint Laurent: “A lo largo de los años he aprendido que lo importante de un vestido es la mujer que lo lleva.”
No había quórum, no había manera de tomar decisiones, era menester recurrir a incentivos económicos para que los ciudadanos concurriesen. Está en crisis la democracia, exclamaron los más preocupados. Este primer despojo de la moda ocurría por allá en Atenas y quien lo denunciaba era nada menos que Aristóteles. Para bajar las preocupaciones, Aristófanes escribió La asamblea de las mujeres donde, sin contemplaciones mira el delicado asunto con ojos de sátira. En efecto, Blépiro, asambleísta él, padece de estreñimiento y tiene que dedicarse a resolverlo, lo que hace que algunos vivos se aprovechen de tan arduo esfuerzo para ejercer la democracia con otro vestido.
El acto político es un acto de movilización de voluntades ajenas con eficacia suficiente para que resulte afectado el envoltorio, esto es, lo que está de moda. El filósofo Saint Laurent, a la manera racionalista del pensamiento francés, tal como lo cito, descubrió no obstante que lo importante es la mujer y no el vestido. Resulta indispensable recurrir a la escuela cínica cuando a la democracia se le pone el mismo vestido de la dictadura, sin darse cuenta que son dos mujeres muy distintas. Blépiro, el personaje de Aristófanes, nos deja claro que mientras algunos resuelven sus problemas digestivos otros asumen el protagonismo.
Uno de los vestidos múltiples que se le ponen a la democracia –además de los múltiples adjetivos- es el de la resolución de problemas. De manera que los que quieren hacer llegar a los ciudadanos a la convocatoria se esmeran en extraños anuncios. Uno –mientras transcurre este verano y se dedica a salir de agosto de la mejor manera posible- constata que no hacen algo distinto que tratar de vestir la democracia con trajes de siglos pasados, como si aquí estuviésemos en un museo de la moda y no en la urgente necesidad de rescatar al peor de los sistemas de gobierno -a excepción de todos los demás- como se dice en la ya clásica sentencia.
De esta manera los que recurren al acto político se convierten en sastres y no en hombres de Estado o en pensadores de nuevos códigos de ADN. Cuando uno habla de nuevas concepciones dicen que fulano de tal es su modelo, sin darse cuenta que se refieren a un pensador del siglo XIX. Cuando uno requiere de nuevos incentivos conceptuales para modificar la asamblea y el acto político, argumentan que la academia acabó con los “neo” y que todo es como lo dijo el clásico de comienzos del siglo XX. Así, la democracia se queda vestida con los trajes antiguos, mientras uno trata de rescatar a la mujer que embadurnada con tales telas acompaña a Aristófanes a los baños públicos de Atenas.
A estas alturas habremos entendido que no se trata de trajes lo que requiere la democracia. Lo que requiere es una reinvención, porque ofrecerles a los pueblos incentivos para que haga quórum en el acto político es como triplicar los óvalos que tanto molestaban a Aristóteles. Y como los griegos eran unos verracos y se las pasaban en la academia fuera de Atenas, siguieron inventando con la esperanza de que estas sociedades de origen cultural greco-latino mantuviesen la invención en lugar de dedicarse a hacer desfiles de moda. En buena parte la República Romana lo hizo, hasta el punto de que aquellos granjeros ilustrados que son llamados padres de la nación norteamericana la tuvieron más que presente.
Ahora andamos en esto que llaman el siglo XXI. La tecnología ha transformado el concepto de poder. Los ciudadanos ahítos de tanta tela vieja se marchan al sonido de las renovadas flautas del populismo y de los raídos vestidos ideológicos. Y los de la democracia lo único que pretenden es desempolvar los baúles, sacudir la telarañas, pedir restitución de la vieja monarquía que dejó a la gran dama expuesta ante las acciones de la rapiña militarista. Asocian –indebidamente es obvio- a democracia con mercado, cuando el asaltante de la dictadura desnuda se va en lenguaradas sólo atinan a reclamar respeto absoluto ante el altar de la propiedad privada. Eso se llama desconocer la evolución del pensamiento, sobre todo porque la dama de la que nos estamos ocupando no es un cuerpo con vida eterna que simplemente no envejece, sino que es un conjunto de pensamiento e ideas que se llevan a la realización en lo que he recordado a lo largo de este texto se llama acción política.
O el endeble cuerpo se reconoce como más importante que los vestidos o los restauradores del ancien régime se van a quedar con los crespos hechos. Lo peor no es que se queden ellos, es que dejen a toda una sociedad a merced de los depredadores. De manera que para tranquilidad de Aristóteles hay que reinventarse la democracia, hay que hacerla de este siglo, hay que dar respuesta a las quejas, como esa que va sobre el eclipse de la representación y de los partidos como dueños totalitarios de las postulaciones.
En definitiva, hay que dejar a Blépiro resolviendo su estreñimiento y darle un poco de descanso a Aristófanes, también porque ya Aristófanes no hay, lo que queda son simples Awards.






















La prevalencia de la disyunción
Estamos entrando en lo colectivo sin colectivo, esto es, vamos contra nosotros mismos. Ya no se conjugan en la población lo general y lo particular, o lo que es lo mismo, la asunción del punto de vista del común desde un propio punto de vista. En lo que ahora tenemos prevalece la disyunción: a cada uno se le hace valer supuestamente su particularidad mediante un “ejercicio profesional de la política” basado en la demagogia del disfraz y de la construcción de callejones sin salida.
La política no puede funcionar sin ideas. En buena parte es una ciencia de las ideas. La organización social del hombre no nació como la vida ni crece como las plantas. La política que carece de empuje proveedor de consistencia es una futilidad. Dado que las formas políticas son invención del hombre no puede desgajarse de la política la capacidad renovadora. Bien se dice que el pueblo no existe, lo crea la política. De esta manera hay que decir que la principal actividad de lo político es dar sentido y toda democracia pasa a ser un proceso ininterrumpido de transformación.
De esta manera la política y la democracia, es decir, la acción y sus resultados, no pueden ser otra cosa que inserción constante de nuevas opciones o, dicho en otras palabras, ampliación permanente de la libertad. Tenemos, pues, que volver a leer lo político sacándolo del cansancio, del aburrimiento y, sobre todo, de un conservadurismo que brota ante las ideas y ante la esencia misma de lo político y de la democracia, puesto que todo lo establecido siempre resiste las ideas innovadoras.
Es a través de la política que se constituye el vínculo social. Si no enfrentamos este proceso creativo la política pasa a ser inepta para explicar las desigualdades que crecieron paralelas a la libertad y se convierte en algo deleznable para el común de la gente que nunca podrá entender lo que es ejercicio de la ciudadanía. Continuar pensando que la democracia es como es, que la justicia se administra como se administra, que las instituciones son como son y no pueden ser de otra manera, equivale a un corsé al pensamiento y a la esencia misma de los conceptos política y democracia.
Otra cosa que debemos aceptar es la política como conflicto y los conflictos expresión del animus político. Y a la democracia como capaz de administrar los conflictos mediante una renovación permanente. Una cosa son las instituciones básicas, aptas para administrar el control de estabilización, y otra la permanente manifestación de ideas que amplían los espacios hasta una libertad transformadora. Está claro que las llamadas instituciones y los intermediarios sociales ya no responden a las exigencias de los tiempos y, por tanto, hay que buscar nuevos mecanismos.
Esta es la realidad de un país a escasos días de unas elecciones que vuelven a ser llamadas “la última oportunidad”, otra aberración, pues la democracia no tiene nunca una última oportunidad. Basta haberse paseado un poco por los procesos históricos, basta no meter en una gaveta todos los papeles, basta no fusilar de antemano el juego (utilizada esta palabra con seriedad) de las posibilidades políticas, para concluir que en este país se utilizan frases al voleo, se dicen impertinencias a granel, se utiliza muy mal el lenguaje.
La verdadera revolución es la voz moral. El populismo es una asunción de un modo radical para lograr la homogeneidad sobre lo imaginario. La posibilidad de un gobierno omnisciente no cabe en el siglo XXI. El verdadero político es el que hace el mundo inteligible para el pueblo, esto es, el que le suministra las herramientas para actuar con eficacia sobre lo ya entendido. El populismo no se combate con populismo. El populismo debe ser combatido con la siembra de la comprensión llevada al grado de un estado de alerta.
La legitimidad electoral y la legitimidad social pueden contrastarse o encontrarse. La manera de encontrar la segunda excede al simple hecho de buscar el voto en una campaña electoral plena de promesas, generalmente demagógicas. Buscando la segunda suele encontrarse la primera. El planteamiento inteligible que produce efectos previos mejora notablemente la capacidad de escogencia. Las campañas electorales son la culminación de un proceso en donde el individuo manifiesta una preferencia. La masificada propaganda en nada podría modificar una asunción previa ganada en una democracia de cercanía generada por los líderes verdaderos que en ese proceso electoral buscan la voluntad mayoritaria del pueblo.
No se puede combatir demagogia con demagogia. El proceso de crear lucidez y pertenencia es ajeno a las palabras altisonantes y mentirosas. El proceso de repetición demagógica por parte de dos o más adversarios en una contienda por el voto conduce a soliviantar un individualismo feroz que se traduce en apostar a la mayor oferta engañosa. El vencedor, naturalmente, será el que ejerce el poder o, si se ha cumplido con la tarea pedagógica, el que ha hecho una obra previa de configuración de cuerpo sobre el que limita su acción a la campaña electoral misma.
Mayoría electoral no es mayoría social por acto automático. Legitimidad forzada no es confianza. Así la legitimidad del poder y la legitimidad del ejercicio democrático estarán afincadas sobre un barro extremadamente frágil y, lo más grave, la democracia se derrumbará por efecto directo de todos, de los que ejercen el poder y de quienes pretenden sustituirlo, de los demagogos multiplicados, obligando al poder al ejercicio de la fuerza para atender compulsivamente las exigencias sociales. Quienes no entienden de la existencia de instituciones invisibles y de la necesidad de hacerle comprender el mundo al pueblo, de hacérselo inteligible, bien podrían cerrar la brecha electoral, aún disminuida y extremadamente condicionada que en estos días aún ocupa el horizonte.









El efecto Alka Seltzer
De repente el hombre de la transición parece observar los destellos del futuro y como en un proceso de acrecentamiento recibe los materiales de su expansión. Aplico algunos términos propios de la astrofísica para describir el crecimiento del hombre contemporáneo hacia nuevas formas políticas. En efecto, vivimos momentos muy similares a los de la formación de los planetas, en el sentido de la atracción y encaje de diversas piezas flotantes. En el campo de la política parece existir el convencimiento del cansancio, pero también el de la zona del limbo, uno en que el viejo procedimiento y la manera de concebir no desaparecen y no termina de cuajar la claridad del mundo nuevo.
Se produce el relámpago del alerta y el hombre de la transición siente el atractivo de ver manifestada en fórmulas concretas sus ansias, las que le ofrecen nuevas formas de respuestas en el modo de conducir la organización social, especialmente en lo que se refiere a las manifestaciones político-estructurales. La primera reacción es la de la alegría, la de la celebración de ver ante sus ojos la nueva forma de entender la política, la nueva manera de concebir al liderazgo y el planteamiento real y efectivo de las nuevas ideas.
Los estudios de opinión comienzan a mostrar el entusiasmo y la esperanza, especialmente en los sectores jóvenes de la población, aburridos y cansados de las viejas prácticas, los mismos que alegan su desinterés por el destino colectivo por la repetición, la perversión y de los desvíos de todo orden ético. Efervesce la alegría del descubrimiento, los ideales vuelven a brillar como motor de la vida, por momentos se tiene la certeza de la novedad, la emoción del descubrimiento, la sacudida del letargo y los jóvenes se identifican de nuevo con la política, con la posibilidad de un mundo regido por parámetros distintos y por paradigmas novedosos que disuelven el pasado en una nueva posibilidad latente.
El entusiasmo dura poco, para que los sabelotodos comiencen a hablar de efecto massmediático, de emociones de Facebook y de Twitter, de encuestas realizadas en la vida de Internet y no de la realidad real. Esa emoción, en efecto, se apaga; quienes esperanzados miraron el planteamiento transformador lo dejan en el camino y vuelven a sus hábitos de indiferencia. En otras palabras, no concretan los sentimientos que los animaron, no van a votar, no ejecutan el cambio, se diluyen en lo que en este texto he dado en llamar el efecto Alka Seltzer.
Se trata ahora de unas encuestas que reflejan literalmente lo que no ha de suceder. Esto es, no se trata de que estén amañadas o de que sean realizadas sin el habitual rigor. Se trata de que el momento de evaporación de las burbujas de la pastilla para la digestión es tan efímero que casi estamos llegando al momento de hablar de la imposibilidad de medición real y efectiva de la intención electoral de una población dada. Si bien se acepta que una encuesta refleja un momento específico, no es ese el argumento válido para reflejar lo que está sucediendo. Uno llega a plantearse si se requieren elementos sociopsicológicos incorporados a las viejas maneras de determinar la intención de voto o si la complejidad de los tiempos de transición convierte en misión imposible el adelantarse a los resultados de una consulta electoral.
No obstante, el futuro económico de las encuestadoras o su adaptación a un tiempo movedizo será problema de los interesados y de los planificadores de campañas electorales y de quienes quieran saber los entresijos de los electores para adaptar a ellos la procura de apoyo. El asunto del fondo de este período de transición y la llegada definitiva del futuro es el que nos interesa. Es el porqué sucede, especialmente entre los jóvenes, el efecto Alka Seltzer, el problema de fondo. Se distraen rápidamente del objetivo de sus ilusiones políticas, pero debemos comenzar por advertir que son así en todos los aspectos de la vida. La quema de adrenalina parece exigirles nuevos estímulos a cada instante, no sin admitir la existencia de excepciones en aquellos que permanecen sobre el atractivo nuevo planteamiento. La necesidad de estímulos exteriores pasa por una concepción de la existencia misma producida seguramente por nosotros los adultos en nuestros fracasos de haberles entregado un mundo más adecuado a sus sueños. A pesar del éxito que individualmente hayamos podido alcanzar hemos incurrido en la manía positiva de atosigarlos de deportes, de alternativas educativas de todo tipo, de necesidad de adrenalina. En los sectores más pobres de la población este requerimiento viene obviamente de otras causas pero es muy similar, como la necesidad imperiosa de producir ingresos o de asumir tempranamente responsabilidades familiares pesantes.
Lo efímero se siembra en la mentalidad de estos tiempos de intemezzo o de interregno. Hay que vivir con tal prisa y obtener las satisfacciones a tal velocidad que el condicionamiento propio de los procesos sociales parece gozar de una lentitud no atractiva. Abandonan rápidamente, se disuelven en el vaso de agua cual Alka Seltzer, duran un segundo en su consistencia. En otros casos, es también obvio, son atrapados por los viejos modelos, por las antiguas concepciones y un pragmatismo devorador y sin ideas los lleva directamente a entregarse de cuerpo y alma a lo conocido y a lo aparentemente práctico. Es el caso de los líderes del primer gran movimiento estudiantil contra el presente régimen venezolano, idos casi todos a militar en los partidos tradicionales porque “sin partido no se puede hacer carrera política”. Terminaron devorados por las partidocracias en sus ilusiones de utilizar el aire de la rebelión juvenil como instrumento para ocupar cargos de elección popular.
Abandonan el desafío con rapidez o porque se distraen con la inmediatez de la vida que los reclama al benessere o a la satisfacción personal o por el convencimiento de que la ilusión era vana, que fue simplemente un espejismo y no puede ser verdad lo que los llenó momentáneamente de interés, de manera que sirvió sólo y simplemente para un momento de renacer de un autoengaño. Son los más, sin que falten los que “reflexionan” sobre la supuesta practicidad de la vida y regresen de inmediato a lo “seguro”, a lo conocido, a lo establecido donde se mantienen las generaciones anteriores.
El asunto no es, entonces, un mero problema de las encuestadoras y de sus dueños, transformados, por la ausencia de políticos verdaderos, en una suerte de profetas u oráculos que dicen lo que hay que hacer. El asunto es la invención del pegante, del fijador, del elemento que amalgame y mantenga la ilusión despertada en una verdadera fuerza del cambio que arribe a la materialización real y efectiva del futuro encarnado en las nuevas formas de pensar y ejecutar la política. Quizás de este descubrimiento dependerá que el nuevo mundo nazca o que se prolongue el limbo del interregno y veamos a la juventud disolverse una y otra vez como un Alka Seltzer lanzado en un pequeño pozo de agua remanente de un pasado que nos frustra y envilece.



Hoy me quedo con Habermas

Dos fuerzas cualesquiera, desiguales, constituyen un cuerpo a partir del momento en que entran en relación. (...) En un cuerpo, las fuerzas dominantes o superiores se llaman activas, las fuerzas dominadas, reactivas.
Gilles Deleuze, Nietzsche y la Filosofía
Las fuerzas que se enfrentan son como la uña y la carne. Tal como lo dice Deleuze –quien no tiene nada que ver con Andrés Calamaro- conforman una unidad de acción y reacción, lo que comienza a explicarnos la triste historia de la cándida Eréndida y de su abuela desalmada. Jürgen Habermas nos ha dicho que todo sistema discursivo está de hecho distorsionado, fundamentalmente por la influencia del poder político. De esta manera la forma como habla ese poder se introduce en nuestro lenguaje cotidiano en tal manera que las barbaridades nos parecen sujetas estrictamente a la normalidad y nos asemejan a un hecho de justeza.
Quizás ahora comenzamos a entender la referencia a Calamaro, un excéntrico cantante que mandó a meterse los 140 caracteres de Twitter por donde ustedes se imaginan. Es que allí se encuentra con una repetición turbadora los lugares comunes que se han posesionado y que implican el desprecio por las ideas y por quienes las tienen. De allí he decidido quedarme hoy con Habermas, para perturbar a los inquietantes enemigos del pensamiento, a los aturdidos que hablan sin saber que conforman un mismo cuerpo con aquello que dicen combatir.
Citar a Habermas junto a Calamaro, e incluir en el paquete a Deleuze, es un pequeño ejercicio para la visión binocular de un país atarantado, puesto que esta intercomunicación distorsionada que nos muestra el maestro suizo desbarata los restos de racionalidad que uno podría suponer aún entre tanto repetidor de la normativa impuesta por la parte dominante del cuerpo.
Se trata de una formación ideológica que se clausura, que se cierra sobre sí misma, imposibilitando de ese modo la existencia de toda posición “exterior” a ella. El “universo del discurso” se percibe y funciona entonces como efectivamente universal: fuera de ese “universo” no hay nada, solo vacío. Adviene, entonces, el comportamiento neurótico de un cuerpo social que parece impedido de encontrar su propia formación y sus propios órganos exteriores. Se alimenta de las ilusiones y se solaza en límites que harían apelar a Freud, sólo que podría romperse el saco si lo incluyésemos, saco ya lleno con Habermas, Calamaro y Deleuze.
Como salir de la comunicación sistemáticamente distorsionada es obvio que no se consigue por la vía asumida por el cantante de tangos. Las contradicciones patológicas debemos atribuírselas al mensaje de la parte dominante que ha sido asumida por la parte dominada. Los estudiosos aseguran que el organismo habla y que se puede proclamar la defensa de algo mientras se hace exactamente lo contrario, mutilar lo que se dice defender. He hablado de la desaparición de palabras como significado y significante, pero como hoy me he quedado con Habermas me veo obligado a mencionar las “condiciones genéticas del desvelamiento del significado”, lo que podríamos traducir como la necesidad de rectificar este texto distorsionado que es la Venezuela de hoy y hacer algunas referencias concretas a esta distorsión textual.
De aquí es necesario precisar que los candidatos no son más que un producto del monopolio totalitario concedido a los partidos políticos para postular y que, en consecuencia, no son más que unos instrumentos circunstanciales que el país puede usar como tales para un momento puntual que llamaremos espacio de simulación democrática de la dictadura. No encarnan el futuro porque son una expresión distorsionada, son lagunas, repeticiones, omisiones y ambigüedades. Podríamos, de esta manera, decir que son textos duplicados de las viejas maneras de ser parlamentario, puesto que alegan en sus afiches “somos mayoría”, lo que equivale a motivaciones inconscientes tras un disfraz simbólico, más o menos lo que le ocurrió a la mal llamada cuarta república cuando se estaba hundiendo en el tremedal autocausado y se montó en un caballo a recorrer sus propias condiciones de producción.
Considerados como una inflexión obligatoria debemos precisar que no son el futuro y que ni siquiera alcanzan el grado que llamaremos transición. Una distorsión textual no puede encarnar el lenguaje del tiempo por venir. Está condenada a su relación de cuerpo único con la fuerza dominante, lo que implica que cuando la fuerza activa desaparezca la fuerza reactiva partirá con ella.
En consecuencia podemos definir el momento como un lapsus lingüístico que habrá que suplantar con la producción de nuevos significados. La obligatoriedad a la que hemos sido sometidos la cobraremos con ese extraordinario producto que llaman “lápiz corrector blanco” y sobre el residuo áspero escribiremos la historia que vendrá.












De sociedad a comunidad: la teoría de la transición
Las palabras no existen por casualidad y muchos menos los sentidos que envuelven. A veces no tenemos conciencia que el lenguaje es simple expresión exterior de previos procesos cognitivos y damos por establecido que –dado los conceptos vigentes- algo ha existido siempre.
Escuchamos, por ejemplo, hablar de “sociedad” con toda naturalidad, sin darnos cuenta que este concepto llegó tarde al mundo occidental. “Sociedad” es un producto de la edad de la razón, de la necesidad de un fundamento laico para el análisis de las instituciones políticas, de manera que algunos pensadores se plantearon la necesidad de separar sociedad y Estado. En este proceso andan entremezclados ilustres nombres, como el de Locke, que comenzaron a distinguir entre la ley de la naturaleza y ese contrato social que había dado origen al Estado y, por supuesto, por allí se coló también la necesidad de separación entre Iglesia y Estado.
Pero como el pensamiento no se detiene, contrariamente a lo que piensan muchos que consideran algunos conceptos como montañas rocosas inmodificables, pronto comenzaron a aparecer dudas de este concepto de sociedad. El argumento era que había sido establecido sobre el concepto de razón. En el período posterior a la revolución francesa la sociedad pasó a ser considerada como un todo orgánico. Es lo que en la historia de las ideas se llama la “concepción organicista”, una que introduce la tradición cultural como parte clave de la sociedad. Otro ilustre, Augusto Comte, fue el que la definió al asegurar que una sociedad presume un sistema de opiniones comunes sobre la naturaleza y el hombre. Esta concepción de orden institucional está también en el origen de lo que llamamos “idealismo”.
Veamos: había un orden de la sociedad basado en la religión, llegaron los filósofos de la ilustración y al acabar con él sembraron la anarquía en el mundo de manera que tuvo que aparecer Comte a poner su grano de conservadurismo organicista para salvar a la pobre raza humana. Pero más atrás apareció Marx con su concepción económica de la sociedad dado que afirmó que ella no era más que las relaciones entre los grupos sociales, esto es, la sociedad no es otra cosa que las relaciones económicas entre los hombres. El hombre, al cooperar con otro para satisfacer sus necesidades, establece relaciones de producción. De allí Marx comienza a hablar de superestructuras y subestructuras.
Vinieron después los denominados defensores de la “teoría del conflicto” (aunque el marxismo se puede inscribir también aquí) que dice que los hombres deben competir por el acceso a los recursos de la vida y que la sociedad es un dispositivo de organización para poner en relación a esta población de organismos. En el siglo XIX la teoría evolutiva se puso a elaborar secuencias de desarrollo para los ámbitos institucionales de la sociedad. Era por supuesto, el inicio de la revolución industrial. Luego Durkheim, con su criterio de que la sociedad no puede ser considerada una mera suma de las voluntades de los individuos sino que es una entidad. Apareció la psicología-social y con ellas ideas como interacción, símbolos, persona social. Y siguieron: la sociedad en proceso, las unidades de relaciones sociales.
Y apareció en el escenario la palabra “comunidad”. Y por supuesto un proceso evolutivo de la palabra-concepto parecido al narrado. Es una base local para las unidades de sociedad, son aspectos de la sociedad tales como los relativos a solidaridad (concepto comunal) y otros más.
El concepto de comunidad ha invadido muchas de las presentes discusiones sobre la organización política. Se sostiene, por ejemplo, que comunidad viene de tener algo en común. Y una definición que tenía anotada en alguna vieja libreta y cuya fuente no anexé y que me gusta en especial: “Las comunidades son una forma de solicitud”. Lo cierto es que indago y la palabra comunidad está ya en los textos de Aristóteles, pero de tan rancio abolengo paso a los conceptos que está manejando el gobierno de James Cameron en Gran Bretaña, un gobierno Tory como se sabe. Allí se habla de empoderamiento de la comunidad como un paso de la acción del Estado a la acción social. Al parecer Cameron rompe con Margaret Thatcher y se lanza a buscar la energía de los ciudadanos de las comunidades. Se asoma otro concepto que invade por todas partes, el de transición. En el caso que nos referimos se dice de una “iniciativa comunitaria de transición”. Y una nueva expresión “transición de ciudades”. Todo parece indicar que el pensamiento traducido al lenguaje no se detiene y menos las acciones correspondientes. Un tory como Cameron no gusta mucho del Estado, sólo que este interesante conservador lo maneja desde ángulos muy diferentes: hacer retroceder al Estado para permitir a este concepto comunitario de sociedad avanzar rápido a posesionarse. ¿Cómo lograrlo? Reforma de planificación de barrios, formación de una nueva generación de organizadores comunitarios, cooperativas, empresas sociales y el marco constituido por la idea de que el encogimiento del Estado debe conducir no a la atrofia de la comunidad sino a su desarrollo. Descentralización de responsabilidades, poder a los individuos, a las comunidades y a las instituciones cívicas. Veamos en contexto latinoamericano:”A mí el gobierno no me ha dado nada”. Veámoslo en contexto inglés: “Todos necesitan al gobierno… pero la acción es a través de la familia, la comunidad y la empresa social”. Quizás mis citas de Cameron y de lo que se ventila por Londres sea buscando no se vea comunismo hasta en la sopa. Está bien, sé de los problemas económicos internos y de la necesidad de los recortes de gastos masivos, pero lo interesante está en las soluciones que se buscan, unas de avanzada, qué duda cabe. Los recortes van a producir duros efectos sobre los más pobres, se sabe, pero lo interesante es ver como una crisis económica conlleva a la búsqueda de lo común, de la comunidad. De manera que ante la emergencia se apela a la democracia participativa, al fomento y al encuentro de las propiedades emergentes de los ciudadanos. Para ello: construcción de la inclusión social, fortalecimiento de la capacidad, construcción de la organización, construcción de la información y comunicación, construcción de recursos, construcción de la estrategia.
Comunitario, comunitarismo, palabras que suenan ahora como soluciones. Quizás en esta frontera aún indefinida entre sociedad y comunidad –obviando ahora la evolución de ambos términos- es que se está asociando sociedad a suma de fraccionamiento en individuos y a comunidad con solidaridad y acción compartida. Pero como la tecnología hace de las suyas –es interesante ver como nada se detiene- ahora se introducen conceptos como comunidades personales, inteligencia colectiva y redes sociales. Es decir, se dice de la transmutación de comunidad en red social. Hay analistas de redes sociales (Wellman y Berkowitz), asuntos como emergentes de inteligencia (Steven Johnson) y colectivos inteligentes (Howard Rheingold), "Cerebro global" (Heylighen), "la sociedad de la mente" (Marvin Minsk), "inteligencia colectiva" (Derrick de Kerckhove), "las redes inteligentes" (Albert Barabasi), y la "inteligencia colectiva" (Pierre Lévy). Esto se torna interesante. Parece que las viejas concepciones ideológicas no nos sirven. Da la impresión de que estamos en el siglo XXI.
No hay duda que los conceptos cambian, incluido el de comunidad. Y mirando a Zygmunt Baumann (De la comunidad: la búsqueda de la seguridad en un mundo inseguro) diera la impresión que también ha cambiado el concepto de libertad. Es así, porque fuera de especulaciones teóricas comunidad implica la fraternidad, esto es, compartir las ventajas entre los miembros de la comunidad, los egoístas nada tienen que obtener de ella y en consecuencia tendrían que pagar un precio por su inserción.
Otros citan las imágenes de lo que somos hoy, con colas, empujones, las calles llenas, mientras otros estamos en soledad frente a nuestra computadora. Sabemos muy bien como son nuestras ciudades y el individualismo feroz de nuestra época lo hemos analizado en varios libros. Es precisamente por ello que se produce la reaparición de comunidad-solidaridad y la tecnología ha puesto el tema de las redes sociales. Y de nuevo sobre la mesa el tema del capital social. ¿Y porqué utilizar la palabra “capital”? Porque el crecimiento económico no está ya determinado sólo por los recursos naturales, infraestructura y bienes de consumo y capital financiero, sino por la forma como interactúan y se organizan los actores. Esto es, que información, comunicación, ideas y apoyo tenemos a nuestra disposición. Pareciera que los viejos trazados económicos cambian y quienes hablamos de economía solidaria nos estamos sustentando sobre un presente claro. No discutamos si el hombre es egoísta o no, lo que debemos mirar es que las posibilidades de ser egoístas puede que se estén terminando. En resumen, pareciera que sociedad es una serie de limitaciones a los egoísmos y comunidad un sistema positivo inventando. Quizás deberíamos hablar de inducción de comportamientos solidarios.
Pareciera que puede generarse una inteligencia colectiva y ello pasa por una transición a un modelo de auto-organización dirigida por la comunidad, para que la gente actúe colectivamente. Ello también en el aspecto económico, por lo que habla ya de una "economía sostenible de colaboración". Lo es obvio en el campo político, pues se genera un nuevo modelo de democracia. Ya los hemos dicho. La hemos llamado democracia del siglo XXI.
















La inteligencia organizada

Como ves, aquí requiere que ahora corras tan rápido
como puedas para permanecer en el mismo lugar. Si
quieres ir a otra parte, debes correr al menos el doble de
rápido que antes.

Lewis Carroll

La ciencia-ficción en gran medida ha dejado de ser una actividad de los escritores de ciencia-ficción. La ciencia-ficción ha pasado a convertirse en ficción realizable-ciencia, obviamente de manos de los investigadores y de los científicos, incluidos los sociales.

Steven Johnson nos plantea en Sistemas emergentes o qué tienen en común hormigas, neuronas, ciudades y software el proceso que siguen las células del moho de fango que se organizan desde abajo, como una metáfora que niega la ausencia de líderes como causa de la inacción o la pasividad. Es el clásico ejemplo de una conducta ascendente o “bottom-up”. Ya no existe un pensamiento centralizado sino una conjunción que destierra el descenso de una línea para ser sustituido por una generación de inteligencia que sube.

Marvin Minsky en La sociedad de la mente va sobre la construcción de inteligencia artificial. Ya se habla de la web inteligente, una que revolucionaría la búsqueda de información y que nos haría ver al Google de hoy de la misma manera que hoy vemos a una vieja Remington. Pero lo que nos interesa es su visión del cerebro como una sociedad de agentes autónomos subinteligentes que al cooperar exhiben un comportamiento global inteligente. La metáfora se aplica a una asociación de seres humanos porque al producirse entre ellos una cooperación o interrelación puede observarse de inmediato la producción de conclusiones de complejidad creciente. Podríamos tomarle prestada al mejor alumno de MacLuhan, Derrick de Kerckhove, su expresión “segunda piel” para hablar de un sensorium humano que apenas ahora comenzamos a vislumbrar como un tejido de inteligencia desaprovechada por el efecto individualista que pervive en esta transición de un mundo a otro. Me atrevería a agregar a la teoría de la “modernidad líquida” de Zigmunt Bauman –que explica la falta de cambio por la existencia de una modernidad sólida incapaz de fluir- una expresión que se me ocurre del latín y definir a la sociedad venezolana de hoy como un corpus callosum sobre el cual debe aplicarse una buena dosis de comprensión.
La idea de una inteligencia colectiva es uno de los temas predominantes en la investigación no ficticia de nuestro mundo. Desde Steven Johnson hasta Howard Rheingold, desde Francis Heylighein hasta Pierre Lévy, desde Marvin Minsk hasta el mencionado Kerckhove.
La idea que los abarca a todos es que los sesgos cognitivos individuales puede ser llevada al pensamiento de grupo para alcanzar un rendimiento intelectual mejorado. Es lo que se ha dado en llamar la inteligencia colectiva. Podríamos también explicar argumentando que se puede llevar a las comunidades humanas hacia un orden de complejidad mayor, lo que, obviamente, conllevaría a otro tipo de comportamiento sobre la realidad.
La inteligencia colectiva está en todas partes, está repartida. Debe ser valorada y coordinada para llevarnos hacia la construcción de las bases de una sociedad del conocimiento, lo que implica, de entrada, el enriquecimiento mutuo de las personas. Si la inteligencia está repartida, como realmente lo está, se modifican los conceptos de élite y de poder, y se rompen los paradigmas del liderazgo, más aún, los de la soberbia, pues reconocerlo implica desde ya una manifestación de humildad.
Ahora esa inteligencia repartida debe ser sometida a una acción para que comencemos a conseguir la inteligencia colectiva. Teilhard de Chardin, buen definidor de la persona por diferenciación de individuo – y quien por cierto vislumbró la red informática con 50 años de anticipación- habló de noosfera (conjunción de los seres inteligentes con el medio en que viven) y lo extendió más allá al vislumbrar lo que los pensadores de hoy llamarían el cerebro global.
Pues bien, la clave está, quizás, en crear numerosas y pequeñas noosferas. Ello pasa por ver con menos individualismo y en un contexto ético de alteridad. Es lo que en el humanismo cristiano se denomina la sustitución del yo por un nosotros. Hay, sin embargo, una razón más práctica que escapa a lo teórico-moral para insertarse en la brutal realidad real: hacia adonde va el mundo o se sabe o se perece, o se coopera o se fracasa, o se respeta o se es condenado.
Una buena manera de lograrlo es ajustando los mecanismos de comunicación. La web inteligente que aparecerá en cualquier momento podrá, por ejemplo, organizar la información que le interesa exclusivamente a la comunidad de un barrio. La tecnología está al servicio de la interacción. Los problemas de una comunidad específica seguramente son los de muchas lo que conllevará a un contexto compartido. En este plano de intercambio conseguiremos un mundo de significaciones lo que llevará a la movilización de las capacidades. Ello pasa por identificarlas y reconocer la diversidad. El primer paso es la aceptación de que estamos en la era del conocimiento y que en consecuencia debemos actuar dentro de ese marco. La potenciación de las capacidades parte de la conformación de un estado positivo que le permita a la persona actuar con otros y conseguir la apertura. Y resultaría innecesario agregar que el pensamiento que se genera de esta manera es libre y no sometido a manipulaciones. Y también que no se trata de fusionar inteligencias individuales en masa, sino de activar un nuevo modo de identificación. Esta es precisamente la idea de la inteligencia colectiva.
Otros hablan de inteligencia conectiva, para poner el énfasis en la conservación de la personalidad de cada quien, de las ideas y del yo de cada quien. Esto es, la gente no piensa junta para llegar a determinadas conclusiones sino que piensa junta para obtener valor de la conexión y de la confrontación de ideas. George Siemens plantea la discusión en Connectivism Blog: “Collective or Connective Intelligence?

Es admisible pensar que los científicos sociales inventan palabras para distinguir sus tesis o inscribir sus nombres, pero en este caso la distinción preventiva entre inteligencia colectiva e inteligencia conectiva parece tener un sentido mayor. En cualquier caso, Siemens nos envuelve la suya en aspectos de neurociencia, ciencia cognitiva, teoría de redes y en la teoría del caos, con sistemas adaptativos complejos. Si bien podemos afiliarlo al constructivismo, no podemos dejar de admitir algunos de sus principios básicos: la tecnología está alterando nuestros cerebros, ya no es posible adquirir personalmente el aprendizaje que necesitamos y necesitamos de la formación de conexiones. Así, las otras personas pasan a ser “sustitutos del conocimiento”. Por otra parte la diferencia entre real y virtual se hace cada vez más tenue. E insiste en la necesidad de evitar el efecto dañino de los controles, que es al fin y al cabo la premisa básica de su libro Knowing Knowledge. Qué Siemens cuestiones a los educadores y a la educación que actualmente se imparte es importante porque, sin duda, habrá que cambiar los métodos tradicionales. Así lo podemos resumir: enseñar es conectar personas con oportunidades, experiencias con conocimientos, es ayudar a que se establezcan una o más conexiones, conectar experiencias, conectarse a una experiencia, conectar para que otros aprendan a conectarse, conectar personas con contenido, conectar personas, es enseñar a des-conectar.

Inteligencia colectiva o inteligencia conectiva, pero inteligencia organizada. Nunca está de más recordar la famosa expresión de Teilhard de Chardin: “Nada hay en el mundo capaz de resistir el empuje convergente de un grupo de inteligencias organizadas”.
II


"El pensamiento tiene cada vez más efecto sobre la realidad".
Derrick de Kerckhove
Efectivamente, la realidad es sustituible siempre y cuando se tenga clara la nueva realidad. Para ello es menester el diseño colectivo de un proyecto que pasa por una inteligencia colectiva o conectiva, en cualquier caso organizada. Los medios tradicionales, como las monarquías mediáticas y las tecnologías del tiempo real, no lo permiten. Quizás este proceso de paso a las nuevas tecnologías y a su uso en la construcción de redes de redes pueda denominarse uno del homo sapiens a un homo ciberneticus. Lo que debe quedar claro es que el lugar de esta mutación antropológica es el lugar político. Si no reinventamos la democracia no habrá futuro y para ello es menester que el cuerpo social genere, mediante su constitución en colectivo inteligente, las herramientas necesarias para lograrlo.

El espacio de esas herramientas es el conocimiento, el poder de pensamiento, de un espacio dinámico y vivo donde se transforman cualidades del ser y maneras de actuar en sociedad. Pierre Lévy, quien sin molestarse mucho por los nombres sigue hablando de La inteligencia colectiva, nos recuerda que ahora se trata de un espacio moviente y paradójico que nos llega también del futuro, uno donde, donde no podemos limitarnos a los problemas de la supervivencia y del poder como ha acecido hasta ahora con la extinción y división de las inteligencias.

Hay un cosmos en mutación y debemos ponerle nuestras rúbricas, firmarlo abajo mediante nuestra reinvención colectiva como especie. Apenas tenemos esbozos, pero el camino se hizo para ir hacia adelante y lo lograremos si nos mostramos los unos a los otros y vamos así logrando los instrumentos técnicos y conceptuales. Lévy nos dice que “…el proyecto arquitectural mayor del siglo XXI será imaginar, construir y acondicionar el espacio interactivo y moviente del ciberespacio”. Para precisarnos luego que inteligencia no es meramente conocimiento sino un trabajar en conjunto que conlleve al reconocimiento y enriquecimiento de las personas.

Es, fundamentalmente, un asunto político y un asunto de la democracia.

Europa: la crisis de la vieja señora

Teódulo López Meléndez

Nuestras miradas estaban centradas en las manifestaciones de París y en segundo lugar en las que ocurrían en Italia, cuando se produjo la sorpresiva declaración de Angela Merkel proclamando la muerte de la Alemania multicultural.

La reflexión debe comenzar por alguna parte y la primera que nos viene a la mente es la crisis económica, que es apenas un ángulo dentro de una crisis humana, psicológica y cultural. Mueren más europeos de los que nacen y eso absorbe ingentes sumas en jubilaciones –detonante aparente de la crisis francesa- que se pretenden reducir con aplazamiento de la edad de retiro.

Los tres países que nos motivan –Francia, Italia y Alemania- han estado violando el pacto de estabilidad acordado cuando se lanzó el euro. Los repetidos No a la Constitución Europea, el retorno de los viejos complejos nacionalistas entre los sectores excluidos del bienestar, un reclamo desde los más ricos por sus aportes en beneficio de los más pequeños, enfrentamientos o discordias en materia de política exterior, son algunos de los elementos a enumerar en esto que llamaremos la crisis de Europa.

La huida hacia los nacionalismos evidencia un fracaso. Por otro lado se argumenta que no han sabido las élites construir una verdadera Europa sino una especie de patchwork institucional basado sobre equilibrios que en nada contribuye a la mejoría real de la vida. Hay, pues, una crisis de confianza. Y la vertiente económica que afecta al empleo y las prestaciones sociales. Surgen así los ultranacionalistas, con tintes xenófobos y claramente fascistas. El paro, las privatizaciones de algunos servicios públicos y sobre todo la impotencia política hacen mella.
No se pueden negar los esfuerzos hechos sobre estas vertientes sociales. Desde el 2008 fue anunciado un paquete de 200.000 millones de euros por la Comisión Europea en noviembre de 2008; se han simplificado los criterios del Fondo Social Europeo (FSE), y en el Fondo Europeo de Adaptación a la Globalización (EGF), así como se ha instituido un Instrumento Europeo de Microfinanciación y la Estrategia Europea de Empleo, que es uno de los pilares de la estrategia que sigue proporcionando un marco para que los Estados miembros emprendan una acción coordinada para fomentar el empleo en el contexto de la crisis; si alguien advirtió fue Felipe González, que dirige el Grupo de Reflexión sobre el Futuro de Europa. González pintó un panorama realmente crudo ante los dirigentes socialistas europeos reunidos en Madrid. Subrayó la debilidad de la Unión por la crisis institucional, la crisis económica que en su opinión "no se resolverá en 2009 ni en 2010", y advirtió de "la pérdida de competitividad y productividad, sin la cual no habrá cohesión social". Y puso al descubierto las torpezas de la UE en política migratoria al recordar que "habría que agradecer a los inmigrantes que los europeos tuviéramos pensiones". Frente a esta advertencia Francia expulsa a los gitanos y Merkel proclama que ha muerto la Alemania multicultural.

Surgieron problemas graves en Grecia e Irlanda y menos vistosos en Portugal y España. Los mercados financieros siguieron inquietos: grandes franjas del sistema bancario europeo estában ampliamente subcapitalizadas. De acuerdo con las estadísticas del BCE, los bancos de la eurozona tenían alrededor de 20 euros de pasivo (incluida deuda interbancaria) por cada euro de capital y reservas. Esto implica que por cada pérdida de capital de un euro en algún banco, habría aproximadamente 20 euros de deuda dudosa.
En pocas palabras, Europa se convirtió en el segundo escenario de la crisis financiera global, a pesar de la creación de un Instrumento de Estabilidad Financiera Europea (EFSF por su sigla en inglés). Tal vez porque el dinero se utilizó para financiar gobiernos que necesitaban financiar a sus bancos. Por otra parte los países de Europa Oriental se dividieron entre avanzados y atrasados Hungría, Rumania y los países del Báltico recibieron la mayor presión. El proteccionismo económico y la xenofobia nacionalista de las grandes potencias europeas han establecido una fisura con los países del Este. The Times sentenció: “El sistema bancario es insolvente, el desempleo se acelera, los ingresos por impuestos caen, los mercados están en un estado de choque, la construcción se derrumba, los déficits aumentan vertiginosamente y la confianza de los consumidores sufre una masiva contracción en todo el sistema que podría salirse de control". En este contexto se produjo una primera decisión irritante de Francia al conceder préstamos y subsidios a sus fabricantes de automóviles (6.000 millones de euros), pero con la condición de que las empresas mantuviesen el empleo en Francia y bajo ningún pretexto llevaren parte de su producción a República Checa, Eslovaquia y Rumania, países donde Peugeot-Citroën y Renault tienen plantas de ensamblaje. Suecia también siguió medidas similares. Italia, que tiene a Fiat operando en Polonia, también ha dado incentivos al sector en el mismo sentido, mientras que Alemania -con producción en Eslovaquia, República Checa, Hungría y Polonia- puso en marcha un plan similar.
En este contexto se produce la declaración de Merkel, la que venía avizorándose como un malestar serio con el proyecto europeo. He aquí la gravedad del asunto, cuando comienza a especularse con una Europa reducida y con una erosión constante, hasta la afirmación tajante de que el gran proyecto político llamado Europa ya está muerto. Merkel misma cede con su postura al mal humor de sus conciudadanos que creen hay demasiados extranjeros y a instituciones internas poco proclives a una apertura. La ahora frágil Alemania no parece pues predispuesta a tomar medidas Es muy posible que a corto plazo Europa trate de salir del paso con soluciones apáticas.
Los jóvenes huyen de España por millares, en general no encuentran manera de hacer carrera ni recursos para la investigación ni salarios atractivos. Europa vive lo que parecía un mal endémico latinoamericano: la fuga de cerebros. Europa se hunde en nacionalismos chauvinistas, en odios étnicos o a las divisiones como las que parecen deseosos de protagonizar flamencos y valones. Hay una subyacente barbarie política que no encuentra alivio en su extraordinaria historia cultural del pasado. Italia se consume en el consumismo, valga el pleonasmo y ya no es el esplendoroso hogar de la poesía o de la filosofía. Francia no se reconoce en los inmigrantes. La señora Merkel cede antes las encuestas que muestran la creciente xenofobia. Europa ya no es un ejemplo.
La crisis de derecha e izquierda
Quizás los claros indicios de una estrepitosa derrota del PSOE en las próximas elecciones españolas sea el ejemplo más claro que pueda conseguirse sobre la crisis de la socialdemocracia europea. De partido con dominio de poder ha pasado a ser una fuerza en decadencia. Sin embargo no parece surgir una autocrítica. Se le identifica con el establecimiento del estado de bienestar que nació de una alianza de las clases medias con las clases trabajadoras y una corrección de las desigualdades sociales. Esa política fue abandonada.
La derecha aparece impotente y achantada generando extremismos que por momentos hacen recordar los grandes males del siglo XX. La izquierda ha perdido la brújula y se mueve enloquecida y sin ideas, nutriéndose del pasado o dando muestras de su incapacidad de sustituirlo. La Iglesia Católica, por su parte, se sume en el caso de la pedofilia y en las tendencias de lo humano a un abandono de Dios como referente.
La izquierda no logra refundarse sobre nuevo pensamiento, se manifiesta impotente para ofrecer respuestas. Liceístas con franelas del Che Guevara en las manifestaciones francesas son seguramente la prueba contundente de su crisis. La derecha, ante su confusión encerrada en el traje del nacionalismo, sólo encuentra acción en planes de seguridad y de reactivación económica, mientras las instituciones europeas reciben sus golpes. No parece existir una política anti-crisis de ninguno de los dos lados que conlleve a los objetivos comunes y a la reaparición de una verdadera solidaridad.
Pero es la crisis moral la más grave. Algunos la denominan de moral civilizadora. Excede a las aparentes de necesarios recortes que afectan a Francia con el aplazamiento de la edad de jubilación. Una de las causas proviene de que se está quedando sin gente. Europa se está despoblando y los lugares están siendo ocupados por los migrantes. Es aquí donde el tema de la cultura entra a plenitud. La historia parece ha dejado de ser competencia por el poder o competencia por la riqueza. Europa era el centro de la cultura mundial y ya no lo es. Quedó de manifiesto al final de la Guerra Fría. Una crisis de cultura necesariamente lleva a una crisis política. El siglo XXI se está convirtiendo para Europa en el siglo de la nada. El nihilismo que he puesto de relieve en otros textos conlleva a un profundo cansancio y a un relativismo moral.

Tenemos, pues, crisis cultural aunada a crisis demográfica. Todo convertido en una crisis del espíritu. Como los hikikomori se aíslan, los europeos se aburren. Hay un malestar intelectual que hace a los europeos incapaces de definir el resultado de la presente transición. El proceso de pensamiento parece paralizado en un proceso cultural de choque psicológico. El desgaste político se acentúa como normal consecuencia. El egoísmo y el individualismo parecen conseguir en Europa un hábitat más que propicio. Uno sabe si los liceístas franceses que protestan contra la extensión del tiempo de las pensiones tienen algún propósito más allá de la manifestación de una rebeldía indefinida. Se limitan a la herencia como peso alegando que será para ellos más difícil conseguir trabajo, pero no se localiza un punto de recomposición. Parecen ser una generación típica de transición, aprisionados entre presente y futuro. La relación del individuo con la sociedad ha alcanzado altos grados de empobrecimiento. Los jóvenes no encuentran nada nuevo a no ser los avances tecnológicos virtuales. Este cuadro sólo cambiaría con la aparición de un marco coherente que comience a hilvanar las contradicciones entre pasado y presente, entre presente amorfo y decisión de salto hacia futuro.

La Europa de comienzos del siglo XX con la irrupción de las vanguardias es suplantada en esta primera década del siglo XXI por el abandono casi ritual de lo imponderable, del desafío. La riqueza de convivencia interactuante y de enriquecimiento mutuo se hace saltar por los aires al proclamarse que ha muerto el multiculturalismo y que es necesario aferrarse a la nacionalidad.

Y como la economía es un gran espejo cóncavo es menester echar de nuevo una mirada. Entre los efectos del proceso globalizador hay que anotar un cambio en la idea de competencia. Cada país trata de atraer capitales flotantes abaratando el trabajo y suministrando como anzuelo exenciones fiscales. Esto lleva a plantear la concepción misma de Europa. Si es un simple marco jurídico para regular la competencia entre sus miembros y sus ciudadanos, pues no tiene futuro. Si se piensa como un envoltorio de solidaridad que excede a las posiciones dominantes de algunos Estados miembros, bien puede reconstituirse.

Hay que admitir, no obstante, que la recomposición general del mundo capitalista encuentra a una Europa vacilante. Modificaciones drásticas de la división del trabajo, la repartición del mismo (hoy se hace de una máquina una pequeña pieza aquí y otra en un lugar distante), la reducción evidente de las clases medias y el fenómeno migratorio que remueve los viejos antagonismos raciales, constituyen un coctel que desafía a una imaginación aparentemente inexistente, dado que lo que encontramos en los líderes europeos es un regreso a los antiguos nacionalismos.

Europa puede estallar como proyecto político o recomponerse. Como he insistido el problema radica claramente en la política. La pretensión que asoman algunos líderes de estatismo como solución contradice claramente el deslizarse del Estado-nación lo que implica la necesidad de un avance hacia el fortalecimiento de un poder público comunitario. Europa debe hacerse reinvención de la democracia en sustitución de esta casta impermeable que parece rodearla y que la hace caer en la desesperación impotente y en la corrupción. La democracia actual es la del siglo XX sin que Europa se de cuenta de lo que si se han dado unos pocos: la necesaria intervención de las comunidades en las instituciones supranacionales. Lo que hemos visto como aparente reacción pura y simple frente a recortes puntuales es una irritación profunda que aún no consigue expresión concreta porque no se le ha suministrado una cultura y un imaginario democráticos sustitutivos. Mientras no se haga seguirá la vieja señora el camino que ahora parece tomar: xenofobia, nacionalismo, estatismo sin Estado.

No es Europa una excepción en cuanto a la degradación del análisis. La Alemania de la posguerra encontró en los democristianos la convicción de la imposibilidad de retroceder al liberalismo clásico y la necesidad de detener las recurrentes crisis cíclicas. Los alemanes organizaron de tal manera su economía que la reconstrucción fue rápida y eficiente y luego les permitió recibir el inmenso impacto de la reunificación. Hoy sus gobernantes no hacen sino retroceder a internarse en los recovecos del pasado en los que pueden encontrarse las causas de la crisis presente. Europa perdió el tono.
La crisis psicológica desde crisis de la cultura
La población europea asume las consecuencias psicológicas. Si bien la situación económica provoca ansiedad e interrogaciones sobre el futuro es el marco general donde debemos buscar la irritación, la desesperación juvenil y la frustración. Cada ser humano vive su propia crisis subjetiva y la desadaptación se convierte en miedo y posteriormente en reacción. Allí están los liceístas franceses encarnando este proceso como una primera muestra de su conversión en social. He señalado a los hikikomori japoneses y a los NEED ingleses como ejemplos de una depresión donde no se arriesga sino que busca el aislamiento. Está claro que las reacciones psicológicas se manifiestan de diverso modo. En la juventud francesa se manifiestan por la vía de la acción contra un recorte de pensiones y como un grito de insatisfacción que está vacío de propuesta de reformulación del mundo. En otras palabras, se encuentran frente a una ausencia de opciones.
Esto siempre es producto de una crisis de la cultura. Las crisis psicológicas provienen de la ausencia de una envoltura protectora. Se hace necesario recurrir aquí a alguien que estudió muy bien este delicado tema de la crisis de la cultura. Es Husserl, sobre quien no nos extenderemos, y mucho menos haremos balances sobre la fenomenología, aunque recordaremos algunos planteamientos básicos, como que el mundo del espíritu es el mundo del significado del sentido. Es obvio entonces que la pérdida de ambos sujete el “geist” a un estado de confusión. Una vida de conciencia se crea en una interrelación con los otros y cuando ella es sobre la base de comprobar que el otro apenas refleja nuestra angustia estamos propiamente ante una crisis de la cultura. Obviamente existe una multiplicidad de culturas y todo intento por mantenerlas impermeables unas a otras o exigir la adaptación plena a una de ellas constituye un acto de violencia. No se puede establecer superioridad de una sobre otra ni pretender una adaptación total, en este caso específico en que la solicitud que ahora ronda proviene de una racional-europea. Ello conduce al etnocentrismo o eurocentrismo. Husserl defiende la cultura europea, cierto, pero también plantea una vuelta de tuerca hacia la cultura de la racionalidad, que sería un nuevo nivel de historicidad en el despliegue de la vida humana. La crisis europea se sitúa en que vivió de la Razón y ha abandonado la Razón. Un simplismo sería decir que la crisis se supera entonces restituyéndola, dado que también podríamos concluir que la racionalidad filosófica es la causante misma de la crisis. Esta culebra que se muerde la cola es el desafío para la languideciente Europa. Muchos podrán sostener que debería vivir de la imaginación, de reinventarse.
Las implicaciones políticas
Crisis económica, crisis cultural, crisis psicológica, crisis social, hasta quizás ser crisis humana. Aparte de lo puntual como consecuencia del quiebre económico, esto es, reducción de beneficios sociales y despido de empleados públicos –lo que refleja una reducción del Estado en medio de la paradoja de renacimiento del estatismo- la otra causa son las migraciones y la xenofobia. La legitimidad democrática no se gana sin la realización plena de los derechos de los migrantes. O dicho al revés, Europa se deslegitima en cada ocasión que niega esos derechos o viola –caso francés- los principios fundamentales que contribuyeron a soñar a Europa como entidad política. Y la otra cara de Jano: pretendieron construir a Europa sin la participación activa de sus ciudadanos. Y lo dijeron explícitamente al eliminar del Tratado de Lisboa la referencia a democracia participativa para quedarse en un concepto desmoronado de democracia representativa. Las quejas por las derrotas de una Constitución quizás deban ser reemplazadas con una autocrítica por el empujón de rechazo dado a los ciudadanos europeos. Por lo demás el tímido Tratado de Lisboa dota a la Unión de personalidad jurídica y aunque es un reconocimiento jurídico vinculante con la “Carta de derechos fundamentales” de Niza de 2001, los que no son nacionales de alguno de los países miembros se quedan por fuera, esto es, sin reconocimiento a sus derechos. Esta es la Europa de la crisis. Y como esta acostumbra entrar por el estómago, lo que se habla es de las hipotecas, de los despidos masivos y la pérdida de confianza en una clase política burocratizada con claras manifestaciones de ineptitud. Los migrantes pasan a ser la excusa perfecta.
Pateras que se hunden, explotación sexual, tráfico de personas, en fin, todo el conjunto que envuelve el drama de las migraciones. Europa ha llegado a convertirse en un territorio donde conviven ciudadanos y no-ciudadanos. Estos últimos están sometidos a persecución policial, procedimientos de expulsión y condiciones higiénicos sanitarias lamentables. Vivimos en un mundo globalizado donde circulan libremente los capitales. Frente a los seres humanos circulan libremente la xenofobia y el racismo. La crisis es de valores filosóficos, de educación, de cultura, de ciencia, de arte. Europa, en consecuencia, no está dando ejemplos y menos pensamiento para una democracia de este siglo. Sigue practicando, por lo demás, lo que he señalado hasta el infinito, la subordinación de la política a la economía.
Y en medio de mi escritura Felipe González publica “Mi idea de Europa”. No podríamos esperar una profundización en el alma europea. Quien ha escrito el libro es simplemente un político, aunque su participación en Europa concede a sus palabras criterio. De allí sus respuestas: política energética común, tratamiento conjunto de las migraciones, reducción de brecha tecnológica y diplomacia común, sólo que con agregado interesante: apelo a la voluntad en vez de seguir dependiendo de los tratados y de lo que haga o deje de hacer el “motor franco-alemán”. Pero en medio del European Council on Foreing Relations -uno de los think tank más importantes de Europa- ya González había soltado algunas: la apatía ciudadana, el reiterado llamado a dejar de “manosear” los tratados, las dificultades para entender a Europa como espacio compartido más allá de la suma de los intereses de cada Estado. Y otra que refleja lo que hemos venido diciendo sobre la crisis de población: "En 2050, a Europa le faltarán 70 millones de personas en activo. ¿Cómo se va a solucionar esto?
El típico llamado a no quedarse en la reflexión y proceder, esto es, Don Felipe se queja de lo declarativo, de la ineficiencia y de la burocracia. Lo dice quien preside precisamente el Grupo de Reflexión de la UE, no sin dejar de hacer notar que su trabajo puede conducir a la melancolía. Don Felipe, el político, cree en el pragmatismo y nadie lo puede criticar por ello: competitividad en la economía global, financiamiento del modelo social, distribución del bienestar, el cambio climático, mercado común de la energía.
Al menos admite que con el comportamiento frente a los flujos migratorios Europa no va a ninguna parte. Y una visión de política internacional más que compartible: no al multilateralismo pues es ingobernable y una vuelta a las tentaciones unilaterales, si a la consolidación de conjuntos importantes. Al menos González admite que la situación de Europa es entre el pasado y el futuro, lo que nosotros hemos dominado una faja de transición que desajusta.
Que recuerde no fue George W. Bush ni su Secretario de Defensa quienes inventaron lo de “viejo continente”. Sí dijeron que Europa estaba vieja y muchos lo atribuyeron a pretensiones de ese gobierno. Si yo titulo “la vieja señora” es porque como tal se comporta y en ningún caso en relación a la boutade de Bush. Como viejos se están haciendo los asuntos de resolución pragmática que González plantea en su libro: funcionamiento eficaz, liderazgo fuerte, cohesión interna, denuncia contra los abusos del sistema financiero y las alianzas entre el poder político y el económico-financiero y el sindical, rechazo a un corporativismo de élites económicas, sociales y políticas que hace que Europa no tenga movilidad. Y un guiño: apoyo a las reformas a las pensiones y condena a la expulsión de los gitanos de Francia.
Al menos ha escrito un libro un europeísta sincero. Lo que propone es todo un cambio de comportamiento en la praxis de la UE. Falta ahora quien desborde estos límites para que desde el pensamiento profundo escarbe en todo el problema de fondo que excede a González.

















Crociverba

















El espacio transnacional
Comencé a leer el nuevo milenio con la entrada del año 2000, una invención massmediática de muestra de una “humanidad feliz” que comenzó con el toque de tambores ante el asomo del sol en una perdida isla del Pacífico. Observé entonces que se exterminaban lo husos horarios, que moría lo geográfico y desaparecía la extensión. De inmediato una compañía relojera suiza anunciaba que ya no mediría más el tiempo con el viejo método del día y de la noche, esto es, aparecía el tiempo universal donde la hora sería la misma en cualquier lugar de este pobre planeta reducido.
Me limité al tiempo en las primeras lecturas, pero ya estaba asomado lo geográfico y la extensión. La expulsión de los gitanos rumanos de Francia me replantea el tema, aunque ya haya abordado los fenómenos migratorios en otros textos. Si a ver bien vamos millones de indocumentados viven en Estados Unidos, hay ciudades con conflictos propios como Marsella, en Alemania se aposenta la comunidad turca más grande del mundo después de la existente en su propio territorio, las pateras se hunden con los africanos que tratan de llegar a las costas europeas. La población se mueve y las teorías economicistas lo explican con las desigualdades sociales, con la falta de oportunidades, con la simple búsqueda de una vida mejor. Se explayan los analistas en decisiones individuales o en emigraciones de talento por razones políticas o en la necesidad de enviar remesas en monedas fuertes para una familia desfalleciente.
Pero la magnitud del escándalo producido por la expulsión de los gitanos rumanos contrariando las normas y principios de la Unión Europea me ha indicado que estamos llegando a un punto de conflictividad y de ruptura que excede la magnitud del hecho en sí para convertirse en un pequeño síntoma de una profunda nueva realidad. Es obvio que los países europeos pagan sus aventuras coloniales con el regreso de las poblaciones que alguna vez ocuparon, dado que los emigrantes no conocen otra lengua o cultura alternas. No es el caso de los gitanos, obviamente, pero el conjunto de situaciones nos llevó en su momento a analizar la transculturización que Europa enfrentaba, obligada, a mi manera de ver, a convertirse en sociedades multirraciales lo que a su vez planteaba el tema peliagudo de la imposición de una cultura sobre otra o de la posibilidad de un intercambio creador.
Una cosa es cierta: los procesos globalizadores, la irrupción de la instantaneidad, la presencia de Internet acabó con el sedentarismo. Cada día apreciamos como se pertenece cada vez menos a un lugar concreto. Yo aquí nací, aquí crecí y aquí morí, es cosa del pasado. Tras la ruptura del tiempo ahora hemos arribado a la ruptura del espacio. Ayuda la crisis del Estado-nación, el surgimiento de un mundo nuevo guiado por principios universales sobre derechos humanos, las nuevas formas políticas que emergen y las viejas de signo totalitario que reaparecen, todo es cierto, pero la verdad es que la tecnología nos está permitiendo conocer al otro, nos está forzando a salir un tanto del aislamiento cínico. El concepto mismo de vivir la vida está cambiando aceleradamente, hemos llegado al punto de considerar a la vida como transnacional y, por supuesto, el espacio se rompe, viejos conceptos como geopolítica se van a la tumba y henos aquí llegando al concepto de un espacio transnacional que no tiene nada que ver con las viejas limitaciones de fronteras, idiomas, documentaciones legales y demás pergaminos de la antigua organización planetaria.
El antiguo espacio territorial se ve ahora afectado por un abandono de la intromisión militar, como se desprende de los empeños del presidente Obama frente a las guerras que heredó en Irak y Afganistán. Ahora se recurre a los métodos comerciales. La lógica del conflicto ha sido cambiada por la gramática del comercio. El verdadero espacio ahora es la electrónica. Los viejos razonamientos de un espacio suficiente para atender a una población han sido sustituidos por un concepto de distribución de tiempo. En infinidad de ciudades hay mercados locales, desde alimentos hasta animales o flores, pero el verdadero mercado es ahora el momento del contacto. Espacio es ahora velocidad. Es lo que Castell denomina “espacio de los flujos”, esto es, una nueva organización de las prácticas sociales en tiempo compartido, lo que se está convirtiendo en territorio compartido,
El mundo ha dejado de ser un recinto con límites. Nos estamos aproximando a un fenómeno social equivalente a la mudanza de las poblaciones rurales hacia los grandes conglomerados urbanos. Partes importantes de la población están sumidas en los disfuncional, ya no pueden estudiarse los movimientos poblacionales con geografía descriptiva y la causalidad de los sucesos políticos ha emigrado con la vieja noción de geopolítica.

El concepto de espacio fue objeto de estudio en primer lugar por la filosofía y después por la física. Las conclusiones que uno va encontrando parecen adecuarse al presente momento, si pensamos, por ejemplo, en Einstein describiéndolo como el continente de todos los objetos materiales. En el campo filosófico Aristóteles implantó el concepto original, al definirlo como un límite inmóvil y Platón identificó espacio con materia, lo que nos lleva a concluir que para él no existía espacio sin materia. Descartes no llevaba su diferenciación de tiempo y espacio más que a lo nominal, pero Leibniz señaló que el espacio era algo simplemente relativo. O Kant o Heidegger. No pretendemos un resumen de las concepciones filosóficas sobre el espacio, simplemente apuntamos algunas porque algo nos dicen sobre este espacio transnacional que ahora se asoma en los fenómenos migratorios.
Occidente siempre ha parecido manejar el concepto como lo lleno opuesto a lo vacío. Espacio se está convirtiendo en algo similar a un intervalo. La tecnología nos permite estar en dos o más lugares a la vez, y de lo virtual se pasa a lo real. La resistencia al movimiento de los cuerpos es cada vez más difícil, de modo que la continuidad de los pasos es lo que se hace extensión. Si volvemos a la física tal vez podamos hablar de mecánica ondulatoria como conjunto. El espacio parece hacerse uno solo. Las viejas formas de oponerse se resquebrajan. El espacio se ha hecho transnacional.







El efecto Robin Hood
Leyenda o mito pertenece al primer Medioevo, al bosque, a la inexistencia de legalidad. El príncipe Juan Sin Tierra parecía querer cambiar de nombre, despojarse de una condición determinada por su apellido y derivaba su poder hacia el sheriff. La villa de Nottingham era su aposento y lo que podríamos denominar, quizás con un exceso, la “autoridad civil”, ejecutaba su mandato con eficiencia y con saña.
El príncipe robaba a los nobles que se le oponían, pero de la invención colectiva, o de la transformación imaginaria de algún personaje hacia la mitificación, apareció Robin Hood, la oposición al ejercicio despótico, la encarnación romántica del justiciero, el hábil arquero que devolvía a ricos y pobres robados el dominio de los bienes usurpados y ejercía desde el bosque de Sherwood una justicia redistributiva a la espera de que apareciese en el horizonte el caballo blanco con el rey encarnado, mito transportado incluso hasta la literatura portuguesa. Según se cuenta, especialmente por los cineastas entre los que aún no está incluido Oliver Stone, el rey sí apareció y era nada menos que Ricardo, quien entre sus primeras actuaciones sacó a Robin del bandidaje y lo restituyó a la nobleza.
Quizás debamos recurrir a este incidente apto para la filmación en momentos en que Juan Sin Tierra las quiere todas, en momentos en que desde su poder usurpado e ilegítimo, expropia a voluntad y ofrece maíz a algún noble que se le resiste. La expropiación de las cosechas, lo sabía bien el príncipe, era condición natural a su poder, al control irrestricto y al ejercicio abusivo de su denominación.
Lo hacemos en momentos en que Jorge Luis Borges se nos aparece de nuevo, pero desde un ángulo distinto. El llamado escritor “derechista” se nos asemeja más bien a un pensador complejo y de mirada lateral y profunda, a un actuante en la realidad de su tiempo por encima de las convenciones y de los parámetros en que la sociedad que lo contemplaba vivía. Este ángulo de mirada sobre Borges nos sobreviene por los planteamientos innovadores y peor entendidos que han surgido en algún país de esta América y que son la aplicación real de un trastoque total de la forma de mirar.
El bosque de Sherwood quedaba en las narices del palacio de Juan Sin Tierra, pero nunca intentó una redada sobre el perturbador que allí se escondía. Esperaba sus travesuras o riesgos para recurrir a la defensa y el sheriff encarcelaba a alguno que otro que caía más por su impericia que por su concepción clara de lo que se proponía. Juan tenía una corte, como era lo indicado, y su séquito aprovechaba las rentas mal habidas. La “autoridad civil”, vamos a llamarla los Poderes, dependían absolutamente de su voluntad y, claro está, corrían con las arbitrariedades para mantener sobre ellos los favores y continuar disfrutando de la riqueza.
Robin Hood era propiamente un guerrillero que no se proponía derrocar a Juan Sin Tierra. Era un asaltante sin pretensiones de poder y el cambio de régimen sólo lo acariciaba con el sueño de que apareciese el caballo blanco con el rey encima. Como no había elecciones no le quedaba otra que esperar la restitución de la monarquía de voluntad divina.
Los films nos lo muestran ya encontrado de manera definitiva con su amada Mariana y envuelto en los trapos que a su condición de noble le eran apropiados, despojado ya de su carcaj y de su arco y de la vestimenta apropiada al clima húmedo y boscoso. Se había hecho justicia, Juan Sin Tierra castigado y restituido el orden sobrenatural que emanaba del Derecho Divino.
Las leyendas medievales sólo pueden ser recordadas como tales, porque la historia ha vivido numerosas etapas y porque en el siglo XXI no se puede esperar a Robin Hood aunque la imaginación colectiva descocada y desquiciada pretenda endosarle todas las acciones de resistencia a las que ella no se atreve. Eran otros tiempos aquellos en los cuales hasta los nobles miraban con simpatía al romántico que robaba a los ladrones. Lo que es también menester recordar es que Juan Sin Tierra de tanto expropiar se fue quedando sin contribuyentes a quienes cobrarle los impuestos y el almacenamiento en los contenedores de las cosechas dejaron a la población sin comida lo que no hacía otra cosa que provocar la colaboración velada y hasta alguna participación activa de la población en la protección del romántico del bosque.
El efecto Robin Hood parece caminar por las calles de un lejano país donde ahora se vive el Medioevo. Juan Sin Tierra tiene su sheriff pero multiplicado. La población vive en las contradicciones: se queja de falta de acción, pero no quiere ninguna; se queja de inmovilidad pero desecha cualquiera que se le proponga; se pregunta por qué nadie actúa pero se opone a que alguien actúe; se apega a que el rey sobre el caballo blanco llegará en la precisa fecha del 26 de septiembre, pero no quiere admitir la improbabilidad. No hay Robin Hood que distraiga, que ejerza su resistencia más bien motivada por la ausencia de Mariana que por un afán de justicia. Y se quejan de que no existe Robin Hood, cuando la verdad es que no hace falta; más bien una voz dura de moral y de principios pronunciando la verdad, pero la población arruinada no quiere oír voces duras cuando espera en fecha precisa la llegada del rey sobre el caballo blanco.
Han convertido un momento a utilizar para la resistencia y el desarrollo de una estrategia en un efecto Robin Hood. Uno se interna en el bosque de Sherwood a la búsqueda de una explicación medieval para una situación política de finales de la primera década del siglo XXI. Uno recuerda que en verdad gobierna Juan Sin Tierra.








Hikikomori
La palabra japonesa hikikomori significa aislamiento. Lo está padeciendo uno de cada diez jóvenes japoneses. Se encierran en su casa o incluso en sus propios dormitorios durante largos períodos, duermen de día y en la noche se refugian en la televisión o en el computador. Algunos dicen que viven de la imaginación. Los psiquiatras hablan de enfermedad social. Otros se refieren al asunto como consecuencia del crecimiento de la economía japonesa en la segunda mitad del siglo XX. Los interesados en los problemas culturales ven a los hikikomori como una consecuencia de las mentiras incrustadas en los valores históricos de la sociedad japonesa que celebra la soledad. Los psiquiatras vuelven a la carga y hablan del papel asignado a la madre que debe cuidar a estos chicos hasta que entran en la madurez.
A veces se ponen violentos. Son, tal vez, el extremo de la pasión por la cultura digital y un rechazo extremo a la vida de competencia. En cualquier caso crean un espacio ficticio, uno donde paran el tiempo y limitan a extremos al espacio. Es lo que Star Trek se llamaba holosección. La psiquiatría aún no habla de síndrome, pero la verdad es que implica ya la desaparición del acontecer cotidiano de un millón de jóvenes japoneses
Cuando los escritores nos aislamos para cumplir nuestra tarea o cuando los mayores ya consideran haber visto lo suficiente podemos adoptar una conducta parecida a lo que fue llamado “síndrome de Diógenes”. Pero este abandono en la abulia y el hastío no proviene de estas causas, dado que los hikikomori no tienen ninguna dolencia física y aparentemente ninguna psíquica que pueda ser descrita dentro de los manuales conocidos y es precisamente no ver lo que desean. Por lo demás, quien encarna a la perfección el síndrome atribuido a Diógenes de Sinepe es el matemático ruso Grigori "Grisha" Yákovlevich Perelmán, considerado el más grande de entre todos los matemáticos vivos, quien resolvió la famosa conjetura de Poincaré, propuesta en 1904 y considerada uno de los problemas abiertos más importantes y difíciles en matemáticas. Rechaza premios, vive con su madre, sale apenas a comprar comida y viste casi con harapos.
Tal vez no sea una particularidad de la sociedad japonesa. En el Reino Unido se habla ya de “hikikomori social”, denominado NEET en sus siglas en inglés (Not currently engaged in Education, Employment o Training). Pueden estarse acercando a una cifra millonaria y no quieren saber nada de contacto social o competitividad económica o laboral. Mi contacto con jóvenes me indica una norma: duermen hasta muy tarde, prefieren la noche, son pesados en sus reacciones, no manifiestan interés por el mundo circundante.

Mientras más se le estudia más se encuentra un rechazo pasivo-agresivo a una sociedad que consideran injusta, paradójica y absurda. La cultura es un producto de la conciencia humana, un producto de la mente del hombre. La palabra crisis se refiere a comportamientos críticos y refieren una insostenibilidad. Sobre ella se va creando una nueva subjetividad colectiva y una nueva apropiación simbólica. Jamás se puede plantear como la reconquista de una unidad perdida. Tal vez con Habermas podríamos hablar de un actuar dramatúrgico. La anulación de la visibilidad implica una disolución de la identidad. Es evidente que el mundo requiere una reconstrucción de identidad, lo que pasa por la elaboración de una nueva versión de la realidad y de la vida.

Cultura ya no es un complejo de conocimientos. Es el vocabulario con el cual leemos el texto. El conjunto de símbolos heredados está conllevando a una ruptura de conocimiento de la vida y de las actitudes hacia ella. Los códigos internos de sistemas de significación no están reconociendo la realidad social y menos formas de interpretación, a no ser este paroxismo aislacionista en que una parte de la juventud se está refugiando. El distanciamiento implica un abandono del hecho histórico y la intuición se usa para rechazar lo que se considera “hechos sin sentido”. Se abandonan las convenciones y se asume una especie de arte figurativo virtual. Para los hikikomori no hay posibilidad de transformación de los hechos sociales en relato. Es tan deleznable la historia que transcurre –piensan- que la poesía se oculta imposibilitada de ser una vía a la reconstitución del ser.
La forma para ellos no proviene de la vida y las reglas de construcción se limitan a crear un efecto de realidad. Los límites entre realidad real y realidad virtual han llegado a disolverse. Los jóvenes hikikomori son incapaces de producir una sintaxis. El discurso pasa a ser la ausencia de discurso. La referencia a lo real es un efecto de realidad. Este desdibujamiento conduce a una representación atemporal. Marginarse pasa a ser la forma argumentativa predilecta. La renuncia a la exposición procura la ruptura de la continuidad narrativa. Lo que los hikikomori buscan de manera inconsciente tal vez sea esta ruptura y sustitución por una especie de ilusionismo. Sin embargo, la conexión es demasiado tenue y se pierde la degradación de la herencia cultural y de la realidad que se rechaza. No se poseen los códigos y sus claves de acceso, el aislamiento pretende constituirse en símbolo sustitutivo. Al fin y al cabo desde el poder se les ofrece un teatro y desde la oposición al poder otro similar. Los hikikomori resisten una hegemonía cultural y en el fondo se aproximan como nunca al nihilismo. Tal vez eso sean, unos nihilistas categorizados en una nueva versión del nihilismo generalizado del hombre contemporáneo que apenas comienza a vislumbrar las transformaciones hacia un nuevo mundo. Ciertamente la transición es exigente.









Se solicita condominio
Este planeta que habitamos no será eterno. Está demostrado que la estrella que llamamos Sol se extinguirá arrastrando en su desaparición a los planetas que la orbitan. Faltan miles de millones de años para que ello suceda, pero una conclusión es irrefutable: si el género humano pretende sobrevivir deberá establecerse en otra parte.
Stephen Hawking no cree que falte tanto tiempo para esta mudanza obligatoria. Según él tenemos alrededor de mil años para colonizar otros planetas, no sin obviar que una supernova, un agujero negro o un asteroide nos destruya antes, si no es que el propio hombre por una acción guerrera o por su instinto egoísta de consumación de los recursos logre el objetivo en 200 años.
No hay duda que el único futuro posible del hombre está en el espacio exterior. Y vamos hacia él inclusive por un instinto natural, porque está allí y si está allí debemos conocerlo, descubrirlo, explorarlo. En la incalificable jugada, boutade, anticipo o aproximación a la verdad The Sunday Times lo puso hace algunas semanas sobre el tapete al asegurar que la astrofísica malaya Mazlan Othman había sido nombrada Embajadora de Naciones Unidas para el Espacio. Ella, en realidad, es directora de la oficina de la ONU para el espacio exterior (Unoosa, por sus siglas en inglés). El diario británico le atribuía a la supuesta nueva funcionaria la tarea de coordinar la respuesta de la humanidad al momento de producirse el contacto con una raza alienígena. La versión fue inmediatamente desmentida tanto por el organismo internacional como por la propia doctora Othman, pero sigue siendo una verdad que no estamos solos en el inmenso universo o en los otros universos que la ciencia constata existen. Ese contacto se producirá tarde o temprano, aunque Hocking lo considere peligroso y asegure debemos evitarlo. Al fin y al cabo los astrónomos de todo el mundo se afanan por conseguir señales inteligentes provenientes del espacio y la propia NASA ha enviado por esos predios espaciales “Across the Universe” de los Beatles.
Está más que justificada, entonces, la inversión en los descubrimientos espaciales. Buscar un planeta fuera de nuestro propio sistema solar no es una actividad vieja y son relativamente pocos los años en que comenzamos a descubrirlos. Si bien Marte podría servirnos como alojo largo y los planes para construirle una atmósfera están claros, nunca olvidamos que debemos salir de nuestro sistema planetario. Muchos planetas han sido descubiertos, pero por vez primera hemos encontrado uno cuyas características de temperatura y composición indican que tiene todos los requisitos para albergar agua y vida. Gira alrededor de una estrella roja, una de las cien más cercanas a nuestro sistema solar. Tiene una temperatura similar a la terrestre y, como decíamos, está cerca en términos galácticos: 193 billones de kilómetros. Algunos científicos aseguran su certeza absolutamente en cien por cien que allí existe vida. Un astrónomo sin sueño, creo que australiano, hace un par de año aprovecho una noche clara para observar el universo y recibió una señal de luz que identificó como proveniente de un rayo láser. Al producirse el descubrimiento del planeta que relatamos declaró que era de allí que provenía la señal captada y un rayo láser es señal de inteligencia desarrollada. Lo sabremos con precisión cuando la NASA lance en 2015 el satélite Darwin, de manera que no estamos nada lejos de saber si conseguimos otra vida inteligente o si el planeta copia del nuestro está allí esperándonos como la posible casa nueva.
Quizás fue el marketing o una publicidad bien calculada lo que llevó al escándalo con el último libro de Stephen Hawking, The grand design. En verdad no hay un pronunciamiento sobre la fe o la teología pero sí una tajante afirmación de que la filosofía ha muerto y la conclusión de que para explicar la génesis del cosmos no es necesaria la hipótesis de Dios, lo cual no es ninguna novedad en la historia de la cosmología. Dejando de lado lo que llamaremos el escándalo publicitario hay cosas más interesantes de que ocuparse en ese texto, como la idea de universos múltiples. Se denomina la teoría M o teoría de todas las cosas según la cual el universo en que está nuestro planeta no es más que una parte de una serie infinita de universos o multiversos. Recordemos que unificar la teoría de la relatividad de Einstein –la gravedad- con la mecánica cuántica –las fuerzas que rigen los átomos- es una de las tareas más álgidas que ha enfrentado la ciencia. Sobre los años 70 se planteó la llamada teoría de las cuerdas que describía la existencia de siete dimensiones que agregar a las tres ya conocidas, pero llegó a tener demasiadas versiones y fue apartada. De allí la teoría M, considerada una red de teorías, o una familia de teorías interconectadas, cada una de las cuales describe su propia versión de la realidad. Para ello está la teoría de la inflación cósmica, esto es, el mismo proceso que dio origen a nuestro universo puede haber ocurrido muchas veces lo que conlleva a la existencia de muchos universos. En esa multiplicidad de universos es obvio que existirían muchos planetas como el nuestro y tal vez una raza humana como la nuestra, con el problema de que nunca lo sabríamos porque se expanden a tal velocidad que nunca veríamos su luz. O tal vez el Big Bang fue el estallido de un universo previo.
Los secretos siguen guardados, pero los grandes telescopios otean ya miles de galaxias y el acelerador de partículas reproduce condiciones. Hawking utiliza una metáfora: los seres humanos somos como peces en una pecera redonda viendo una realidad distorsionada que otros seres fuera verían de manera diferente.
La prisa comienza a manifestarse. La propuesta ha llegado suave y sin mucho ruido. En Journal of Cosmology, Dirk Schulze-Makuch, de la Universidad de Washington y Paul David, físico y cosmólogo de la Universidad Estatal de Arizona, advierten que la hora ha llegado y debemos enviar cosmonautas a Marte sin boleto de regreso. El propósito sería establecer una inicial colonia en el planeta rojo. Alegan que la humanidad está ya en condiciones de poner al hombre allí, pero los problemas están en el costo de traerlos de vuelta.
Proponen enviar dos naves con dos tripulantes cada una, tripulantes que jamás regresarían. Previamente se habrían enviado materiales, herramientas, vehículos y provisiones llevados por misiones no tripuladas. Su misión, construir un campamento base para acoger a futuros nuevos colonos.
Los argumentos de fondo son los que hemos mencionado, la vulnerabilidad del planeta que habitamos, uno que puede ser víctima de cualquier acontecimiento cósmico como el impacto de asteroides y cometas o la explosión de supernovas. Lo que proponen, en pocas palabras, es que la preservación de la raza humana debe comenzar de inmediato.
Cuando uno se pregunta sobre voluntarios para esta misión sin regreso, para esta primera colonización del espacio exterior, para el inicio de esta aventura humana que puede preservarla, se consigue con una sorpresa: la NASA dispone de una lista de voluntarios que llenan todos los requisitos. Y los requisitos son: haber superado la edad reproductiva, tener esperanzas de vida por debajo de los 20 años, que al menos uno sea un físico experimentado y que se tengan amplios conocimientos científicos y técnicos y un fuerte compromiso con la investigación.
Deberán enriquecer el terreno para hacerlo apto para el cultivo, construir los refugios para los nuevos colonos y construir su propia bioesfera .En diez años la primera colonia podría llegar hasta 150 miembros y entonces se planearía el nacimiento de los primeros marcianos.
Tendríamos así nuestra primera nueva casa, pero saldríamos a buscar otras. Algún día la raza humana recordará su origen terráqueo como un emigrante de varias generaciones recuerda la proveniencia de los abuelos. Aunque no seamos los únicos seres inteligentes –lo que seguramente no somos- debemos intentar nuestra preservación en casa nueva. Por ahora está Gliese 581g, a la espera de develarnos si ese condominio está libre u ocupado.
A pesar de todos los     esfuerzos, la raza humana será difícil          de     extinguir.
















La historia de amor y el agujero negro

Pensaba que una historia de amor no podía ya conmoverme, pero he aquí que, por azar, por andar en Internet como anda uno ahora con acceso a todos los secretos, me topo con un polaco que por tejer sacos en Auschwitz se topó con una tejedora judía. El polaco no lo era, estaba allí por esas deportaciones masivas que a ratos excedían los ejecutantes de las órdenes del III Reich. Enviaron a tres muchachas a ayudar y el polaco alzó los ojos para ver lo que determinaría su existencia. Se las inventó todas, desde un uniforme de las SS hasta una identificación falsa, desde un acento alemán cercano a la perfección hasta un gesto de autoridad para convencer a los guardianes que la judía debía ser interrogada en otro sitio fuera del campo.
Y con ella se internó en el agujero negro de la noche, kilómetro tras kilómetro, oscuridad tras oscuridad, hasta que la dejó a salvo con la promesa de encontrarse para siempre. El siempre no fue más que inmensidad y misterio de universo. Ella terminó en Estados Unidos, él en Polonia, hasta que un día ella preguntó y alguien dijo que un polaco con una historia parecida había sido entrevistado en la televisión y contado algo parecido. Lo encontró, pero ya cada uno había tomado su camino, cada uno se había casado, cada uno tenía sus propios hijos. Ella rogó volver al agujero negro de la vida, abandonarlo todo y cumplir la promesa hecha de la fuga. Él respondió que no podía hacerles eso a sus hijos y los misterios de las ecuaciones quedaron sin resolverse. Nunca más ella contestó las cartas. Einstein había quedado vagando por Viena en busca de la velocidad de la luz.
No recuerdo sus nombres. Cuando leí la historia he debido copiarlos, pero a él lo llamaré Nikodem Poplawski y a ella inmensidad. Ahora –sea así por siempre- la fuga no se produce desde un campo de concentración. Se produce desde la Universidad de Indiana donde un polaco enamorado asume las vestes de físico teórico para revisar las ecuaciones de la relatividad general de Einstein y asegurarnos que todo nuestro universo puede estar dentro de un agujero negro. Nikodem Poplawski nos lo dice desde Physics Letters, como si se tratase de una carta a la amada que ya no las responde. Lo que no sabía el enamorado de Auschwitz es lo que nos dice este otro polaco de origen: puede que los agujeros negros del centro de la Vía Láctea sean puentes hacia otros universos. Y así la infinitud escapa de nuestras capacidades de medición. Más aún, si nosotros mismos vivimos en un agujero negro, si somos un agujero negro del cual no podremos salir sino comprendiendo la singularidad, esto es, lo que el judío alemán llamó densidad de la materia que tiende al infinito. El destino del polaco enamorado de la judía era densidad inalcanzable: ahora parece –desde la paradoja de la historia- una irregularidad matemática.

Líbrenme de inmiscuirme en la variante Einstein- Cartan- Kibble- Sciama para describir el momento angular de las partículas elementales. El polaco y la judía lo eran, unos seres sometidos al juego de los dados. Einstein había asegurado que Dios no jugaba con ellos. Ahora los físicos hablan de torsión, para calcular una propiedad de la geometría del espacio- tiempo. La materia rebota y empieza de nuevo a expandirse, nos dice Poplawski. La materia rebota, pensó la judía cuando el recuerdo la volvió a asaltar y buscó al polaco que la liberó, pero el polaco estaba ya en otro agujero negro. El universo se expande porque rebota. Este ya no sería llamado con propiedad nuestro universo, pues estar dentro de un agujero negro equivaldría a estar en un universo diferente. El polaco de la universidad norteamericana dice que podemos comprobarlo midiendo si existe una "dirección preferida" en nuestro propio universo.
Juegos de materia y antimateria. Pareciera que en las pequeñas grades historias humanas el agujero negro donde vivimos-no vivimos reproducen el universo dónde estamos y no estamos.
Cuando apareció la teoría de la relatividad se dijo que apenas diez humanos serían capaces de entenderla. Ahora este gringo-polaco de Indiana nos desata una versión que será criticada por la comunidad científica. Lo único cierto es que su tesis me ha llevado a recordar una vieja historia de amor nacida en un campo de concentración y a interrogarme sobre la compleja sencillez de lo humano. Cuántas historias multiplicadas por los universos infinitos. Los agujeros son negros porque no pueden reflejar la luz y no podemos verlos. Creo que la historia del polaco y de la judía en Auschwitz sí puede verse. Los humanos sí somos capaces de entender y entenderemos los agujeros negros. Palabra de destino.













Said, el intelectual de la piedra contra el tanque
El 25 de septiembre de 2003 moría el gran intelectual palestino Edward Said, luego de haber luchado por largo tiempo contra la leucemia. Said, el de la dura palabra contra lo que él llamaba prejuicios euro-céntricos contra los pueblos árabes-islámicos y su cultura. El fundador de la orquesta Diván Este-Oeste con Daniel Beremboim y de quien el gran músico israelí-argentino dijo que en realidad el oriundo de Jerusalén era un músico. El Premio Príncipe de Asturias 2002. El columnista de importantes diarios del mundo y el que resumió un rol de manera terminante: “Un intelectual es el autor de un lenguaje que se esfuerza por decirle la verdad al poder”.
Orientalismo es seguramente su libro más famoso. Al fin y al cabo fue traducido a más de treinta idiomas. Imágines estereotipadas de Oriente y occidente construidas sobre el imaginario occidental etnocentrista, el manejo de cultura e imperialismo como clichés ideológicos, el poder colonialista para impedir que surjan otros relatos, el análisis de los movimientos de resistencia, la mirada sobre los estereotipos culturales racistas, el implacable análisis sobre la administración Bush. Por allí andaba y anda este libro.
Said, quien rompe con Arafat por los llamados Acuerdos de Oslo, el que mira la derrota del pueblo palestino, el que se ata al tumulto de la historia contemporánea, el que asiste a la trágica guerra civil del Líbano, el que asiste a la segunda intifada. El profesor de Columbia cumple su rol de intelectual mientras imparte clases a sus alumnos. Se desgarra frente a la destrucción de las bibliotecas y museos de Irak, tragedia magistralmente narrada por el venezolano Fernando Báez.
El intelectual Said se pregunta desde la invasión de Napoleón a Egipto finales del siglo XVIII y sobre este constructor semimítico del hoy que olvida la variedad de pueblos, lenguajes, culturas, relegados a un banco de arena. Es implacable el hijo de Jerusalén. Y se alza la mirada estereotipada sobre el demonio extranjero. Y se proclama humanista y cuando se le dice como puede estar tan cerca de Foucault, de pensamientos estructuralistas y postestructuralistas, alega que para ser humanista hay que ser un crítico feroz del humanismo. En algún momento escribí que el antihumanismo de muchos los hacía cada vez más humanistas. Said lo entendía como un modo de romper los grilletes y usar el pensamiento histórica y sabiamente para un entendimiento reflexivo, más un sentido de comunidad con otros intérpretes.
Dedicó su tiempo y esfuerzos a la defensa de los derechos del pueblo palestino sin olvidar jamás los sufrimientos a que fue sometido el pueblo judío y abogó por una coexistencia pacífica que lo llevó a plantear la tesis de un Estado dos naciones. El profesor hablaba en Columbia de Giambattista Vico, filósofo y filólogo napolitano cuyas ideas anticiparon a pensadores alemanes como Herder y Wolf, y después a Goethe, Humboldt, Dilthey, Nietzsche, Gadamer, y finalmente a los grandes filólogos del siglo XX, como Erich Auerbach, Leo Spitzer y Ernst Robert Curtius. Resaltaba el interés de Goethe por el Islán y de sus ideas de todas las literaturas del mundo como si fueran un todo sinfónico que pudiera aprehenderse teóricamente preservando la individualidad de cada trabajo sin perder la visión del todo. Se alza la voz de Said contra la estandarización de las ideas.
Critica a los gobiernos árabes incapaces que reprimen a su propia población y a la falta de entendimiento de lo que es Estados Unidos como sociedad. En lugar de choque o enfrentamientos aboga por la reunión de las culturas. Llama a leer en todas las formas posibles del mundo. Su interpretación del fatídico ataque contra las torres gemelas como originada en la guerra y el uso del sentimiento islámico contra el comunismo, como lo podemos constatar en la guerra afgana contra la invasión soviética, más el fracaso político de algunos países musulmanes, lo que conllevó a la idea de la religión como una repuesta a los problemas modernos, le valieron suficientes críticas.
Su condena al terrorismo palestino fue clara y contundente. Una de sus frases alegaba que había que hacer entender a los israelíes el daño que hacía a su pueblo sólo con palabras. Le molestaba de manera suprema que el debate sobre el Islam se pareciese a una controversia teológica cuando debía ser político e intelectual. Cultura e imperialismo es otro de sus libros imprescindibles. La soledad del intelectual aparece en toda su dramática magnitud, aunque alega que es preferible este destino a dejar gregariamente que las cosas sigan su curso habitual. Sus memorias tituladas Fuera de lugar lo atestiguan. El ataque israelí contra Cisjordania en 1967 lo mete de cabeza en la política, pero también aparece The question of Palestina. Toma de posiciones, escritos políticos, crítica literaria-cultural. El intelectual Said escribe, reflexiona y actúa. Repite su oposición a todo movimiento, sociedad o estado teocrático o religioso llámese cristiano, sionista o islámico. Y vuelve, el papel del intelectual es elevar la libertad y el conocimiento. Lo describe en Representations of the Intellectual. Y es siempre contra las autoridades que deben ser responsables ante los ciudadanos. Caricaturizado, acusado de resentimiento filosófico, señalado como envidioso y lleno de desaliento, Edward Said cumplió su papel en este mundo, el muy desgraciado de ser un intelectual lúcido. Cuando murió hasta sus más acérrimos críticos debieron expresar su pesar, porque había muerto una voz inigualable del pueblo palestino. Tal vez sea un desconocimiento de su metodología, la de la trilogía que concluye con Cubriendo el Islam.
Para este breve recuerdo hemos utilizado la imagen del brillante intelectual que desesperado al ver como se destruye el sembradío de un palestino toma una piedra y la lanza contra un tanque. Quizás en esa imagen del hombre que alegaba sólo debía recurrirse a las palabras quede de manifiesto la impotencia del intelectual.









ÍNDICE
Praefatio: La década del presente continuo                 pág.       2
Quinta lectura del nuevo milenio                                           6
Sobre el paradigma o la transformación de la mirada               7
El “zeitgeist” y la desambiguación                                          11
La dictadura desnuda y la democracia vestida                         13
La prevalencia de la disyunción                                               17
El efecto Alka Seltzer                                                              19
Hoy me quedo con Habermas                                                  21
De sociedad a comunidad: la teoría de la transición               23
La inteligencia organizada                                                       26
Europa: la crisis de la vieja señora                                           29

Crociverba                                                                              36

El espacio transnacional                                                            37
El efecto Robin Hood                                                                39
Hikikomori                                                                                41
Se solicita condominio                                                              43
La historia de amor y el agujero negro                                      46
Said, el intelectual de la piedra contra el muro                          48

ÍNDICE                                                                                     50


Biografia:
Teódulo López Meléndez, novelista, ensayista, poeta y traductor de poesía venezolano.
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Poesias Antología poética de Eugenio Montale Teódulo López Meléndez
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Romance El indeterminado de cabeza de bronce Teódulo López Meléndez
Romance En agonía Teódulo López Meléndez
Romance El efímero paso de la eternidad Teódulo López Meléndez

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