E
n el sicariato de Bilbao, en la lluviosa navidad del año 2546, tan sólo había trabajo en el sector de la delación renumerada, los cárteles bancarios, la política de trincheras y la prostitución intelectual.
La primera pincelada de este libro atípico, fue colmada en el mesón “La Tortilla”, frente al ayuntamiento bilbaíno, bajo el paraguas ambiguo de la conspiración permanente, fraguada allí mismo, meses antes del gran atentado.
Aquélla, no era la guerra de Feng; la suya, era huir de los killers encorbatados de la Triple B.
Él, era un simple gabarrero que buscaba embarque en la ría del Nervión. Antaño, el Orinoco y el Amazonas, le vieron seguir la huella de Lope de Aguirre. En la blanca y serrana Barquisimeto, había naufragado y caído herido, durante su turbulenta aventura equinoccial.
Voces en francés; barbados del desierto; los nietos con ira de Sabino Arana; unos bebían vino; los otros, té… En Bilbao, siempre llueve sobre mojado; un camarero vilagarciano tatuado vigilaba montañas de tapas, cazuelas de bacalao y tortillas paisanas, apiladas estratégicamente sobre la barra del mesón.
En el Casco Viejo, todos los camellos y delatores que traficaban impunemente con rojo libanés por el Arenal, sabían que se estaba fraguando una gran faena sangrienta.
Sin trabajo por la proa y, sin futuro en Europa, Feng, Viento, Wind, decidió abandonar definitivamente Occidente y, buscar un horizonte de esperanza en Asia.
Lo suyo, era surcar ríos turbulentos, revueltos y caudalosos.
Sin un duro en el bolsillo, instalado en una pensión para marineros desempleados, su naufragio fue absoluto.
Entre pilas de tortillas con chorizo y pinchos morunos, Viento asesinaba horas y horas dibujando en su libreta gris de bocetar caimanes barquisimetanos y, bucaneros modernos, disfrazados de “trabajadores humanitarios”.
Rostros grotescos e infernales que le perseguían hasta en sueños. Su nombre, figuraba en la Black List de la temible Triple B. Acabaría siendo devorado por insaciables pirañas travestidas de honorabilidad.
Sin rumbo, con las manos en los bolsillos y, ceniza gris en labios y cabellera, vagaba por las Siete Calles, bajo una lluvia de plomo fundido.
Pasó también muchas horas deambulando por las salas vacías del museo G…
Acurrucado en Sestao, oteaba un paisaje industrial desmantelado. Fría geometría oblicua carbonizada. Materia muerta y abstracción minimalista.
Perseguido tenazmente por Money y la Triple B, una vez cobrado el finiquito de su última draga como patrón, abandonó Occidente.
En “La Tortilla”, había comenzado a tejer un extraño libro-pintura, autobiográfico, a carboncillo y sanguina. Invertir, en el rentable sector de la delación, la política y la prostitución ilustrada, no le interesaba; tampoco, las intrigas aranistas en francés.
Continuó trabajando durante su estancia en el Ayuthaya Hotel, mientras coleccionaba ruinas khemer, murallas defensivas de agua, mariposas tristes de seda y princesas birmanas de jade.
Cruzó la frontera. En una banthóeng conoció a Daao: 69 Snakes.
Estrella, era una joven kabua que pululaba por el Bulevar de los Franceses, entre murmullos Theradava, ichiben-sanzen y nagas de siete cabezas.
El perseguidor de Lope de Aguirre, en las barras de las tabernas fluviales tejía y destejía fantasmas personales. Vivían juntos al pairo del destino, en una habitación infame del Saysana Hotel.
Se acostaban cuando novicios y bikkhunis –monjas budistas- se levantaban a rezar; se levantaban, cuando monjes y monjas se acostaban tras rezar. La luna de abril fue especialmente rojiza en la primavera del 47; la de mayo, pálida como una cortesana clorótica de Xian.
En la banthóeng de su covacha colonial, las madrugadas siempre olían a lào láo, pescado seco con hierbas aromáticas, algas marinas y pusao de la “Flor de Marzapan”.
Mientras su concubina de piel cerúlea y ojos rasgados se paseaba por el bulevar de los falaang mao mao, Wind, apoyado en la barra del Saysana, oteaba el lam wong –baile circular- interpretado rítmicamente por las hijas de la Luna.
En las montañas taoístas de Vang Vieng, Daao le abandonó por un buscador australiano de rubíes llamado Black Diamond. Ella, no pasó de la umbría y boscosa Kasi, donde residía su madre viuda y su hermana huérfana. Su padre, había muerto en una de las muchas guerras y trifulcas étnicas que jalonan el Río de los Nueve Dragones.
Paths of Beauty to Laung Prabang. Long and narrow road to Laung Prabang…
Feng continuó su viaje en autobús; a veces, la carretera número trece se llenaba de bandidos y saqueadores Miao. Al amanecer, desembarcó en la misteriosa capital del Kingdom of the Million Elephants and the White Parasol, bajo la gran lluvia monzónica sobando las flores de mayo.
Esporádicamente, comerciantes franceses le compraban aguadas sumi-e; a veces…
El libro-pintura ya estaba terminado. Sus escasas pertenencias quedaran apiladas en la habitación 401, a cargo de Daao: aguadas Haboku, watercolors Po Sa Lao, bitácora personal, diario de viaje por el Amazonas, material pictórico, libros ajados en inglés y noruego, comprados en tiendas fronterizas de segunda mano.
Daao vendió todo lo vendible, por un puñado de arroz, una botella de licor, un manojo de algas secas y algo de tabaco. Se salvó el diario de bitácora; se salvaron los extraños dibujos, a tinta china, que Feng había emborronado durante semanas: nadie en el Danish Bar estaba interesado en adquirirlos.
El rastro de Feng, Viento, Wind se pierde para siempre en los aledaños de los ríos Nam Khong y Nam Khan, frente a Xiengthong Boat Pier.
Se rapó la cabeza a lo bonzo; mudó el azul marino por el color azafrán. En Talaat Vieng Mai vendía fruta y licor de arroz.
Los monjes de Xieng Thong wat le ofrecieron amistad, techo y protección, a cambio de trabajos de carpintería en el interior del templo.
Su último camarada en Luang Prabang fue un pintor neofauvista llamado Bourichanh que exponía y vivía en 15 Nagas Gallery.
En un rincón del Café Saladier, el neofauvista me ofreció comprar un libro-pintura de Viento, pincelado en la mística Luang Prabang: Los cielos de Tushita.
“Feng, embarcó en un sampan río arriba, a vivir en la jungla y los marjales, en una tierra de penumbra e impunidad. Un paraíso terrenal, sin leyes inhumanas, Estado corrupto, sucursales y sicarios del BBB, listas negras, tarjetas de crédito, banqueros aficionados a la ruleta rusa trampeada… Una tierra indómita entre montañas donde los hombres se comportan como guerreros y las mujeres como mujeres”.
Bourichanh, llevaba una semana sin venderle un cuadro a los franceses asentados en Sakkarine Thanon. Le sentí triste y melancólico, mientras bebíamos vino dulce elaborado en las montañas de Phongsali.
A medianoche, al caminar por Souvannakhamphong, empapados en lluvia tibia, belleza y ebriedad, no circulaban tuk tuk, ni fantasmas reales del pasado, ni traficantes Miao. Un murmullo seco de agua turbulenta, abrazándose en la confluencia de los ríos Nam Khan y Nam Khon, frente al legendario Templo de la Ciudad Dorada.
El destino caprichoso quiso que Daao se cruzara en mi camino. Me llevó con ella al Saysana Hotel . En la 401 me mostró los restos de un naufragio; para entonces, la pusao de Kasi ya había olvidado hasta su nombre. Le compré semejantes legajos, sin saber exactamente por qué… La concubina –Estrella de nombre-, no hablaba lenguas occidentales, pero se los compré, empujado por un extraño presentimiento de belleza y orfandad.
Serían los propios monjes, los encargados de narrarme la historia de Viento, en las escalinatas de su emblemático monasterio budista. Los novicios me contaron un tramo nebuloso de la historia de un falaang mao mao llamado Feng; la historia de Viento; la historia incierta de Wind, un homeless dog a la deriva en la irreal Laung Prabang, vagando entre lobos en su peregrinaje espiritual por los cielos de Tushita.
Sorprendentemente, una mujer china que tallaba sellos para pintores y dibujaba dragones rojos sentada a la orilla del Nam Kan, me ofreció un atillo valioso de información veraz, pinturas originarias de Wind en Po Sa Lao y bocetos viajeros que Viento le había entregado antes de abandonar el Templo de la Ciudad Dorada.
A la sombra de un cariado árbol dok champa –the flower of tears, sadness and love-, Xingyu, me relató el desenlace final de un viaje iniciático que había comenzado en Bilbao y finalizaba en Luang Prabang, pasando por el Saysana Hotel, Birmania y Vietnam.
A través de la bruma nocturna de sus ojos color miel, la viuda Xingyu oteaba las pagodas de Xieng Thong wat, la última morada de Viento, antes de embarcar rumbo al Gran Norte: ríos turbulentos y traidores; minas de oro y jade; traficantes de rubíes y opio; paramilitares y guerras ecuestres; bandidos Yao, Hmong, Miao, Thai Dam; templos Theradava en las colinas de las provincias de Phongsali, Luang Nam Tha y Yunnam; el Triángulo de Oro; Buddha implorando la lluvia en Muang Sing; Shakyamuni Gautama Buddha sentado en el bosque recitando un sutra para la hermosa y rica cortesana Ambapali, tras su conversión al budismo.
“Los monjes de Xieng Thong wat le buscaron un embarque con la gente de Pao Pao. Necesitaban un timonel experto en navegación ribereña… Feng, Viento…, quizá esté muerto, pero a él no le importa morir; vivir a ciegas, tampoco le interesa demasiado. Quizá esté paseándose por Los cielos de Tushita; quizás…, en el fondo de un río asiático, alimentando leyendas coloniales y tiburones de ónice… Unas mujeres Hmong, vendedoras de seda en Evening Market, me informaron hace un mes, de haberles visto atracados en Muang Sing.
El armador Pao Pao es un patrón hábil y generoso con los suyos. Tiene negocios diversos repartidos por China, Birmania y Lao”.
Los dedos de la viuda Xingyu son dúctiles y eléctricos como hilos de cobre, muy hábiles tallando y dibujando. Es dueña de una sonrisa triste y tranquila. Le espera sentada a la larga sombra del árbol del amor, pues Wind, le ha jurado volver a Luang Prabang, regresar con dinero suficiente y casarse con ella. Antes de mi partida, Xiangyu, me regala un sello de jade con mi firma en chino y un dragón rojo para ahuyentar a los malos espíritus. En el Morning Glory Café la invito a tomar té de crisantemos con pan de durazno. Me sonríe tímidamente, cuando le ofrezco un ramillete de dok champa, la flor nacional. En el Cuu Long -Río de los Nueve Dragones-, los gabarreros entonan cánticos ancestrales al atardecer. Ensimismada mientras paseamos por Sakkarine Thanon, la tallista señaliza el fluir de la marea. Una cascada de florecillas rojas de tamarindo barren su cabellera, larga, sedosa, lacada en tinta china de Sichuan.
Otra vez, la infernal carretera número trece, la caliente lluvia monzónica, los ríos desbordados, los bandidos, los arrozales, las montañas taoístas de Vang Vieng…
A mí regreso a la frontera, no encontré a Daao en el Saysana Hotel. Ella, era la llave secreta, la única llave secreta que había abierto el corazón de Viento. Se habían amado y habían sido felices durante un breve intervalo de tiempo.
En el 69 Snakes, otras pusao me narraron la historia fragmentada de Feng en Wiangchan. Daao, había cruzado meses atrás el Río de los Nueve Dragones; ni rastro de su sonrisa anacarada en Norwegian Wood.
Sólo, retazos de dos peregrinos de La Vía Láctea, embarcados en un viaje autodestructivo a Tushita. En el bulevar de los misterios, sombras borrosas tintineando como luciérnagas azafranadas por los caminos sin huella.
Ausencia de imágenes, rostros, estrategias, esperanzas… El hombre frente a su destino.
¿Qué hacer con los sueños de los muertos? ¿Dónde arrojar la ceniza de los perros de la lluvia púrpura?
Ichinen-sanzen –Tres mil mundos en éste-, blanco y negro, en gris difuminado y abstracción fría, narra una historia autobiográfica, la vida de un perro vagabundo llamado Viento, de dos perros vagabundos fronterizos, acorralados en la carbonizada 401 del Saysana Hotel .
En sus imágenes delirantes, no falta ningún personaje itinerante: Bilbao, Money, BBB, Fracaso, Huida, Desesperación, Belleza, Silencio, Buddha, Karma-Samsara-Samhara...
Según el testimonio autógrafo del propio Viento, cuyo uno de sus varios seudónimos antaño fue Udonge -muy común en Japón-, ichinen- sanzen, fue pintado en menos de quince días, mientras Feng huía de sí mismo, huía de espejo en espejo, huía perseguido encarnizadamente por la Triple B.
Su interpretación pictórica y psicológica es un agujero negro mal llamado existencia y no-existencia.
Sólo Feng y Daao, poseían la clave de su misterio; la palabra secreta, para penetrar en su turbia, bella y trágica atmósfera autodestructiva y artística.
Madame Marthe Bassene, en algún momento había escrito en su diario de viajera respecto a la irreal atmósfera budista que se percibe y palpita en Luang Prabang: “Will Luang Prabang be, in our century of exact sciences, of quick profits, of victory by Money, the refuge of the last dreamers, the last lovers, the last troubadours?
Una ciudad fondeada a la orilla de dos ríos que no es de este mundo, capaz de escuchar a un homeless dog llamado Feng, capaz de ayudarle a levantar vuelo, capaz de obligarle a caminar y reencontrarse consigo mismo.
Ichinen-sanzen-Udonge
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