Escribiendo y viviendo a las babas del Poder
En el descafeinado y “políticamente correcto” panorama literario europeo y español en, particular, somos muy pocos los escritores que asumimos un elevado riesgo cada vez que comenzamos a gestar una nueva creación artística.
La inmensa mayoría apuesta de antemano, por negociar con su editor de turno o, con el mismo Leviatán, a fin de no ver rechazada su obra, tan costosamente labrada en el tiempo.
Modas y premios literarios aparte, los editores condicionan y eligen ellos mismos, el producto final a vertebrar; en caso de rebeldía estética, frente a semejante actitud tan poco honrosa y literaria, el autor –especialmente los más jóvenes- corren el riesgo de verme inmersos en un baúl infernal: nadie con criterio estrictamente comercial, publicará su libro.
Frente al mundo exterior y, especialmente frente a sí mismo, el escritor es también un ser humano muy vulnerable, a veces inmerso en un entorno de pobreza contrastada, ausencia de recursos propios, con la autoestima por el suelo, con una fuerte sensación anímica de fracaso e inutilidad existncial.
Si uno actúa siempre con firmeza de carácter y, máximo rigor intelectual, independientemente de su status social, tarde o temprano acabará saliendo a flote, sin importarle éxito o fracaso. Se verá entonces rechazado, arrinconado, humillado, despreciado e ignorado, entrando su vida y su obra en el terreno de la épica y la resistencia numantina frente al alienante mundo editorial. Un frío sudor recorrerá su espina dorsal. Pasan los años y su libro continúa en un cajón, sin destinatario... Es muy probable, que para entonces, haya comenzado dos o tres más. Al verse convertido en un “periférico escribiendo y viviendo al margen del mercado”, se radicaliza frente al espejo de su propio ego personal. Luchará en la sombra; peleará en alta mar; será guarda forestal o portero nocturno en un motel de arrabal, para aprovechar unas horas tregua e hilvanar historias que lo obsesionan, hurgará en el tiempo, para escribir en cualquier parte y en cualquier lugar: una taberna vacía; un aeropuerto; una estación marítima; en un tren nocturno a ninguna parte.
En la España actual, escribir con rigor e independencia, es realmente un acto heroico y una guerra incruenta. Aislado, melancólico, solitario, cuarentón, con un aire de fracasado, irá por el mundo dando tumbos, vaciando botellas, repostando en burdeles, rompiendo espejos y agotando hojas de calendario. Para entonces, habrá cultivado, recorrido y explorado numerosos abismos personales. Es bastante probable, que antes de comenzar un proceso unidireccional hacia su propia autodestrucción, queme su obra literaria y se inmole junto a ella: epitafio de un artista pobre y fracasado, que al final cayó en la guerra más terrible y atroz que uno sea capaz de librar: batallar en la obscuridad contra uno mismo...
Otros autores –la mayoría-, apuestan desde sus primeros balbuceos literarios, por la estrategia y la acomodación al entorno hostil. Son dóciles y ambiciosos. Escriben al dictado de editores, ideologías, consignas, chapapotes y demás mareas negras de la incivilidad posmoderna. Los partidos políticos, los usarán para firmar y leer manifiestos. Llegado su momento de gloria, se repartirán las migajas que el Poder les brinde, gracias a su calculada sumisión. Tendrán columnas en los periódicos del régimen, espacios contratados en las librerías, coartada en el Ministerio de Cultura, candidaturas a premios nacionales, si son serviles y dóciles con su dueño, patrón o mandarín de turno...
Entonces, escribir a las babas del Poder, será altamente rentable a nivel mediático, personal, político y social. Si saben bien cómo utilizar a su favor la navaja pérfida de la dialéctica envenenada, podrán aspirar a muy altos cargos públicos: ministros de la incultura; diputados al congreso de los imputados; portavoces y voceros de chapapotes y mareas negras, cantando eslóganes y repitiendo consignas ajenas que no son suyas, pero las tienen memorizadas, para los momentos estelares de máxima audiencia televisiva…
Juan Madrid, José María Merino, Alfredo Conde, Juan José Armas Marcelo, Martín Casariego, Jesús Ferrero, Luis García Jambrina, Paula Izquierdo, Ramón Pernas, María Menéndez Ponte, Carlos Ortín, Valentín Puig y Fernando Sánchez Dragó.
Excepto Ferrero y Dragó, el listado de los escritores arriba mencionados, que pagados por el Ministerio de Cultura fueron invitados a la reciente Feria Literaria de Beijing-2009”, es un ejemplo demoledor, de quiénes escriben y viven a las babas del Poder. Se aplicaron parámetros políticos de sumisión y clientelismo, no literarios.
Afortunadamente para la literatura honesta y seria, también a nivel nacional, existen chacales, francotiradores y, sospechosos pájaros solitarios, que viven y escriben al margen del mercado, la cobardía, la infamia así como la castrante imposición reglada del tema a tratar y negociar.
En Galicia, existen dos casos muy curiosos y asimétricos, de escritores que nadan a diario en las babas del Poder: Alfredo Conde y Manoliño Rivas…, con sus diferenciados perfiles estéticos y estrategias poliédricas, pero con un nexo en común: un aprovechamiento óptimo y altamente rentable de sus respectivas inmersiones lingüísticas.
Utilizan y son utilizados; esgrimen sobadas ideologías identitarias en los palcos del Real; nadan y saben cómo salvar el plumaje. Son dóciles, merendiñas, esquinados, hacen bien los recados de sus mandarines: Prisa, Plataforma Cívica, PP, PSG…, lo qué sea. con tal de comer nécoras pata negra a final de mes.
Alfredo Conde, muy injustamente figuraba en el listado de Ángeles huelebraguetas que lo envió a China, representando a la narrativa gallega, en su versión pluricultural del Estado de las autonomías. Reparto político, no literario, no artístico.
Así funciona el circo cultural en España: puro clientelismo y sumisión absoluta al Poder; en caso contrario: ni foto, ni viaje , ni premio…
Rivas, “podría ser un escritor recuperable”, si aprendiera a volar alto por él mismo, olvidándose del paraguas de Prisa, que lo esclaviza, manipula y explota comercialmente.
Alfredo Conde lleva toda su rentabilizada carrera literaria -en un principio nutriéndose vorazmente de Margariña-, buceando expertamente en las caldosas babas del Poder. Su gran mérito profesional, fue, es y será siempre, saber en cada momento, cómo convertir su mediocridad creativa, en “estética ganadora”, al servicio de un cinismo personal no exento de transfuguismo literario.
En la España juancarlista, -gobierne quien gobierne-, el Poder es siempre muy generoso con los mercenarios de la pluma.
No hace demasiados días, Juan Goytisolo, escribía lo siguiente con meridiana trasparencia: “En un momento en el que la literatura decaece de nuevo, víctima ahora no de la asfixia provocada por la censura sino por el comercialismo más basto creado por la conjunción mortífera del bajón imparable de las humanidades en nuestras aulas y de la sustitución de los criterios basados en la calidad de las obras por el de su visibilidad mediática en esa obtusa sociedad del espectáculo que te forma tan lúcida anticipó Guy Debord”.
Entre unos y otros han colocado a la literatura española en la UCI –Unidad de Cuidados Intensivos-. Los galardones que otorga el Ministerio de Cultura, son siempre políticos no artísticos. Por su cuenta, las principales editoriales, al caer el otoño, colocan en el mercado sus últimos bodrios envueltos en tal o cuál prestigioso premio, mientras a los escritores wolfish que no “pactaron con el diablo”, se les margina, arrincona y persigue mediáticamente, a nivel del Ministerio de Cultura y los mandarines de la tinta.
La narrativa actual en España y Europa, necesita urgentemente una catarsis revolucionaria, para liberarla del chapapote y la marea negra en la que se encuentra fondeada desde hace décadas.
¿Cuándo escucharemos a Manoliño Rivas atacar a Ángeles huelebraguetas y, demás mandarines de la oxidada “Fundación Santillana”, con el mismo ardor combativo qué utilizó contra el tristemente célebre Prestige?
Grove Island
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