Mongo el tránsfuga 4
... seguro de alerta y contraespionaje, ya que gracias a su sofisticado equipo de radares y escáneres móviles, siempre estaba al tanto de los predecibles, rutinarios e ineficaces movimientos del SVA y demás pincha móviles del Udyco coruñés. El amargo sabor de la derrota, lo compensó a través de su peculiar e implacable método de oposición mucicipal. Desde la guarida de su silla en la Diputación, sistemáticamente, se dedicó a boicotear a su rival Collonada, que ahora ocupaba su sacrosanta e intransferible poltrona. Pero su audacia, unida a su desmesurada ambición personal, no tenía límite alguno; su desafiante temeridad carecía de obstáculos imposibles. Su siguiente movimiento de ficha, fue sacar el carné de aviador particular, haciendo prácticas sobre el remendado aeródromo de Bao-Pao, construido por los alemanes durante la Segunda Guerra Mundial, cuando efímeramente ocuparan Extramundi, para extirpar su histórica anglofilia. Su siguiente etapa política, fue desembarcar a bombo y platillo, en la silky-silly Corte y Villa del beocio Rey Mono, aconsejado Mongo por el trompeta abogado lucense, Pepino Blanco Perfecto, en el estudiado y sesudo proyecto, de instalar una marisquería gallega, en el interior del Congreso de los Imputados, pues por aquella época, los cuneiros monfortinos dominaban la convulsa vida política nacional; eran mayoría cualificada; disfrutaban con las percebadas y las lampreadas y, siguiendo el fino hilo narrativo de la trama cuneirista: “No hay político alguno, que no se deje sobornar frente a una centolla meca y una botella de albariño cambadés”, Mongo, hizo gestiones políticas, de muy alto nivel, para conseguir la soñada licencia administrativa, que le permitiria vender en el interior del Congreso de los Imputados, sabrosón tabaco rubio americano de batea, pero inesperadamente estalló una brutal crisis económica, que obligó a sus transfugistas y camaleónicos diputados, a rechazarla sutilmente, pues cara a su trombicada y pendular turbamulta electoral, no podían permitirse, el ostentoso capricho culinario, de salir en el telediario enemigo, controlado por los colorados, atacando las impresionantes y felpudas centollas loiras de Extramundi y percebes negros de Portovello, pues por los comedores del Congreso de los Imputados, husmeaba un tipo canijo y rabudo de la oposición, enfundado en su estropeada chaqueta de lana palentina y, su grasiento flequillo sesentayochista; falso melómano impoluto, que berreaba y escupía pureza jacobina, aunque a muy corto plazo, resultó ser el más corrupto, pringadiño y vendido de todos los cuneiros colorados. Como último consuelo, a su titánico esfuerzo empresarial, por instalar otro rentable boliche familiar, al servicio de sus fura-vidas congresistas, después de no pocas trampas y deudas, farfulló largarse a la Plaza de los Camaleones y, montar allí su soñada marisquería. En muy pocos meses, su consumada maestría gastronómica, en el difícil y difuso arte del vituperio político, alcanzó elevadas cuotas de prestigioso xingamento. Lo más selectos viperinos senadores y diputados, ya fuesen de falsaria estirpe monárquica o republicana, embarcados al servicio zombeta del bribonazo Rey Mono, reservaban mantel con semanas de antelación, en la bien surtida y pertrechada marisquería “Operación Nécora”, para no perderse sus famosas mariscadas pantagruélicas, al mismo tiempo que Mongo, se convertía en el primer suministrador de puros habaneros y, otros fármacos cautivos por ley, a sus xingadoras señorías, que no soportaban en sus exquisitos paladares, el sabor insípido del habano nacional, reglado por Tabacalera. Mongo, como no podía ser de otra manera, se gestó en la Villa y Corte del Rey Mono, en pocos muy meses, un nombre propio de leyenda, convirtiéndose en un personaje imprescindible dentro de los estrechos círculos del poder monárquico. Sus tabernarios y bolicheros consejos cuneiristas, a la hora de hacer, entender y gestionar la política, jamás caían en saco roto. Tan vistosas y concurridas ceremonias, a la mágica hora de preparar nebulosas queimadas y demás parrilladas de herejes, atrajó la admiración de propios y extraños, que como abejorros acudían a escuchar sus circunloquios trolados, a saborear sus fantásticas centollas celtas; a enamorarse de sus afrutados caldos blancos del Salnés; a soñar con la conquista municipal de Extramundi, durante sus amenas e inolvidables macumbadas populares, con bailes de xangó y vallenato, acompañadas siempre, de socarronas tertulias "a la gallega", marcadas por la verborrea irónica y, la retranca de triple filo, hasta el extremo de atrapar a sus selectos comensales, con el aura de su magnética personalidad, eclipsando al mismísimo “León de Villalba”, que siempre había presumido de ser un consumado maestro gaiteiro monfortino, en el malungado arte galaico de pisar el bagullo y no pringarse las polainas de andar por casa.
Época dorada de esplendor; días de gloria; noches de apoteosis y magnificencia, a pesar de perder la poltrona municipal de Extramundi y, verse reclamado por treinta juzgados a la vez, por culpa de los innumerables pufos acumulados a bordo de su particular travesía "Operación Nécora", pero Mongo, biznieto de un prestigioso calimbador habanero, bregado desde niño en la porqueriza familiar, gracias a su portentosa avioneta amarilla, remontaba a diario el cielo protector entre su natal Extramundi y la Villa y Corte del Rey Mono.
Sito Culebras, fundador de la DUC donde él militaba, veraneó en Extramundi, atrapado durante semanas jugando al tenis con Mongo, en la hipotecada finca de “A Brincadeira”, una enorme fortaleza medieval, que antes de su aparatosa y aplaudida ruina, había pertenecido al célebre guarachero Big Julio, todo un señorial edificio fortificado de estilo normando, ubicado en una escarpada ladera, ya cerca de los fronterizos campos cerealísticos de Miranda, una vez cruzada la ciénaga palúdica, la vía muerta del tren y los mugrientos muladares de Bao-Pao, donde se hacinaban los inmigrantes chinos que trabajaban semiesclavizados en los fogones de Chinatown, pintoresco y sórdido barrio asiático de Extramundi, abarrotado de restaurantes japoneses, casas de masaje body-body y burdeles flotantes, regentados por modélicos empresarios jóvenes mequiños, votantes del camaleónico mexiloeiro Collonada, carismático líder del Partido Colorado. Sito Culebra, máximo patriarca del DUC, gestado en el consenso y la pérfida noche de las pistolas asesinas, se enamoró del mundillo trufado que se olía a diario en Extramundi, en especial, de la cautivadora voracidad de sus sanguinarios tiburones y barracudas, siempre merodeando alrededor de las míticas islas Kassitérides. A bordo de su jabeque multiuso, con sustanciosa provisión de vino cambadés, cucuteñas de barra libre y capazos de marisco fresco, salían todas las mañanas muy temprano a cazar barrajo, toniña, tiburón asesino y rayas gigantes. Aquella sana afición marinera, calmaba los resentidos nervios del atribulado Sito Culebras, tan atosigado por mil frentes de guerra y pataleo a lo largo del curso político en marcha, pero allí estaba su fiel malungo Mongo, para colocar en sus anzuelos, como carnaza de maniobra electoral, diminutos muñecos ensangrentados, fiel daguerrotipo de sus macacos enemigos políticos, en el macoñeiro Congreso de los Imputados. Los hambrientos tiburones asesinos, que merodeaban por las caldosas aguas de Bahía Negra, se relamían al hincarle los colmillos a los muñecos de trapo y, entonces, aquella maravillosa e inocente terapia estival, aconsejada por su experto anfitrión meco, tranquilizaba a Sito Culebras, reconfortándolo de todos los malos momentos pasados, cuando tenía que enfrentarse a la oposición y, muy especialmente, a los barones de su propio partido, más sediciosos, pernambucanos y mascavados, que los del Partido Colorado. Mientras duró semejante cacería terapéutica, Mongo, lo amaestró con astucia galaica; lo aconsejó en el arte infame de la política esteparia; se hizo valorar por su líder Sito Culebras, con fines precisamente no altruistas, en la interesada retaguardia gastronómica de su boliche "A Furoca do Perello", desplegando a su alrededor, lo más seductor de sus inagotables martingalas. En las barras calientes de Bahía Negra, Chinatown, Arenal, Portovello y Bao-Pao, se los veía morenos, bronceados, desafiantes, sonrientes y empalmados, bailando guaracha, tecnosamba, cumbia, chacona y lambada, en los nada escrupulosos salones privados del GH, durante décadas y décadas, guarida favorita de camisas negras y lobatones franquistas; selecto reducto clasista, donde antaño, en su infancia y juventud, mandingas, fulas y porquerizos eran rechazados de mala manera, pero tras el reciclaje estético de la monarquía, ahora, sus ilustres mármoles azoreros, servían de cobertizo a los apiñados roedores del nuevo sistema reciclado; jóvenes empresarios de la nueva ola, engominados hasta los cerebelos; agazapados como inquietas ardillas temerosas, bajo el provisional paraguas político de Sito Culebra, sedientos de gloria, poder, concubinas calimbadas, pero Mongo, que los conocía a todos ellos a fondo, muy a fondo, los oteaba con desafiante desprecio, ignorando durante unas horas de juerga y franco ría en el babilónico Arenal, a los jóvenes buitres carroñeros de su propio partido: “los famosos marañones trapaceros”, expertos en la utilización “da meia verdade”, que manejaban como un mortal bracamarte, a la hora de desfondar al enemigo interno y, robarle la última chafalonia dialéctica del amanecer. La única alternativa política, que le quedaba a Mongo el tránsfuga, para no dejarse vencer y arrollar por los caimanes de su propia partido, era ser más cruel, astuto y sanguinario que todos ellos juntos, pues nuestro hombre en Extramundi, que no presumía de recursos éticos y morales, conocía de sobra, desde muy atrás, que la joven camada empresarial, adiestrada en su contra por el abogado Toupeira, se la tenían jurada a la primera de cambio, después de humillarlos públicamente en numerosas ocasiones, comiéndose todo el protagonismo informativo, hasta el penoso extremo de arrinconarlos como escoria fraudulenta e inservible, pero a la sombra de la ancestral higuera del rencor, donde antaño sus belicosos y piráticos antepasados grovios, hábiles pescadores de polvo y maragota, habían ahorcado a Don Juan de la Meca, siglos más tarde, secretamente la "trama meca", capitaneada por el banderizo bematista Toupeira, tras una copiosa cena en Beiramar, juraron delante de una botella de champán francés, vengarse del porquerizo biznieto del calimbador habanero, descabezarlo políticamente dentro de su propio partido y, arrojarlo, vivo o muerto, al cerdo verrón de su piara.
Pocos meses después, de la caída en desgracia en la Villa y Corte del Rey Mono, de su defenestrado protector Sito Culebra, sus espúreos y turbios intereses políticos y económicos, se vieron salpicados en todos los frentes. Aquella chapucera rebelión de los coroneles turcos, contra el empalmado cazador de tiburones asesinos, histórica puñalada trapera nunca esclarecida, fraguada en la propia Corte del Rey Mono y la embajada americana, con la ayuda de la Cía, el Mosad, la Banca usurera y el "lobby judío" del propio Partido Colorado, significó para su marisquería "Operación Nécora", el final de un sueño, pues los nuevos señores de la guerra soplaban de Levante. Tramontana, naos, bergantines y los avisos del marabú “Philipus the Kid”, se preparaban viento en tremolina, para tomar la tambaleante Corte al abordaje y, dejar firmemente enraizado en su poltrona al beocio Rey Mono. Mongo, al verse acorralado por las deudas, desmanteló el negocio urdido con tanto afán y perseverancia y, de manera precipitada regresó a su feudo de Extramundi, montado en su avioneta amarilla, con valiosa experiencia de superviviente en las guerras civiles del Perú.
Huyendo por el aire, de sus encarnizados acreedores esteparios, busco de nuevo asilo político en su terruño, para restañar su maltrecha economía familiar y prestigio personal, forzándolo a tomar las riendas de su aquilatado proyecto secular: volver a apoderarse de la alcaldía de Extramundi, en poder del colorado mexiloeiro Collonada y retomar olvidados senderos de gloria. Nada más tocar tierra, en el destartalado aeródromo alemán de Bao-Pao, transportando a duras penas, la quincalla que milagrosamente logró robarle a los perros del "Corto Inglés", organizó en la explanada Treze-de-maio -popularmente conocida en Extramundi como Prasa da Escravatura-, a "Primeira Mostra Internacional do Narcotráfico".
Continuará...
|