La vendedora de té
N
ada más desembarcar en la estación ferroviaria de Hualampong, a grandes zancadas Laohu atravesó la fétida realidad de Chinatown para alquilar una habitación en su hotel de siempre, White Orchid, ubicado en la imposible y ruidosa Yaowaraj Road, arterial principal del concurrido Barrio Chino de Bangkok.
Un baño tibio, un saludable trago de sangre de cobra, una entrevista sin demasiado éxito con una avispada marchante chinesa de arte restañada en oro y prudencia, unos pocos baths en el bolsi-llo, la amarga telaraña del fracaso demoliéndole e hipotecándole el futuro, vagabundeo habitual por Chinatown, olor a comida y podre-dumbre, reinas muertas en las esquinas, vendedores de amuletos e hierbas del amor, templos chinos atestados de taoístas, carne de serpiente y tortuga en la calle, veneno en el aire, Daungphon, enig-mática belleza china, le sonríe, ella siempre le sonríe, Laohu está enamorado desde hace años de su hermética belleza de rostro uri-sane-gao, rostro perfecto para el pincel, labios carnosos y rojos, ojos grandes, oblicuos y melancólicos, mas Daungphon, mia nooi de un comerciante de té, sólo le sonríe, Daungphon vende té chino a gra-nel, el mejor té de Chinatown, en silencio Laohu se resigna a estu-diar el movimiento de sus estilizados y eléctricos dedos sobre la hierba de Yunnan mientras maneja la pequeña báscula, lu cha, oo-long cha, hong cha, hua cha, ginseng cha, Keemun cha, Daungphon, misteriosamente le deja olerlo, lo invicta a pasar a la trastienda y le ofrece té verde recién ordeñado de la tetera, el pintor admira enton-ces con grata discreción la serenidad de su belleza otoñal, a sus treinta y ocho años, todavía destila el elixir de la juventud y su loza-nía y serenidad impregnan el aire que se respira en la cha fang, Laohu la pintó así, ofreciéndole su mejor té, la inmortalizó en el lien-zo de seda, más ella todavía no lo sabe, el poeta-pintor abre su baúl y le entrega el rollo de seda con devoción, ella estalla en alabanzas, su marido chino alaba la destreza del pintor falang, su segunda es-posa está realmente bella y joven, el mercader chino lo invicta en-tonces a un té especial, un filtro de amor para el rak-rak, Laohu sueña despierto, quimérico y enamoradizo, Daungphom es todo delicadeza y discreción, oliendo siempre a té aromático no cesa nun-ca de sonreírle, los minutos corren, la tetera se vacía, las frases en chino se agotan, la magia del instante se diluye mientras la recatada esposa mueve el ábaco, Laohu guarda silencio e imagina su cuerpo desnudo, imagina el roce de sus labios contra los suyos, sueña des-pierto con sus senos sonrosados de princesa núbil, sueña con sabo-rear i `su Portal de Jade, mientras melancólico se aleja por Yaowaraj Road camino del White Orchid, se aleja a desgana, breve y lacónica, como siempre entre ellos, fue la despedida ante los ojos del esposo guardián, el poeta besó esta vez su delicada y pálida mano al despe-dirse, después de nuevo la locura al caminar sin rumbo por China-town, compra antiguas monedas de cobre chinas en la Esquina de los Ladrones, compra un buda de bronce de estilo kemer, la multitud lo aplasta contra la pared, es Año Nuevo en Chinatown, marea roja, bailarinas en Yaowaraj, es la locura han frente a la indiferencia de los thai, quizá, ¿choque de civilizaciones?, danzas milenarias, bande-ras maoístas, Laohu, resignado, se refugia en el hotel, pide un Me-kong whisky y piensa en ella, se refugia en la memoria, piensa en la vendedora de té celebrando el Año Nuevo chino, la enmarca vestida de rojo saludando desde el umbral de su tienda a la riada humana que jalona Yaowaraj, con melancolía tasa la fruta prohibida, casta y recatada segunda esposa del mercader chino, la soledad lo atormen-ta, sale a la calle nuevamente, se cruza con las hábiles chin chin en la Esquina de los ladrones, una le entrega un trozo de yuebing, pas-tel de luna, típico dulce chino, Laohu le sonríe mientras vagabundea por Chinatown sin nada qué hacer, antes de embarcarse en la esta-ción de Hualampong con destino Ayutthaya, en un tren que ruge y siempre ruge como un tigre reumático, huérfano de montañas.
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