Sora, Naga-amé, Nagamé, Shiogoshi...
“Naga-amé. Nagamé” -larga lluvia, larga contemplación interior-, había pensado ella entonces, al verlo allí tan solo y triste, con su raído y gastado ropaje de aire barato y bohemio. Aquel pintor desconocido –todo un verdadero Dark Horse, con taciturno aspecto de antihéroe murakamiano-, avuelapluma de un primer esbozo no definitivo, le sugirió mentalmente, el perfil borroso de un hombre tortuoso y, que sin embargo, a través de su soberana pobreza, destilaba honor y dignidad; aquel artista ebrio de alcohol, derrota y belleza, le recordaba, le sugería emocionada, a otro hombre muy querido y respetado, ya muy lejano en el tiempo, que antaño había sido determinante en su vida: su propio padre, el orgulloso y altivo Daisuke Tanaka…
“En cada poema de Wang Wei hay una pintura; y, en cada una de sus pinturas hay un poema”.
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