Pintura Haboku, a cambio de sake, pescado y caricias mercenarias, en los lupanares nocturnos de Copacabana…
“La poesía es una pintura sin forma; la pintura es una poesía con forma”, escribió hace más de mil años el ensayista chino Kuo Xi, para ilustrar la perfecta simbiosis espiritual entre pintura y poesía.
Así lo entendió siempre el pintor nipo-brasileño Manji, mientras deambulaba por los mercadillos y burdeles de Copacabana, cambiando su primorosa pintura Haboku, a cambio de pescado, sake y caricias mercenarias…
¿Y, qué decir de la onanko tokiota Murasaki? Perdida en Río, huyendo de sí misma y del Kentaro Nikki, construyéndose una nueva identidad anímica, gracias a la complicidad de una prostituta china llamada Chun Yanzi, amante esporádica del troca-tintas , en las intensas veladas de la discoteca Help…
Pintura, poesía, sexo ardiente…, favelas, invierno austral en Río de Janeiro... Un universo mimético de transgresión, infortunio, violencia inusitada, garôtas de programa, traición y muerte.
Snake Bar, Susie Wong Bar, A Cobra Zarca, Balcony´s Whisky Bar, Shanghai Doll Bar…, el gigantesco mercado pesquero de Tokio al amanecer…, Manji durmiendo en la playa de Leme, la afortunada empresaria Murasaki Tanaka, ahogándose en un océano viscoso de alcohol, sexo y soledad, escapando en Brasil de su atormentado pasado en Japón.
Poesía del silencio, en el arte de vivir y morir; pintura del fracaso, embadurnada magistralmente en filosofía taoísta y apofatismo búdico, frente a la mar colérica de los antepasados…
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