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Naufragio de la inteligencia
Cuatro incorrectas reflexiones heterodoxas, sobre el misterio humano de la violencia, tomando cómo punto de arranque, la inalcanzable obra shakespeariana, en todo lo relativo al fenómeno universal de la transgresión, en un apasionante viaje no reglado, más allá del límite y, la nebulosa frontera de lo permitido y autorizado.
Si la inútil pedagogía cívica y, la esterilidad de las religiones dominantes, han fracasado a lo largo de los milenios, en su constante afán por domesticar al hombre, utilizando sofisticadas tramas teológicas y, terribles fuegos infernales, quizá cabría preguntarse muy seriamente, dónde está realmente la frontera de lo lícito y, cómo pensar la existencia del ser.
El silencioso viaje interior, hacia la transgresión, es una aventura metafísica apasionante, no apta para mentes cautivas y enjauladas en lo "políticamente correcto". En nuestra pusilánime, lardosa y enervante covacha europea, el apasionado y celoso Otelo, sería un vulgar maltratador más, por asesinar a su mujer Desdémona; Bruto un terrorista ideológico por eliminar a Julio César; Macbeth, un psicópata del poder y, el danés Hamlet, un depresivo bordeline, enfermo de abulia y psicastenia, a secas... Otelo, asesina por pasión amorosa, con predominio del sentimiento sobre la idea; Bruto, por razones de Estado; Macbeth, por personal ambición desmesurada; Hamlet, es un asesino loco, con atisbos de genialidad.
El alma humana, es un insondable pozo sin fondo, lleno de violencia, ruido y furia.
En Saraswati, la diva del deseo mediático en California, escandaliza a la opinión pública americana, con su soterrada y explosiva declaración sobre Lingam, su secuestrador. Zhuang zi y el sueño de la mariposa, le inspira al opiómano y erudito Thane of Godwin, una melancólica ironía "deja vu", sobre un sabueso criminalista amigo suyo, que destruye al indefenso farmacéutico Edipo, por caprichosa vanidad intelectual, sin prueba acusatoria alguna contra él, excepto un sueño radiofónico. En Diario de un asesino, el periodista londinense Thomas Griffiths, desde el solitario destierro austral, evoca en su secreto diario personal, escondido en el penal tasmano de Howard Town, sus perfectos trece asesinatos, hasta el extremo de considerarse a sí mismo, un inglés virtuoso en el arte del envenenamiento. Ying ting en Chinatown..., abarca un pequeño y acotado mundo rufián en Ciudad de los Ángeles, trufado por la violencia policial, la corrupción política, la magia negra hinduista y, el Ying ting de la avariciosa raza amarilla, aparte de ridiculizar la insoportable labor moralizante, del enfermizo cooperante blanco en Asia, cuya falsaria "hoja de ruta", va pareja a su impagable torpeza e ignorancia...
De todos los personajes vertidos por la pluma del maestro Shakespeare, uno de los más turbios e interesantes, es precisamente el joven Malcolm, futuro rey de Escocia, inquietante al máximo, por su enorme cinismo sobre la platea shakespeariana y, éticamente, no superior al sangriento regicida Macbeth...
El incierto y apasionante viaje hacia la transgresión y la violencia, que al menos teóricamente, rompe la sutil línea de sombra que separa ambiguamente Bien y Mal, está repleto de subterráneos laberintos imbricados, que terminan siempre por bifurcarse, hasta volver incomprensible la condición humana.
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