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Mario y los tiburones
Fábula sobre la corrupción cultural en la corte mad.... del Rey Mono I
udonge

Resumo:
Mario y los tiburones es una sátira brutal contra la corrupción política y la manipulación informativa en la España banal y cainita del régimen juncarlista de los años noventa y la corte zurrenca y barragana del Rey Mono I .
Fábula imaginaria, basada en un evento real





Mario y los tiburones


K
id Newman sabe más que nadie de tiburones en el mundo, pues lleva veinte años cazándolos en las tórridas aguas del Caribe y del Golfo de México.
Kid es todo un personaje singular, una leyenda viva en las islas Vírgenes donde habitualmente reside.
Su negocio, consiste en alquilar su yate Lonely Star a millonarios americanos, japoneses y europeos, a los que acompaña en sus legendarias cacerías a pescar el asesino de asesinos: el gran tiburón blanco, uno de los animales más voraces y peligrosos que existen en nuestro planeta. Kid, antes de cazador de tiburones blancos fue camionero en Mobile, contrabandista de marihuana en la frontera tex-mex, arponero en un ballenero americano, traficante de opio en Birmania, cazarecompensas en el Mar Amarillo, marinero del Argus, y también actor secundario en varias películas de escaso éxito. Kid es alto y desgarbado. Una cicatriz tagala le cruza el brazo izquierdo, como recuerdo de una trifulca en un burdel de Manila. Nació en Tampa; por sus venas circula sangre española e irlandesa.
Yo, lo conocí durante la época que el Argus atracaba regularmente en el puerto de El Callao, a cargar pescado congelado destinado al consumo de la secta religiosa los Hermanos Musulmanes Negros de Nueva York. Una borrascosa noche, en el 555 de Lima, me lo presentó el capitán Arnold, y desde entonces nos hemos visto regularmente.
Hace no demasiado tiempo nos volvimos a encontrar de forma casual en un tugurio nocturno de Port of Spain, donde yo cubría un reportaje para mi periódico limeño. A ritmo de calypso, entre el vaho del ron y el tumulto de aquellos cuerpos de ébano que se movían en la plataforma giratoria, Kid me fue relatando sus últimas aventuras y hazañas, ya fuese en Manila, Java, Perú o la costa venezolana próxima a la desembocadura del Orinoco donde ahora nos encontrábamos.
Chapurreaba un castellano que había aprendido malamente de su primera mujer, una trapecista de Puerto Cabello, lugar donde Kid había ejercido de práctico durante una corta temporada.
Pasaron los años y Kid se volvió relativamente famoso doblando a Paul Kewman en una pésima película de aventuras marítimas basada en la captura de un tiburón asesino que asolaba las playas de Mobile. Durante una remota época frecuentó las páginas de las revistas especializadas en temas náuticos, posando sonriente y ensangrentado al lado de algún que otro desdichado tiburón recién capturado. Un arpón y un anzuelo gigante son las armas que utiliza habitualmente para darle muerte a los voraces y sanguinarios tiburones blancos que constantemente merodean por las cristalinas aguas del Caribe, para refocijo de los adinerados turistas que invierten elevadas sumas en contratar sus servicios para que los conduzca hacia el asesino de asesinos. Para Kid, es un negocio muy rentable. Las aletas las vende en San Francisco, a los mejores restaurantes de Chinatown. El resultado de semejante carnicería jalona su embarcación con más de cien mandíbulas de otros tantos tiburones de diferente tamaño, cazados en los puntos más lejanos del planeta: Australia, Tasmania, Golfo de México, Mar de Filipinas... Desde hace algunos meses, de forma inesperada, el nombre de su yate navegó por todos los periódicos y revistas del mundo, haciendo estremecer a los círculos financieros españoles y a la atrincherada jet set internacional, afincada en la Costa del Sol.
El joven y brillante banquero Mario Toledo y una célebre "call-girl" hindú, famosa por sus travesuras eróticas con destacados miembros de la afortunada y díscola Familia Real Británica, así como por sus apasionados idilios con astros del tenis, la canción y las altas finanzas, ambos fueron atacados por una peligrosa caterva con vocación de jauría que en pocos minutos despedazaron la jaula de acero donde se encontraba sumergido el ambicioso y agresivo banquero viendo el cruel y fascinante espectáculo de aquellas insaciables criaturas asesinas, despedazar los corderos y los muñecos hinchables que Kid les arrojaba desde cubierta por mandato suyo.
Según se desprendía de las noticias sensacionalistas que salieron a flote al calor de tan espantoso accidente, muchos millonarios le pagaban a Kid elevadas sumas de dinero para ser encerrados en una especie de jaula blindada de acero y cristal que al ser depositada varios metros bajo el casco del yate, rápidamente llamaba la atención de los tiburones que merodeaban alrededor de la embarcación iniciando entonces una macabra danza al ser arrojados al mar corderos vivos que caían en su poder, mientras los millonarios presenciaban en primera línea tan brutal espectáculo, protegidos por una mampara especial de cristal blindado a prueba de golpes. Al parecer, el banquero español Mario Toledo era desde hacía años uno de sus mejores clientes. Más de una docena de ocasiones había alquilado su yate para salir a alta mar y poder pasarse todo un fin de semana pescando tiburones en compañía de la "call-girl" más cotizada del mercado. Los domingos por la noche regresaba en un avión particular a su céntrica oficina de Madrid para reintegrarse a su despacho y poder atender sus arriesgados compromisos bursátiles, pero ya más sereno y relajado, después de haber descargado toda la angustia y estrés acumulado durante la semana en sus maratónicas sesiones informativas con directivos de su entidad financiera.
Al parecer, por una sola vez, la jaula de cristal saltó por el aire al no ser capaz de resistir el duro impacto de toda aquella turbamulta hambrienta y voraz, que se abalanzó contra la jaula rompiendo la cristalera y sorprendido al atónito banquero que en su rápido descenso al fondo de las tinieblas nada pudo hacer por escapar de las garras de sus temibles enemigos, siete tiburones blancos, que lo despedazaron como quien corta una onza de mantequilla.
Semejante noticia obligó a las autoridades americanas, presionadas por la prensa, a retirarle la licencia de navegación a Kid, alegando que en cualquier momento podría volver a producirse otro desagradable accidente, con funestas consecuencias para los millonarios pasajeros.
Después de seis largos años sin vernos volvimos a encontrarnos en una cantina portuaria, como en los viejos tiempos de El Callao y Christiansted, en la isla de Saint Croix, antigua guarida de piratas y bucaneros franceses, holandeses, ingleses y daneses, en medio de un paisaje de calas frondosas y paradisíacas, a menos de una milla de East Point, donde residía Kid por aquella época.
Aquella noche el Caribe destilaba lo mejor de su embrujo, ese misterioso perfume que suele descargar sobre los navegantes solitarios como es el caso de Kid Newman. En el pantalán, su yate se destacaba del resto de los demás veleros por las mandíbulas de tiburón que mostraba orgullosamente en sus costados de babor y estribor. Mientras enfilaba el segundo vaso de ron, Kid apareció en la cantina luciendo la mejor de sus sonrisas. Nuestro último encuentro había sido hacía varios años atrás, en una mesa del restaurante limeño "La Casa Vasca", ubicado en el centro de Lima.
Una suave brisa soplaba desde el mar en calma. La luna se reflejaba en el casco de las embarcaciones. Las luces doradas de los camarotes semejaban a silenciosas luciérnagas que se movían por aquí y allá como fuegos errantes. Hasta nosotros alcanzaba el ruidoso sonido de la vivaz música caribeña interpretada por una orquestina tocando justo al borde del paseo marítimo.
"Mario Toledo era un triunfador nato; un yuppy de alto vuelo. Antes de los cuarenta había amasado una importante fortuna personal basada en la especulación bursátil, el tráfico de influencias y la corrupción política. Era un hombre engreído, sin principios éticos y sin escrúpulos. Estaba obsesionado con la idea del triunfo personal a cualquier precio, sin importarle el precio a pagar. El dinero que ganaba a diario en grandes cantidades debía servirle para invertirlo y amasar más y más, pues su única filosofía en la vida pasaba por acumular y acumular, como meta final de su existencia. Se consideraba a sí mismo un banquero de la jet set, con una nueva y dinámica estética que lo diferenciaba de los banqueros tradicionales. Para el empresario madrileño, todo aquél, que no fuese capaz de obtener unas ganancias de quince ó veinte mil millones de pesetas mensuales, era simplemente un fracasado; un don nadie dentro del reducido grupo de los veinte enarcas que controlaban el verdadero poder en su país. Semejante baile de millones, lo había convertido en un auténtico "tiburón blanco", animal por el que profesaba una enfermiza fascinación. Esa misma fascinación lo llevó a ponerse en contacto conmigo, pues deseaba que yo lo adoctrinase a la hora de tratar y cazar semejantes monstruos... Una noche lo vi algo ebrio. En su caso, la bebida tenía la virtud de volverlo sincero y transparente, achicando hacia el exterior los peligrosos fantasmas que llevaba en su maletín de ejecutivo agresivo. Recuerdo, que una soleada estábamos los dos manos a mano charlando animadamente de las costumbres y peculiaridades de los tiburones blancos asesinos, cuando entonces él, s quitó las gafas de sol, me miró fijamente a los ojos y me dijo: "Te envidio, amigo Kid. Tú, valiéndote de un arpón y un anzuelo, eres capaz de exterminar a cientos y cientos d tiburones. Yo, por desgracia, estoy obligado a ser más cauto y cuidadoso con mis amigos y mis enemigos, pues he llegado tan alto en tan poco tiempo, que me encuentro muy solo. Casi todos me odian; amigos, amigos de verdad, ni uno de quien fiarme. En el Consejo de Administración de mi entidad financiera abundan los tiburones y los chacales carroñeros, siempre dispuestos a saltar sobre la presa en cuanto baje la guardia o me vuelva humano, es decir, vulnerable, para que me entiendas bien. La ambición, nos une y nos separa, pero no puedo ni debo olvidar jamás, que la jauría me persigue, día y noche, siempre al acecho utilizando las peores artes del amplio repertorio, siempre jurándomela, rezando para que yo cometa el mínimo error para arrebatarme la presidencia y arrojarme a los chacales carroñeros... Matar tiburones me relaja; es como estuviera disparando contra todos mis enemigos de la banca y la política. Pensarás que soy un paranoico cuando te ordeno arrojar indefensos corderos a las aguas infectadas de tiburones asesinos, y ver con mis propios ojos como los descuartizan en unos segundos. ¡Es un espectáculo realmente fascinante! Me imagino a mí mismo en esa terrible situación al ser atacado por las mandíbulas de semejantes vampiros marinos... Te confesaré, que mis enemigos abundan entre los denominados "Siete Magníficos". Me consideran un banquero atípico. Mucho antes de la frontera psicológica de los cuarenta años, senté mi poderoso culo en una presidencia importante, cuando ellos tuvieron que esperar hasta bien entrados los sesenta y los setenta. Mi imagen renovadora, joven y dinámica, les está causando problemas en sus entidades. Voy demasiado rápido. Estoy a punto de convertirme en el banquero más poderoso de España y de Europa, si la fusión se realiza dentro de unas semanas. Camino hacia la concentración oligopolítica del poder financiero, del poder económico y del político. En los próximos meses, me convertiré en uno de los españoles más poderosos de todos los tiempos si...".
"Debra Rama, la antigua "Miss India" que había llevado el peso del escándalo hasta las mismísimas puertas del Parlamento y la Corona Británica, tomaba el sol totalmente desnuda en la proa mientras Mario se vaciaba conmigo. Aquella mujer espléndida, era un capricho caro y sofisticado que mi cliente podía pagarse; cien mil dólares le costaba cada fin de semana que pasaba con la hermosa hindú, carne de publicidad en todas las revistas del corazón. Para él, solamente era una prostituta de lujo; no sentía nada por ella; la utilizaba para arrancarle placer a la vida, para aumentar todavía un poco más su ya de por si elevada autoestima, irritar a sus enemigos, escandalizar a los puritanos de su entorno mediático...
Kid volvió a llenar los vasos y llamó a la desnuda camarera para que nos trajera otra botella de ron.
"Yo creo muy en el fondo, que en realidad Mario estaba medio loco. Un fin de semana se presentó a bordo con un maletín abarrotado de muñecos que representaban a todos aquellos que se oponían a su ambicioso proyecto de apoderarse de la presidencia de una entidad bancaria a la que intentó en varias ocasiones darle el tiro de gracia, pero siempre falló en el último momento. Me ordenó hincharlos, luego, untarlos de sangre y arrojarlos por la borda a los tiburones que merodeaban alrededor de nuestro barco. Mario, así como iban cayendo al agua, los regaba con un rosario de todo tipo de blasfemias y sus risotadas tronaban en muchas millas de distancia. Era su deporte favorito, y semejante actividad lo tenía fascinado, mientras su chica permanecía impasible en la proa bronceándose, ajena a los gestos de neurótico que vertía sobre sus enemigos banqueros. El dinero, el sexo, y el poder, la trilogía mágica, los tres poderosos bastiones sobre los que se levantó la aventura humana. Algunos hombres son insaciables; nada es capaz de detenerlos. En el mundo actual se potencia a semejantes "tiburones blancos". Ejecutivos agresivos, sin ética y sin piedad, hijos bastardos de una realidad socioeconómica y sociocultural. Amasar una fortuna en poco tiempo, para gastarla en meretrices de lujo, mansiones de cine, viajes paradisíacos, extravagancias artísticas, gastronómicas y eróticas".
Salimos al exterior a dar un paseo por la dársena donde Kid tenía atracado su yate. Subimos a bordo de él y nos refugiamos en el camarote donde el banquero y la "call girl" habían librado cuerpo a cuerpo formidables batallas.
Kid fue al pantry y apareció con unas latas de caviar y dos botellas de un prestigioso champán francés, restos de las provisiones que su selecto cliente siempre le encargaba cada vez que salían a navegar. Abrió varios tarros de iraní y descorchó una botella. En una estantería había un álbum de fotos donde aparecían los tres, sonrientes y felices, ajenos a cualquier futura tragedia, con un gran tiburón a sus pies. Mario, con un gran machete lo iba descuartizando, y en su sonrisa de hielo, había un algo siniestro y enigmático. Al tener la foto en mis manos, me pregunté, si en lo más íntimo de su ser, no estaría en realidad descuartizando a todos aquellos que se oponían encarnizadamente a la fusión bancaria que vendría a ser la culminación de su ambicioso sueño financiero.
"El fin de semana del desdichado accidente salimos a navegar como era habitual. Durante la travesía el banquero se mantenía en permanente contacto radiotelefónico vía satélite con su despacho La Castellana para que lo mantuvieran puntualmente informado de las últimas noticias. La próxima semana era decisiva para la realización de su proyecto de fusión. El próximo viernes, a su regreso de Nueva York, tendría una reunión con toda su plana mayor, donde no faltarían delegados del gobierno, los "siete magníficos", y un representante de la banca Morgan. Su poder, saldría reforzado o defenestrado, e incluso, podría ser reemplazado como director general de su propia entidad financiera, por un candidato de consenso elegido por el propio gobierno y los "siete magníficos, ya que ambas instituciones consideraban que era oportuno e inteligente, neutralizar a Mario Toledo y su peligrosa y preocupante acumulación de poder. Tenía que tomar píldoras para todo: para dormir, para relajarse, para mantenerse mentalmente en forma, para tirarse a Debra, pues la acumulación de estrés, ansiedad y riesgo le impedían ser capaz de mantenerse física y emocionalmente en un término medio. Cuando fondeamos en la zona de pesca habitual, el banquero me pidió que lo encerrara en la jaula de cristal y lo sumergiera varios metros para ver el movimiento de toda aquella bandada de temibles tiburones despedazando pequeños corderos que yo les arrojaba desde cubierta, pues así eran siempre sus órdenes. Al cabo de unos cinco minutos de inmersión, y cuando tenía en mis manos el último cordero, escuche un tremendo golpe bajo el agua; el yate se escoró violentamente unos treinta grados hacia el costado de babor. Debra, que siempre tomaba el sol desnuda en proa, rodó por la cubierta y a punto estuvo de caer al mar; un enorme tiburón blanco rozó el casco de la embarcación mostrándome una enorme aleta y su poderosa mandíbula llena de sangre con restos de una pierna destrozada, así como restos de estómago e hígado entre sus dientes. El agua se tiñó de un rojo intenso, muy vivo y provocador, mientras más y más tiburones navegaban por las cercanías sin atreverse a acercarse demasiado al gran tiburón blanco, un auténtico tigre de mar; el mayor asesino de todos los asesinos, capaz de destruir una jaula blindada y despedazar a mi cliente. La chica, al ver con sus propios ojos el cuerpo del banquero atacado por aquella hambrienta jauría carroñera que luchaban entre por sus restos, se desmayó en mis brazos; la bajé al camarote, la obligué a tomar un sedante y la dejé dormida sobre la litera. Yo, una vez en cubierta, armé el mayor de mis anzuelos y con una gran tajada de carne de vaca como cebo, lo arrojé al mar, esperando impaciente la temible embestida de aquel monstruo marino. Entonces, un largo y espeso silencio se instaló a bordo, como nunca antes había experimentado. Mi tensión era máxima. Quería cazarlo, ¡cazarlo!, aunque el precio a pagar fuese mi vida y el hundimiento de la nave. ¡Jamás había visto antes nada parecido! El Lonely Star se estremeció con su primer ataque sin cuartel. El tiburón blanco, le entró al cebo; el cablestante de acero reforzado sale girando y girando, saltando de cubierta al agua. El tiburón es en el fondo un animal cobarde y poco luchador. Los restantes tiburones no dejaban de merodear a nuestro alrededor, esperando el momento oportuno para atacarlo. La sangre los excita. A los diez minutos de combate, el tiburón asesino dejó de moverse. Agarré el bichero y le atravesé de lado a lado, pero no está todavía muerto del todo. Me quedé fascinado viéndolo agonizar, notando su respiración, oliendo su sangre... Los tiburones pequeños se acercaron a su presa moribunda y comenzó la implacable carnicería. Una verdadera matanza, como sucede en las películas de terror. De su víctima ya no quedaba ni rastro, pero de su asesino, tampoco. Su obsesiva pesadilla se había cumplido fielmente. Su devorador, también fue devorado a su vez por tiburones más pequeños pero no menos sanguinarios. En aquel momento indescriptible, me imaginé a Mario Toledo en su imponente despacho rodeado de enemigos, visibles e invisibles. En realidad, lo sucedido era una metáfora, de su propia vida y de nuestro propio mundo, donde nadie tiene piedad de nadie. Todos se destrozaban entre sí, en una larga y misteriosa lucha sin tregua, donde al final sobrevivieron los más crueles y sanguinarios. Una metáfora terrible, que me dio mucho que pensar acerca de la naturaleza humana y del trágico destino de la humanidad... Para rematar este fascinante relato de sangre, sexo y ambición, te diré limeño, que muy pocos lloraron su muerte. Los tiburones de chaleco y corbata nombraron a un nuevo presidente con el beneplácito del gobierno y la banca Morgan de Nueva York, que ya había pactado en secreto con los "Siete Magníficos", el amargo y poco heroico final de Mario Toledo. Su amante Debra Rama escribió unas memorias escandalosas del accidente relatando las desventuras y la muerte de su último amante; y como suele ser habitual en todos estos casos, su mediocre libro, se convirtió en un gran éxito de ventas".
En el lujoso camarote que ambos compartieron durante sus travesías por el Caribe, Kid conservaba una fotografía de Debra y Mario. Posando sonrientes y casi felices, para la cámara del anfitrión, transmitían un aura de inmortalidad, a prueba de infortunio, pero los malignos dioses del destino, incluso mienten, cuando aseguran a ultranza decirnos la verdad, a través del éxito y la felicidad.
"Cuanto mejor conozco al ser humano, mejor me entiendo con los tiburones", me soltó Kid, bajo la brisa del dulce champán francés. "Después de todo, la mayoría de los tiburones sólo atacan si tienen hambre, excepto el gran tiburón blanco, que destruye por curiosidad, pero no deja de ser una anomalía dentro del orden de la naturaleza".
Kid Newman me acompañó hasta el muelle para despedirse de mí. Prometimos volver a vernos, sin tener una idea exacta de cuándo, cómo y dónde. Quizá El Callao; quizás, La Habana... Como recuerdo de nuestra entrañable conversación, Kid, en honor a una vieja y bien trabada amistad, me regaló la mandíbula del tiburón asesino que cazó al personaje más admirado y defenestrado, durante una época, hoy ya lejana y olvidada por los libelistas a polanquistas, prisistas y seristas de obvio, en la atribulada, cainita y esperpéntica corte palaciega del ultimo Rey Mono.



Biografia:
udonge, 55 anhos, espanhol, mora na Europa, escritor e também pintor precisa editor paulista nipo-brasileiro para su novela "La concubina de mi amante". Enviar email urgente a su dirección en España o dejar mensaje en sección "recados" udonge2004@yahoo.es
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